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Rubén Martín

03/06/2018 - 12:02 am

Populismo para ricos

La dirección de la clase capitalista mexicana ha dejado de mover los hilos tras bambalinas y ahora ha decidido entrar abiertamente a la contienda política. Por supuesto, no es la primera vez en la historia del país y menos en periodos electorales. Pero probablemente sea la primera contienda electoral en la que dueños de grandes […]

Este alegato no es una defensa de AMLO, sino una crítica a la coalición integrada por la dirección de la clase capitalista, los conservadores y los liberales que critican el “populismo”. Foto: Cuartoscuro

La dirección de la clase capitalista mexicana ha dejado de mover los hilos tras bambalinas y ahora ha decidido entrar abiertamente a la contienda política. Por supuesto, no es la primera vez en la historia del país y menos en periodos electorales. Pero probablemente sea la primera contienda electoral en la que dueños de grandes consorcios privados nacionales deciden entrar tan abiertamente en una campaña presidencial y tomar partido contra el candidato que no quieren que llegue al Poder Ejecutivo federal.

El recuento de los dos meses pasados lo muestra con nitidez: a mediados de abril se intensificó la militancia capitalista con el pretexto de la constitución del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), a raíz del anuncio del candidato puntero en las encuestas, Andrés Manuel López Obrador, de revisar los contratos licitados o asignados para dicha obra, la mayor inversión de dinero público de la historia reciente. En la controversia entró Carlos Slim (el empresario más rico de México y, dos años, del mundo), y el Consejo Coordinador Empresarial (CEE). La controversia creció cuando el 1º de mayo, López Obrador señaló que integrantes del Consejo Mexicano de Negocios (CMN) eran “traficantes de influencias”, que “quieren seguir saqueando y mandando”. Y soltó nombres: Claudio X Gonzalez; Alberto Bailleres (Grupo Bal); Germán Larrea (Grupo Mexico); Eduardo Tricio (Grupo Lala), y Alejandro Ramírez (Cinépolis).

La respuesta empresarial llegó el 3 de mayo con el desplegado titulado “Así no”, donde condenaron “que un candidato a la presidencia recurra a ataques personales y a descalificaciones infundadas. Es preocupante que alguien que aspira a ser presidente de México denoste a quienes no comparten sus ideas”.

Hacia finales de mayo, la militancia empresarial creció. Con un mensaje semejante, dueños o directivos de empresas como Grupo Vasconia, Grupo Herdez, Grupo Bal, Grupo México, Coca-Cola FEMSA y Grupo México, llamaron a no votar por López Obrador y esgrimieron como justificación principal, el evitar que llegue un gobierno populista.

De todos los empresarios que han intervenido en este debate, probablemente sea el presidente de Grupo México, Germán Larrea, quien mejor definió la postura de la clase capitalista. Luego de pedir a sus empleados, implícitamente, no votar a favor del abanderado de Morena porque se corre el riesgo de “retroceder” a experiencias como las de Venezuela, Cuba, e incluso la Unión Soviética, dijo que en esta elección se juegan dos proyectos: el capitalista y el populista.

La postura de Larrea (un empresario beneficiado de concesiones estatales mineras, ferroviarias y carreteras) es la línea política con la que se mueven en esta coyuntura los grandes empresarios: creen que López Obrador representa un populismo que ya fracasó en el pasado y ahora en Venezuela, un populismo donde el Estado “regala sin trabajar” la riqueza, y que afectaría al modelo “capitalista de libre mercado” como “único modelo viable para generar bienestar y crecimiento”. Ahí marca este empresario los linderos del campo de batalla.

En resumen, la dirección de la clase capitalista mexicana (no dirigentes de decenas de miles de empresarios) sino los que aparecen en las lista de Forbes, del CMN, o los que tienen derecho de picaporte en Los Pinos, entran con claridad y conciencia de clase a la batalla electoral. Y para ello toman como espantapájaros el populismo.

La clase empresarial, la ideología conservadora y los intelectuales liberales han hecho creer que el “modelo populista” es el causante de los males sociales del capitalismo contemporáneo, de las crisis económicas y de poner en riesgo a las democracias.

Un análisis serio hace insostenible este discurso. Empresarios, conservadores e intelectuales y opinadores liberales sugieren que el centro del populismo es que concentra la riqueza en el Estado, expropiando, nacionalizando, pero sobre todo, “regalando riqueza” sin trabajar, como dice en su carta Larrea. Les preocupa que el Estado distribuya recursos manejados por el Estado para políticas públicas destinadas a subsidios, y promesas de distribución de riqueza a las mayorías. Para muchos empresarios y conservadores eso implica “recompensar” al que no trabaja, al “huevón”, y quitar recursos a quienes sí trabajan y a quienes sí producen riqueza. La crítica a este populismo es, en resumen, una crítica a la riqueza socialmente producida que el Estado reparte a los pobres.

Pero se le olvida a esta coalición que en realidad el capitalismo mexicano ha servido para repartir riqueza (producida por la mayoría de la sociedad) hacia las clases altas. No insistiré que la Conquista fue un violento y despiadado proceso de desposesión de tierras y bienes de la mayoría social para pasarlos a una minoría. Sí es más pertinente recordar que el régimen porfirista con la desamortización de tierras, la reforma petrolera de 1901, la entrega de infraestructuras a corporaciones privadas, se asemeja mucho al régimen neoliberal de los pasados 30 años.

Una revisión más minuciosa del Estado mexicano revela que es más un “populismo para ricos” que un populismo para los pobres. Hay casos escandalosos en las décadas precedentes.

Ahora que la clase empresarial de Monterrey amenaza con el riesgo del populismo, vale la pena recordar que una empresa regiomontana insignia, Grupo Alfa, fue rescatada por el Estado con 12 mil millones de dólares (dinero de todos los mexicanos) en 1981, bajo el gobierno populista de José López Portillo (Proceso, 19 abril 1986). Esta es una historia que debe conocer el presidente de Femsa, José Antonio Fernández Carbajal, quien el pasado 25 de mayo criticó las medidas “populistas” de gobiernos pasados.

Todo el sexenio de Carlos Salinas de Gortari se aplicó este “populismo para ricos” al privatizar empresas públicas (propiedad de toda la nación) a un puñado de empresarios que luego se convirtieron, no por casualidad, en los megamillonarios incluidos en la lista de Forbes (Slim, Bailleres, Larrea, Salinas Pliego, etc.).

Fue Ernesto Zedillo, con el apoyo del PRI y PAN, el que decidió aprobar el mayor rescate de la empresa privada de toda la historia de México, mediante el Fobaproa, convirtiendo cerca de 800 mil millones de pesos (mdp) de pasivos privados en pasivos públicos que pagaremos todos los mexicanos hasta el año 2062. Según los ricos, es populismo negativo dar una beca a un joven para que estudie bachillerato, pero está bien que paguemos pasivos de los banqueros durante 80 años.

El hablador de Vicente Fox critica el populismo, pero salió al rescate de empresarios de los ingenios azucareros el 3 de septiembre de 2001, con 3 mil mdp. Cinco años después el “rescate” de los ingenios nos había costado a los mexicanos 15,591 mdp, cuatro veces más de lo anunciado.

Felipe Calderón, por su parte, es otro crítico del populismo, pero eso no le impidió entregar 12 por ciento del territorio del país en concesiones mineras, muchas de ellas a algunos de los empresarios que hoy se espantan de que pueda llegar el populismo. Fue Calderón el que promovió un régimen fiscal donde las mineras apenas pagaron 1 por ciento de impuestos de todos sus ingresos.

Otro ejemplar del “populismo para ricos” es el actual presidente Enrique Peña Nieto, quien con el avance de la agroindustria ha convertido 3.2 por ciento de la propiedad social de la tierra nacional a manos privadas. Los modernos invernaderos son las haciendas porfiristas del pasado. Además, la reforma energética supone la privatización de 20 por ciento del territorio nacional para explotaciones energéticas.

Este alegato no es una defensa de López Obrador (no votaré por él ni por ningún candidato), sino una crítica a la coalición integrada por la dirección de la clase capitalista, los conservadores y los liberales que critican el “populismo” que se dirige a los pobres sin cuestionar que en realidad el Estado mexicano, como principal operador del capitalismo en este país, ha sido una larga historia de “populismo para ricos”. Que muera el populismo.

Rubén Martín
Periodista desde 1991. Fundador del diario Siglo 21 de Guadalajara y colaborador de media docena de diarios locales y nacionales. Su columna Antipolítica se publica en el diario El Informador. Conduce el programa Cosa Pública 2.0 en Radio Universidad de Guadalajara. Es doctor en Ciencias Sociales. Twitter: @rmartinmar Correo: [email protected]

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