LA PASCUA: FIN DE FIESTA ESTILO ACAPONETA

05/04/2013 - 12:00 am

Desde el inicio de Semana Santa y hasta el cierre de Pascua, un pueblo se hermana en la religiosidad y el culto de iconos propios: desde San Judas hasta Jesús Malverde, todo junto al Ejército mexicano.

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Nayarit, 5 de abril (SinEmbargo).– Un retén detiene la camioneta cuatro por cuatro en la entrada del pueblo de San Dieguito, después de cruzar por terracería la sierra de Acaponeta en Nayarit.

Entre una nube de polvo surgen siluetas negras semidesnudas, cuerpos maquillados con miel y ceniza de mazorca, danzan de manera eufórica al ritmo del tambor. Usan mangueras de plástico y un cuerno de vaca tallado como instrumentos musicales. Es una atmósfera abstracta y oscura. Los gritos son parte del performance.

Se autodenominan “Judíos”, buscan a Barrabás en grupo para provocarlo y ser golpeados por naranjas, de ese modo se liberan de sus culpas. Mujeres y niñas se resguardan y observan detrás de la barda del terreno de la iglesia. Al terminar la penitencia, los Judíos siguen danzando alrededor de la gente. Es un festejo tradicional que repiten cada Semana Santa y de Pascua.

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Por la tarde inicia el concurso de jaripeo, en la plaza del pueblo se encuentra instalado el rodeo, poco a poco llegan camionetas con placas de Sinaloa, Coahuila y Jalisco, pero la mayoría son de Nayarit.

En el jaripeo, el jinete que logre mantenerse sobre la vaquilla gana un six de cerveza y el aplauso del público, al son de los narcocorridos.

Entre botas y sombreros vaqueros hay una imagen que resalta en escapularios, gorras o hebillas. Es Jesús Malverde, “El Santo de los Narcos”, icono centenario de justicia entre comunidades del estado de Culiacán.

En los años 70 del siglo pasado, cuando Raymundo Escalante se encomendó al santo y se salvó de un atentado, comenzó la fama que se mantiene hasta el día de hoy, en particular por la supuesta devoción de los capos del narco que en él depositan su fe.

En las casas abundan altares, la Virgen de Guadalupe comparte e incluso disputa espacio y veladoras con Jesús Malverde.

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La cancha de básquetbol de Acaponeta se transforma en una pista de baile. Las luces del “sound system” bañan la mitad de la pista. Una cuerda sostenida por dos sujetos divide el espacio. Los que pagan, tienen derecho a bailar en la zona de luz. La mayoría de las parejas disfrutan de la música al otro lado de la cuerda, en el espacio donde nadie paga.

Durante estos festejos, en Semana Santa y Pascua, una hummer del Ejército mexicano con una cuadrilla de soldados fuertemente armados “resguardan” la fiesta para evitar enfrentamientos violentos entre los grupos de cultivadores de amapola. Poco a poco estos militares conviven con la población y de manera discreta beben cerveza y se animan a bailar con las chicas del pueblo.

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Foto: David Jaramillo

Pasada la media noche, los miembros del Ejército abandona el pueblo. Algunos de los protagonistas de la celebración, “ya en copas”, disparan al aire sus armas de fuego, poniendo fin al festejo.

En la única salida del pueblo se encuentra la ruina de una pequeña capilla que fue destruida el año pasado por los propios integrantes del Ejército mexicano: “Vinieron a catear las casas en búsqueda de armas o droga, pero lo único que encontraron fue a nuestro santo, Jesús Malverde, y lo destruyeron”, explica un lugareño indignado.

En la actualidad, sobreviven en este vestigio una imagen de San Judas Tadeo, una estatuilla de la Santa Muerte y una leyenda marcada en el piso que dice: “Te amo Jesús Malverde”.

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