PERFILES CRIMINALES A LA MEXICANA

23/11/2011 - 12:00 am

Su nombre, Johanna; edad, 23 años; ocupación, estudiante universitaria y cajera de un mini súper; domicilio, Ciudad Juárez, Chihuahua. Asesinada el 1 de enero de 2008 alrededor de las cuatro de la madrugada en la colonia Eréndira. La conducta de su asesino, le delató.

La puerta estaba entreabierta, la chapa no fue forzada. En el interior de la vivienda, la escena del crimen: Johana muerta boca abajo, encorvada sobre el brazo izquierdo del sillón. Desnuda, con la cabeza ligeramente girada hacia la derecha. Una de sus extremidades colgaba como un péndulo atraído hacia el piso por fuerza de gravedad, mientras que su mano derecha dejaba ver una uña postiza rota. Su espalda arqueada era un mapa que mostraba, a la altura de la cintura, piquetes en los costados y pequeños cráteres dibujados por la presión sobre la piel de las yemas del asesino. El cuello, que sostenía una cabeza con cabellera ondulada y un rostro de finas facciones de mujer joven, tenía una profunda incisión con un arma blanca, que podía bien, ser un cuchillo de cocina o una afilada navaja que cortó en dos la arteria vital. La pantorrilla derecha ligeramente elevada del suelo, fue el lienzo donde se pintaron cuatro de los dedos de la mano derecha del criminal.

La sangre, parecía aún fresca y cubría todo aquello. El espacio entre la pequeña estancia y el comedor donde fue apuñalada. Sus ropas regadas una a una –como evocando el compás de los movimientos de victimario y víctima– sobre el piso de una vivienda de interés social; evidencia física del crimen. La pantaleta y el sostén; luego una chaqueta y falda de mezclilla; más allá, huellas de zapato y junto a la pared, un grueso coágulo de sangre, manchas y goteo: Johanna luchó por su vida. Forcejeó con su asesino, pero ya sin fuerzas y desangrada fue arrastrada hacia el sofá y violada casi sin vida. Cuando el criminal concluyó, le cubrió los glúteos con una sábana blanca y se fue.

Alfredo Velazco Cruz, psicólogo criminalista, llegó a la escena del crimen ese día acompañado de peritos de la Fiscalía de Servicios Periciales y Ciencias Forenses de Ciudad Juárez. Tomó cientos de fotografías que una a una armaron el rompecabezas de aquel asesinato.

La cocina, la estancia, los viejos sillones, la mesilla de centro, la mesa y sillas del comedor, la pequeña barra que separaba la cocineta, los sartenes, los cuchillos, la puerta, el pasillo y la evidencia que delataría al asesino.

A través del escudriño de la escena del crimen, perfiló al criminal. No por su ADN ni por la evidencia física. Fue la conducta la que le delató al momento de estudiar sus actos.

Tenía que ser alguien cercano, pues ingresó con facilidad a la casa: Johanna quizás fue quien abrió, después de regresar a las dos de la madrugada de la celebración de fin de año con tres mujeres y dos hombres, compañeros de trabajo, en completo estado de ebriedad.

El criminal carecía de conciencia forense y era novato; dejó evidencia por doquier y era alguien cercano. Sintió remordimiento y cubrió el cadáver con una sábana o incluso porque creía aquel cuerpo de su propiedad.

Era un hombre joven, vigoroso y con la fuerza suficiente para someter a Johanna sin problema. Alfredo Velazco dio con él. El asesino tomó nombre después de su análisis conductual. Días después, los resultados de la evidencia física corroboraron su dictamen.

El criminalista está hoy al frente de la primera Unidad de Análisis y Conducta Criminal de Latinoamérica.

 

Jack “El Destripador”, origen de la técnica

La técnica de análisis conductual para perfilar a un asesino es novedosa en México, pero en el mundo, tiene larga trayectoria.

La primera perfilación criminal la realizó en Inglaterra, en 1888, el médico Tomas Bond sobre el caso de  Jack “El Destripador”, el asesino serial que azoraba las calles del barrio de Whitechapel, en Londres.

Autor de cinco sangrientas y famosas muertes de mujeres prostitutas de esa ciudad, el criminal dejó evidencia conductual que lo delató como un posible único asesino para los crímenes, según el médico al momento de analizar su modus operandi.

En una carta, citada en numerosos documentos sobre el análisis de la quinta víctima Mary Jane Kelly –la más mutilada de todas–, Bond no sólo se limitó a realizar un dictamen post mortem de cada una de las heridas que presentaba la mujer, sino que fue más allá al dar opiniones sobre la posible identidad del criminal al describirlo como un tipo de apariencia inofensiva, respetable y de mediana edad.

El investigador Robert D. Keppelt, en el documento Jack the Ripper Murders: A Modus Operandiand Signature Analysis of the 1888–1891 Whitechapel Murders, profundizó en la investigación sobre el perfil criminal de este asesino serial y concluyó que su firma giraba alrededor de la violencia sexual, que incluían control de la víctima y piquerismo progresivo para obtener mayor placer a través de apuñalar, cortar y rebanar.

Para Alfredo Velazco estos estudios no son ajenos, pues él en Ciudad Juárez está especializado en casos donde la violencia sexual es parte del modus operandi.

 

En Estados Unidos, en 1978, con los análisis posteriores del caso de Jack “El Destripador”, es donde inicia formalmente esta técnica indica Velazco Cruz y en el Federal Bureau of Investigation (FBI) se creó la primera unidad de investigación basada en el análisis de la conducta para realizar perfiles criminales.

En México existen sólo cuatro perfiladores criminales que se basan en esta técnica: dos en Guadalajara, Jalisco; uno en Monterrey y uno más en Ciudad Juárez.

 

Perfilación a la mexicana

De acuerdo con el criminalista Alfredo Velazco, en el país existen dos métodos para realizar perfiles criminales.

Uno de ellos es el más socorrido y tradicional, donde existen alrededor de 200 perfiladores en todo el país que basan su investigación en la evaluación de la personalidad cuando hay sospechosos detenidos.

La segunda es la perfilación  en la escena del crimen, a través de la cual se establece una personalidad a partir de la conducta del victimario. Esta técnica sólo es practicada por cuatro especialistas en el país.

En Guadalajara, Jalisco se encuentran los perfiladores Francisco Gutiérrez y Alfredo Rodríguez; en Monterrey, Guadalupe Castillo y en Ciudad Juárez, Alfredo Velazco Cruz.

Sin embargo, es en Ciudad Juárez donde existe una unidad que intenta reproducir el modelo que se utiliza en Estados Unidos.

Lamentablemente, comenta Alfredo Velazco, con escasos recursos humanos y económicos, esa división sólo la integran prácticamente él como impulsor apoyándose en investigadores de otras áreas de la fiscalía.

“Para una unidad es este tipo se requieren tres o cuatro perfiladores, psicólogos, médicos y criminalistas. En Estados Unidos la integran al menos unas 10 personas”, subraya.

En el país anglosajón y en Europa, este tipo de investigadores llevan un caso de principio a fin; es decir, desde el análisis de la escena del crimen, la investigación posterior hasta llegar a la aprehensión del culpable.

“Por ejemplo, en Estados Unidos, en algunos casos, en un promedio de 10 días sale la orden de aprehensión”, indica.

En México, los resultados son contrastantes, pues los esfuerzos del análisis de la escena del crimen se pierden durante el transcurso de la investigación por burocracia, falta de especialistas y de recursos.

 

El asesino de Johanna

Sólo fue necesario el análisis de su conducta para delatarse. Alfredo Velazco, después de revisar cada fotografía y la evidencia física que había alrededor de Johanna, tuvo a un principal sospechoso: el reciente ex novio.

Un hombre joven, de 27 años, con educación básica (nivel secundaria), fue la pareja sentimental de la joven por unos meses. Al término de la revisión de evidencia se concluyó que fue él quien ingresó a la vivienda y la asesinó aquella madrugada, mes y medio después del rompimiento de la relación.

El principio de proximidad, que estadísticamente indica que 83% es un conocido de la víctima y 60% un familiar, fue uno de los recursos que Alfredo utilizó. La puerta no fue forzada, quizás Johanna abrió o éste entró y esperó en el interior de la vivienda a su llegada.

Después la acción de los glúteos del cadáver cubiertos con una sábana indicó que el criminal tenía un lazo sentimental con su víctima, incluso que se creía su propietario y delató rasgos de celotipia (celos compulsivos, que se definen como aquellos celos que pueden llegar a causar problemas psicóticos y delirios).

La ex pareja de Johanna apareció en el rompecabezas del asesinato…

El perfilador lo supo sólo unos días después del crimen, pero la orden de aprehensión en contra del asesino se giró un par de años más tarde.

Esto se debe principalmente, dice Alfredo Velazco, a la falta de continuidad en la investigación y de recursos humanos, que hacen lento el proceso.

Según Juan Martín Hernández López, criminalista de Consultores Profesionales Forenses de México SC (CoFORENSE), en México las procuradurías de justicia invierten alrededor de 2% de sus presupuestos en la formación de sus investigadores, el resto se emplea en pago de salarios y gastos administrativos.

“Detecto tres debilidades: primero, escasa oferta académica; segundo, a investigadores que hacen investigaciones o se dedican hacer estudios especializados no se les da el reconocimiento y, la tercera, es la falta de interés de la instituciones tanto educativas como gubernamentales. El recurso siempre lo escatiman, con el poco sueldo que gana el especialista tiene que pagar su capacitación”.

Hernández López agrega que en algunos casos, las procuradurías ofrecen cursos a su personal, pero son de baja calidad, y los aplican sólo por requisito.

Dice que existe inadecuada selección de especialistas: “No hay nuevas plazas y las que se abren, se dan al recomendado, al amigo”.

Además, los investigadores tienen salarios bajos –por ejemplo, de acuerdo un tabulador de 2007 publicado por la Procuraduría General de Justica (PGR) en su página web, un perito profesional del área Pericial percibe al mes 20 mil 391.21 pesos brutos, mientras que un perito técnico ejecutivo “B” y un perito técnico “C” gana 14 mil 246.15 pesos; en la Agencia Federal de Investigación, un investigador “A” cobra 22 mil 030.36 pesos; uno “B”, 18 mil 572.32 y uno “C” 14 mil 422.70 pesos– y hacen más de una encomienda a la vez, dice el criminalista.

“Un perito, por ejemplo, tiene que laborar como fotógrafo forense, dactiloscopista, perfilador criminal; un sólo perito hace cuatro labores”.

El criminalista detalla que en algunos casos se dejan áreas sin estudiar, lo que lleva a que algunas averiguaciones previas no se resuelvan.

Si a este panorama se le agrega la necesidad de contar con más perfiladores de la escena del crimen en México, que conozcan la mente de un criminal mexicano, la situación se vuelve más compleja.

 

Perfiladores para asesinos mexicanos

La estadística para Estados Unidos, Inglaterra o México sobre asesinos es la misma, explica Alfredo Velazco.

Asesinos seriales, por ejemplo, los hay en los tres países: las muertas del Cerro de Cristo Negro, en Ciudad Juárez, ejecutadas con un mismo modus operandi entre 2002 y 2008 (asesino del que, por cierto, se desconoce su identidad); en Estados Unidos, Ted Bundy, quien asesinó a más de 30 jovencitas entre 1974-1975, y en Inglaterra en 2005, Peter Bryan, caníbal serial de varias personas desde 1994.

Los números son fríos: en cualquier parte del mundo se considera serial a quien mata de tres a cinco personas en adelante.

“Estadísticamente, 93% de los asesinos en serie son hombres, 85% mata mujeres y 15% a homosexuales. Sólo 7% son asesinas y 6% de éstas mata a personas que conoce o de su entorno familiar”, detalla Alfredo Velazco.

El criminalista añade que una de cada 100 personas padece un trastorno psicopático, aunque no todas lleguen al asesinato.

Y aunque la estadística es similar para todo el mundo, lo que cambia por región es la conducta y el modus operandi del victimario.

En el caso de México, las circunstancias que envuelven a un criminal son distintas a un estadounidense.

“En este país el agresor sexual, el homicida serial, debe ser una persona que carece de códigos morales y que lo más seguro es que haya sido criado dentro de una dualidad de la moralidad; es decir, con una madre muy apegada a lo religioso y con un padre ausente, autoritario, machista y libertino que le genera conflicto”, detalla el criminalista.

Entonces, el mexicano busca agredir y someter a su víctima, porque así le indican las enseñanzas paternas, pero luego suele sentir culpa por la moralidad inculcada por la madre.

La educación y la crianza que envuelven a un asesino estadounidense son totalmente distintas; padres separados, en su mayoría, o padre ausente.

Éste es el principal motivo por el cual es necesario desarrollar la técnica del análisis de la conducta en la escena del crimen en México y apoyar los esfuerzos que ya se realizan, concluye.

 

¡Cuidado!: asesino suelto

Aún era de madrugada cuando el ex novio de Johanna luego de asesinarla, violarla y cubrir su cadáver con una sábana blanca, se marchó de la casa.

Se llevó el arma punzocortante con la cual la atacó y dejó a la joven de 23 años, quien horas antes había celebrado el Año Nuevo 2008 con sus amigos, en una escena sangrienta, lo que a tres años de distancia está impune.

Sí, apenas en 2010, dos años después del hecho, se giró la orden de aprehensión en su contra, pero el asesino huyó. Está prófugo. Se sabe que a la fecha, se muda de domicilio constantemente por toda la República Mexicana para evitar su detención.

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