MURALES: EL CAMINO A LA LIBERTAD EN SANTA MARTHA

25/03/2013 - 12:00 am

Mujeres en Espiral es un colectivo creado por mujeres recluidas en Santa Martha Acatitla, en el DF. Contribuye además a la transformación de su conciencia. En cada pincelada plasman su encierro pero también su libertad interior.

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Tercer mural. Foto: PUEG.

Ciudad de México, 25 de marzo (SinEmbargo).– ¿Existe alguna manera de transitar hacia la libertad, estando en la cárcel? ¿Existe alguna vía para ser libre aun en el encierro? Las internas de Santa Martha Acatitla encontraron un camino. Gracias al programa Mujeres en Espiral: Voz y Mirada de Mujeres en Reclusión, que lleva a cabo el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG-UNAM), estar presa tiene una salida: pintar. Ese colectivo ha llenado los muros de color en algunos espacios comunes del reclusorio enclavado en la Delegación Iztapalapa de la Ciudad de México. En los sitios a donde llegan las visitas; en las rampas-caracoles por donde bajan las visitas y por donde suben las internas cuando son liberadas; en las paredes más grises que se pueda imaginar; en los ángulos que forman los muros y que, de tan cerrados, asfixian.

Caminos y formas de la libertad,  el tercer mural que hicieron las internas de Santa Martha Acatitla,  fue inaugurado hace poco. Allí, a modo de continuidad con lo que plasmaron en los dos anteriores,  retratan los deseos y las frustraciones de muchas mujeres que viven presas hace varios años. Muestra lo que sienten, lo que sufren, lo que gozan. También de lo que se arrepienten. De lo que se percatan cuando viven encerradas. De lo que aprendieron, a costa de golpes muy dolorosos.

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MUJERES EN ESPIRAL

El proyecto del PUEG de pintar las paredes y escuchar a las internas inició en 2008. “Partió de la apropiación de un espacio estratégico: la escalera de caracol de la sala grande por donde suceden dos cuestiones: baja la visita y sube la interna a iniciar su proceso de preliberación”, explica Marisa Belausteguigoitia Rius, directora del Programa Universitario de Estudios de Género.

“Pintamos el primer caracol, un grito, un aullido a la justicia, a la visita, a la familia, a la sociedad. Nos acompañó el muralista Gustavo Chávez Pavón y fueron alrededor de 100 internas las que participaron. Seguimos con nuestra tarea de colorear este centro y pintamos el caracol de la Sala Chica, donde las internas esperan doblemente: la visita y la sentencia. Fuerza, Tiempo y Esperanza lo titulamos. Nos acompañó el muralista Leopoldo Castellanos. Era un regalo una ofrenda a las mujeres de reciente ingreso o en espera, difiere del primero en muchas cuestiones, este es la noche, la serenidad, el paso del tiempo. Aquel –el primero– es el resplandor, la explosión, la rabia”.

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El tercer mural, Caminos y formas de la libertad, es el primero que pintan en paredes planas. En paredes que forman el vértice que une dos muros enormes, uno de los cuales da al apando o área de castigo y, el otro, al gran pasillo por donde circulan las reclusas.

Marisa Belausteguigoitia lo explica: “El primer caracol significó un proceso individual. El segundo, la unión, la fuerza, la esperanza. En el tercero trabajamos el vértice, nos atrajo el ángulo que se forma en esa esquina y de allí iniciamos la planeación, la arquitectura y el diseño de este espacio. Esa esquina fue motivo de muchas deliberaciones. El vértice se definió como el propósito de estar juntas”. Para completar la explicación, define el término: “Vértice: punto en el que coinciden los dos lados de un ángulo. Punto donde concurren dos o más planos. Cúspide. Parte más elevada de la cabeza humana”.

Considerando los tres murales como etapas de un proceso, en éste, el más reciente, hay una “salida” posible. Esa salida es la mayoría de las veces, interna. Porque el proyecto del PUEG ha incluido muchos talleres de preparación, de autobiografía, de conocimiento de nociones como género, violencia, discriminación, identidad… talleres que han permitido a las mujeres en prisión (doblemente discriminadas, doblemente condenadas –por delinquir y por ser mujeres–) encontrarse, valorarse. Ser “alguien”. Reconocerse.

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TRANSFORMAR MUROS PARA TRANSFORMARSE

El trabajo que realiza en PUEG en la cárcel es, como lo dice su directora, una propuesta de transformación de la conciencia de las presas. Pero también un trabajo de fronteras “entre el encierro y la libertad interior, entre la impunidad y la justicia, entre el afuera y el adentro, entre ser hombres y estar en la cárcel y ser mujeres y estarlo, entre lo vivido y lo representado”.

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“El trabajo es en espiral”, dice Belausteguigoitia en “Mujeres en espiral: justicia y cultura en espacios de reclusión” del libro Experiencias en territorio: género y gestión cultural. Sí, el trabajo es en espiral como los propios caracoles-rampas que mueven a las personas en la cárcel. Es “la representación de un tiempo y un espacio oblicuos, torsionados, dado que surgen y se expresan en la cárcel: tiempo y espacio de la experiencia desplazados a sus muros chamagosos y grises y concretados en un relato visual (mural) que habla de la forma en que las mujeres se vinculan con el encierro, con la libertad interior y con la justicia. Una justicia autoritaria, en general corrupta e impune que somete a las mujeres y sobre todo a las mujeres pobres, aquellas que no disponen de recursos para comprar o acelerar su proceso con base en su derecho a la libertad. La cultura y el arte pueden ofrecer conocimientos que revelen la magnitud de esa tarea impostergable que es la reforma de nuestro sistema de impartición de justicia vinculado con las mujeres y con lo que se desprende de ese vínculo”.

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Gustavo Chávez Pavón, muralista y educador popular, ha estado involucrado en este proyecto. Él ha compartido su técnica y su experiencia para que las internas hayan podido transformar las paredes en selvas, las rampas en una sucesión infinita de gritos, las curvas en espacios para las sirenas.

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“Queremos transformar los muros feos y grises para la vida y la libertad. Las artes plásticas son como la terapia. Cuando tienes sentimientos y no los puedes expresar te vas frustrando. Ayudamos a crear, si podemos transformar los muros, podemos transformar la realidad. Con la pintura de murales se desarrolla la conciencia colectiva: si puedes transformar un muro puedes transformar la cárcel. Llego al muro y me dice qué pintar. Los murales nos enseñan a coincidir y a conciliar. Podemos inflar globos con ideas y frases y dejarlos libres, nuestra mente y nuestra creatividad no están encerradas. Estos muros no son para encerrar y castigar sino para llenarlos de luz y color”.

DÍA DE FIESTA

Para poder estar presente en la inauguración de Caminos y formas de la libertad es necesario transitar por un trámite largo. Al llegar a la entrada de Santa Martha, entregar la identificación, saber bien qué llevar y qué no llevar en la bolsa, tener mucho cuidado con los colores de la vestimenta. Ni azul ni beige ni negro ni blanco. Para no ser confundida con mujeres sentenciadas, con mujeres procesadas, con guardias de seguridad o con personal de salud.

Llegar al patio donde están los murales implica pasar por varios controles, hasta que finalmente las muralistas en prisión tienen rostro, nombre y apellido. Sonríen, están contentas por la visita, por el mural, por la posibilidad de expresarse y por la de ser escuchadas. De ser miradas.

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Sigue la directora del PUEG: Con este tercer mural “llegamos a un vértice, al punto más elevado del proyecto. Conciliamos como en vértice nuestras ideas, nuestras emociones con respecto a lo que se imprime en un espacio y lugar como éste, en un tiempo como el que se fragua aquí. A veces este vértice se nos transformó en vórtice: torbellino, remolino, centro del huracán. Nos retiraron la donación de pintura, confundimos el aceite con agua, los trabajos se demoraron, las disputas crecían, el ánimo se apagaba y las mujeres se desesperaban, iniciamos semanas más tarde de lo prometido. Se nos desvaneció la espiral que nos cobijaba y tuvimos que trabajar así, a raíz, en plano, en abierto. Pero el vértice aparecía después del torbellino y nos permitía seguir con el diseño, con las ideas, con las negociaciones, más allá de desacuerdos y de tensiones”.

Las mujeres, cuenta Belausteguigoitia, se apropiaron de los objetos, ventanas, tubos de las paredes. “Camuflajearon ventanas, tubos, rajadas. Las ventanas del módulo –de castigo– se convirtieron en balcones, justo el espacio desde donde miran. Ellas también nos acompañaron, gritando ‘pásenme un pincel’, ´te pasaste de colorada’, ‘vengan a pintar aquí’. Las ventanas por donde pueden mirar-siempre sesgado- las transformaron en balcones de flores y color. Los tubos, canales de agua y luz, en Palmeras. La Roca es Tulum”.

Sobre sus cuerpos olvidados, maltratados, invisibilizados… Hubo que hacer un trabajo previo de redescubrirlos, de rescatarlos, de volver a mirarlos, a sentirlos y a aceptarlos. Hoy, los cuerpos de las internas están retratados en las paredes coloridas que dan luz a tanta oscuridad. Lo explica el muralista Polo Castellanos: “Hay más de 50 muralistas que se encuentran recluidas, y hoy pueden hablar desde sus cuerpos empoderados, con los que tienen derecho a decidir. Arrebatamos un rincón oscuro y lo convertimos en un espacio abierto donde conviven todas. Donde nadie es más y nadie es menos”.

Vaya trabajo de dignificación.

“Con este trabajo las internas y nosotras construimos una posibilidad nueva de relacionarnos con las otras, con el entorno, con la historia, con nuestra historia, con el tiempo y el espacio de este lugar y del afuera”, reflexiona Marisa Belausteguigoitia. “El tiempo aquí pasa distinto, el espacio aquí es otro. Cercado, pero al interior abierto muchas veces de formas dolorosas. Tiempo cercado y espacio dolido, o al revés: tiempo del dolor y apertura en el espacio. En este patio tenemos el tiempo y el espacio trabajados para suavizar el dolor que significa estar aquí esperando sentencia, esperando visita, esperando salir, esperando que deje de doler…”.

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Tercer mural. Foto: PUEG.

¿Qué proceso tiene lugar cuando te apropias de lo que te encierra?, se pregunta la directora del PUEG.

“Queremos que las mujeres aquí levanten la cara, no se puede pintar un muro de estas dimensiones mirando para abajo. Queremos que las internas se hagan externas, salgan de sí y se miren. No hay manera de pintar un muro así si no es en colectivo, en conjunto”.

El trabajo no termina en el mural Caminos y formas de la libertad. Las energías siguen. El empuje se reaviva para continuar tomando los muros. Ahora, este año, las internas, el muralista Polo Castellanos y el PUEG van por el cuarto mural. Aún no tiene nombre pero no tardará en aparecer. ¿Qué etapa le sigue a este proceso transformador? ¿Cómo se nombrará?

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