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Antonio Salgado Borge

26/05/2017 - 12:00 am

Facebook: suicidios en vivo, discursos de odio, bullying y terrorismo

Debe ser Facebook vigilado como un espacio público o como un espacio privado? Esta pregunta da en el clavo, y es la base de un reciente editorial del periódico The Guardian, que en días recientes dio a conocer, en exclusiva, los detalles de las políticas de moderación de contenidos de la empresa fundada por Mark Zuckerberg.

“La discrecionalidad e inconsistencias de las políticas de Facebook sobre asuntos como bullying, el discurso de odio o el porno de venganza han llamado particularmente la atención”. Foto: EFE/Archivo

¿Debe ser Facebook vigilado como un espacio público o como un espacio privado? Esta pregunta da en el clavo, y es la base de un reciente editorial del periódico The Guardian, que en días recientes dio a conocer, en exclusiva, los detalles de las políticas de moderación de contenidos de la empresa fundada por Mark Zuckerberg.

Las revelaciones de The Guardian no son menores ni superficiales. Desde hace varios días, este periódico ha venido publicando extensos reportajes dedicados a los manuales y guías internas de Facebook que “detallan lo que es permitido y lo que no es permitido” en esa red social. De esta forma, gracias a The Guardian es ya de conocimiento público que Facebook, por ejemplo, considera adecuado permitir que sus usuarios transmitan su suicidio en vivo, siempre y cuando estén interactuando con los que miran el video; pero esta compañía “debe remover las imágenes una vez que ya no haya oportunidad de ayudar a la persona”.

La discrecionalidad e inconsistencias de las políticas de Facebook sobre asuntos como bullying, el discurso de odio o el porno de venganza han llamado particularmente la atención. Por ejemplo, The Guardian ha dado a conocer que esta red ha prohibido las imágenes que se difunden para burlarse de personas con enfermedades. Sin embargo, los comentarios burlescos sin imágenes de por medio sí son permitidos. Por el contrario, las imágenes de bullying pueden ser compartidas libremente, siempre y cuando éstas no incluyan adicionalmente comentarios, risas o apodos.

También son difíciles de entender las reglas relacionadas con burlas raciales y sexuales. Facebook considera inadecuado que sus usuarios compartan contenidos en los que se califica a alguien como estúpido por ser irlandés; pero no ve mal que se compartan contenidos en los que se dice que las mujeres rubias son tontas. Los comentarios negacionistas del holocausto deben ser permitidos, excepto en aquellos países en que este tipo de contenido es considerado ilegal. Vale la pena subrayar que aquí Facebook aclara que, a regañadientes, esta política sólo aplica en 16 países y exclusivamente para no violar la ley.

Vale la pena mencionar dos criterios adicionales. El primero es sobre el terrorismo. La medida de Facebook para prevenirlo consiste en una suerte de aplicación que permite a los moderadores clasificar el contenido con base en ciertos parámetros para determinar qué cuenta como promoción al terrorismo, aunque una fuente comentó a The Guardian que los moderadores en ocasiones no entienden cómo esto puede ser efectivo, y algunos países como Alemania han presionado a Facebook para implementar medidas más específicas.

Finalmente, un último caso que vale la pena mencionar es el que tiene que ver con abuso animal, que puede ser compartido por usuarios libremente, aunque será “marcado” por Facebook como “perturbador” cuando incluya elementos como “desmembramiento” o exponga partes del “interior” de los animales maltratados. Los ejemplos son diversos y el lector puede encontrar interesante revisar la sección “Facebook Files” en el sitio de The Guardian, donde se incluyen todos los detalles de esta investigación: https://www.theguardian.com/news/series/facebook-files.

Las políticas mencionadas arriba son llevadas a la práctica por un grupo de 4 mil 500 moderadores, que, apoyados por algoritmos que detectan automáticamente ciertos indicadores, deben atender las quejas generadas cuando alguno de los miles de millones de usuarios de esta red considera determinados contenidos inapropiados. El reducido número de moderadores puede obedecer en parte a que, de acuerdo con The Guardian la política actual de Facebook es que “nada debe ser retirado si no hay reclamo”. Apenas hace unas semanas, Facebook anunció que duplicaría su cantidad de moderadores; pero la proporción entre usuarios y moderadores sigue siendo abismal.

En ocasiones puede perderse de vista que, a pesar de dar la apariencia de ser un espacio público en que uno puede “aparecer” y comunicarse con otros libre y gratuitamente, Facebook es, como las otras redes sociales más populares, un espacio virtual administrado por una empresa privada que, ante todo, busca obtener ganancias a través de sus servicios. Es decir, que las decisiones de Facebook estarán determinadas, en primer y más importante lugar, por la rentabilidad económica que de éstas se deriven. Es por ello que la indignación o las demandas populares de que Facebook prohíba o elimine determinado contenido deben estar acompañadas por una plena consciencia de que es a una empresa privada a la que estamos pidiendo que regule parte de nuestras vidas públicas.

Puesto de otra forma, ¿debe un particular, de la mano de un puñado de moderadores, contar con la facultad normativa y de vigilancia en asuntos tan complejos y discutidos como la libertad de expresión o detección anticipada de riesgos terroristas? Ciertamente la discusión sobre el papel del Estado en asuntos como la libertad de expresión y la seguridad es añejísima, y no se vislumbra un consenso o una conclusión próxima. Sin embargo, una primera tentación, derivada en parte de la impresionante evolución del mundo virtual, ha sido delegar a Facebook, Twitter o la red que uno escoja la facultad o el deber de regular asuntos que corresponden al Estado en su sentido más amplio.

“¿Es conveniente que el Estado tenga la responsabilidad y la facultad de regular nuestra vida en redes sociales?” Es bien sabido que, si se quiere vigilancia del Estado sobre un espacio, entonces se debe otorgar al Estado la obligación y la capacidad de ver todo lo que ocurre en ese espacio. Desde luego que este tema es aún más delicado en entornos institucionales autoritarios y bananeros como el mexicano, pero lo que tenemos actualmente es a todas luces inviable y muy distante a lo que tendríamos que esperar como modelo de una vida armónica en sociedad. Es en este sentido que The Guardian tiene toda la razón: la respuesta a su pregunta se ha vuelto urgente e ineludible.

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@asalgadoborge

Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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