Ciudad de México, 30 de julio (SinEmbargo).- ¿Sabes qué hace la hermosa actriz estadounidense Jennifer Lawrence cuando está borracha? No, no se pone a ver Los juegos del hambre ni a acosar por teléfono a su ex compañero de elenco y ebriedades Bradley Cooper.
Lo que la rubia ejercita cuando los tragos le hacen efecto es una pasión que comparte con muchos chicos de su edad: tratar de establecer contacto con Bill Murray y hacerle saber cuánto lo quiere, cuánto lo admire.
El intermediario en este caso es el también actor Woody Harrelson, quien los presentó a ambos, cumpliendo así una ilusión antigua de la bella y talentosa Lawrence.
“He sido muy fan de Bill Murray por mucho tiempo. Me lo presentó Woody (Harrelson). Le he mandado emails a Woody, sobre todo estando ebria, con cosas que le quería decir a Bill Murray“, confesó la actriz en una conferencia de prensa.
“Sé que él los recibió. El sólo hecho de que Bill Murray sepa que existo, que quiera hablar conmigo y mencione algo sobre trabajar juntos, es increíble”, dijo Jennifer.
El amor que las nuevas generaciones le profesan al veterano actor nacido hace 64 años en Illinois no es algo para tomarse a la ligera. Al contrario, se trata de una devoción mayúscula a un tipo raro, distinto y a un artista nato lleno de recursos, que ha sabido bordar papeles inolvidables en el séptimo arte.
También es un excéntrico y eso lo convierte en entrañable, como cuando le contó al presentador Graham Norton en el show de la BBC que lleva su nombre que amenazó de muerte a un pobre huésped de hotel en Tokio.
“Estábamos filmando con Sofía (Coppola) y todo el equipo había tomado un hotel. Yo tenía colocados los audífonos del iPod y cantaba a voz en cuello temas de Los Beatles, hasta que de una habitación cercana salió un huésped a pedir que me callara.
Lo miré fijo y le dije en japonés (pronuncia algo inentendible), que es una frase de los yakuza que significa: Ahora debes morir. El tipo se puso blanco, salió corriendo y se encerró en su habitación”, contó Bill Murray.
UNA CELEBRACIÓN MÚLTIPLE
No como Tarantino con John Travolta, pero algo parecido fue el efecto logrado por la niña de sus ojos de Francis Ford Coppola cuando eligió a Bill Murray para protagonizar Lost in translation, una película que todavía divide opiniones.
Hay quienes creen que es un delirio pretencioso de muchacha rica, otros una genialidad digna de la hija del creador de El Padrino. Como sea, la película no sólo sirvió para poner a la joven cineasta entre los directores de primer nivel del contemporáneo, sino también para descubrir a las nuevas generaciones la melancolía silenciosa y conmovedora de un actor que, aun cuando transita la línea más hilarante de la comedia, sabe dejar cierta estela inolvidable de una rebelión dolorosa frente a la futilidad de la vida.
Con Sofia Coppola filma en estos días Bill Murray un especial de Navidad para el gigante de moda Netflix y que llevará por título A Very Murray Christmas (que trae un elenco de lujo con George Clooney, Amy Poehler, ChrisRock, Jason Schwartzman y Miley Cyrus, entre otros), mientras se da tiempo para aparecer en la Comic Con de San Diego vestido con las ropas de su personaje en Rock the Kasbah.
Dirigida por Barry Levinson y escrita por Mitch Glazer, Rock the Kasbah trae a Murray en la piel de un manager musical que es abandonado a su suerte en Afganistán por la última cliente que le quedaba.
Cuando el agua le está llegando al cuello, conoce a una joven con una gran voz a la que anima a participar en The Afghan Star, un programa de talentos al estilo de American Idol alrededor del cual gira la historia que Murray encarna junto a Kate Hudson, Zooey Deschanel, Danny McBride, Scott Caany Bruce Willis.
El protagonista de los Cazafantasmas no sólo recibe los elogios de Jennifer Lawrence, también está prevista la salida del libro The Big Bad Book of Bill Murray, una apreciación crítica de quien el autor (Robert Schnakenberg) considera el mejor actor del mundo.
Bill Murray –dice Schnakenberg- es el tipo de actor que puede hacer en el mismo año a Hamlet y al Charlie de los Ángeles. No tiene representante y aceptó hacer la voz de Garfield porque creyó erróneamente que se trataba de una película de los hermanos Coen.
“La extraordinaria carrera de Bill Murray es rica en anécdotas fascinantes, contradicciones y misterio; desde su éxito temprano en Saturday Night Live y los mayores éxitos de taquilla de la década de 1980 (Tootsie, Los Cazafantasmas) a su reinvención como un icono inconformista a principios del siglo 21 (en películas como Lost in Translation y Moonrise Kingdom)”, promete el libro, de próxima aparición.
Desde Caddyshack, en 1980, hasta ser el actor fetiche de Wes Anderson que en películas como la reciente y aclamada The grand Budapest hotel no hizo más que aumentar la fama de excéntrico que tiene bien ganada el admirado Murray.
La celebración de que es objeto en la cultura pop de nuestros tiempos incluye la existencia de una página web destinada a contar anécdotas alrededor del actor, algunas ciertas y otras no tanto, aunque cuando se trata de Bill Murray todo puede pasar. (http://www.billmurraystory.com/)
