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Guadalupe Correa-Cabrera

01/11/2021 - 12:03 am

“Reconstruyendo mejor” a México

“La idea del cambio climático que justifica la transformación de la matriz energética a nivel mundial—beneficiando, por supuesto, al gran capital verde transnacional—podría ser la madre de todas las batallas para el proyecto energético de la 4T”.

“La victoria en esta feroz lucha es casi imposible, pero pareciera ser que el Gobierno de México está dispuesta a darla y ello es loable”. Foto: Cuartoscuro

Al día de hoy, la reforma al sector eléctrico en México es quizás la única oportunidad real que tiene el Gobierno de la Cuarta Transformación (4T) para consolidar su legado y transcender más allá de este sexenio. La apuesta parece ser la correcta, pero es sumamente arriesgada. El reto es enorme y los obstáculos son monumentales. El actual Gobierno de México, primero que nada, debe lograr los consensos necesarios al interior del Congreso de la Unión para aprobar la reforma que le daría al Estado mexicano mayor capacidad para manejar el sector eléctrico nacional y asegurar así su soberanía energética—considerando que este tema es una cuestión de Seguridad Nacional. El caso de España lo demuestra. Permitir al sector eléctrico quedar a merced de compañías privadas de corte transnacional dejaría al país en la indefensión total considerando la estructura oligopólica de este mercado. Bajo dicho esquema, las empresas privadas extranjeras controlarían los precios y se correría el riesgo de desabastecimiento en tiempos de crisis global y transformación de la matriz energética internacional.

La parte de lograr los consensos políticos para avanzar la reforma es ya de por sí sumamente difícil (casi imposible), atendiendo a los grandes intereses en el sector energético mundial y la enorme polarización en el país. En este contexto, es preciso destacar la determinación de la oposición y una parte del empresariado mexicano—encabezado por actores bien definidos y conocidos—por derrumbar, a como dé lugar, el proyecto que encabeza el actual Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Por el otro lado, existe la enorme capacidad de cabildeo por parte del gran capital en el sector eléctrico—dentro y fuera del país—para frenar la reforma “por todos los medios que sea necesario” (by any means necessary, como dirían en inglés).

Primero está la pugna interna en México. Cabe destacar que los dos grupos que se disputan actualmente el poder político operan dentro de la lógica capitalista, pero se identifican con ideologías distintas y, a simple vista, parecieran apoyar visiones de país fundamentalmente disímiles. El grupo opositor al que me refiero se manifiesta (y lo ha demostrado en la práctica) por un modelo económico que aniquilaría al Estado mexicano y que se basa en el contubernio de los más ricos de México con la mafia internacional del capital.

La alternativa planteada por el actual Gobierno, para ser honestos, no cierra totalmente la puerta a los grandes grupos económicos que dominan la economía mundial. La diferencia radica en que el Gobierno de AMLO tiene una visión más nacionalista, mientras que el modelo de la oposición tiene una visión absolutamente “vende-patrias” y servil a los intereses de los grandes capitalistas extranjeros. Ellos tienen casi siempre sus centros de operación en los países más desarrollados del mundo y principalmente en Estados Unidos. No obstante lo anterior, el modelo económico que los dos proyectos apoyan no es del todo opuesto—si consideramos, en principio, la adhesión de ambos grupos al T-MEC.

En efecto, ambas visiones de país—no obstante el discurso del actual Gobierno de México y la fe que le profesan sus simpatizantes—recaen en el mismo modelo económico que toma forma propiamente desde el sexenio de Miguel de la Madrid. La idea se consolida dentro del marco del Consenso de Washington, pero actualmente se explica en el contexto de una nueva geopolítica. El modelo actualizado—y revisado—tiene como base el quiebre del Estado Nación, el fin de las soberanías y las “fronteras abiertas” al gran capital transnacional. Prevalecen los mecanismos de dependencia tecnológica y el despojo de tierras y recursos naturales, atemperándolos con un toque progresista enfocado en las luchas identitarias y defensa de los derechos de las “minorías” a través de la ideología de género y el indigenismo. La parte central del modelo hoy en día se fundamenta en la transformación de la matriz energética, y se justifica en la idea del cambio climático y en la responsabilidad del hombre (del individuo)—quien estaría obligado a revertirlo.

A simple vista, parecería ser que el actual Gobierno de México quisiera romper con la inercia de la dependencia energética y el despojo del hoy llamado (o más bien “mal-llamado”) modelo neoliberal. Por el bien del país y su gente, parecería ser lo más deseable y lo más correcto. En este contexto, el Gobierno de la 4T parece estar totalmente comprometido con la reforma en una acción (o intento) de resistencia. No obstante lo anterior, México se encuentra atrapado en su dependencia, en su vulnerable posición geoestratégica y en los intereses del gran capital.

Ya comenzó la lucha por “reconstruir a México”, en medio del cabildeo y la supuesta desinformación. Recordemos el estudio publicado en primera plana por el periódico Reforma (aliado indiscutible de la oposición) reproduciendo un estudio del Laboratorio Nacional de Energías Renovables (NREL, por sus siglas en inglés)—que es en realidad un brazo del Departamento de Energía de Estados Unidos, de donde obtiene su financiamiento. Dicho estudio resalta las supuestas grandes desventajas de la reforma al sector eléctrico que propone el actual Gobierno mexicano.

Según cálculos del NREL, aumentarían considerablemente las emisiones de carbono (con lo cual México no cumpliría sus compromisos internacionales), y se elevarían también fuertemente los costos de producción de energía en el país. Dichas estimaciones han generado fuertes críticas por parte de la actual administración y, según comentan algunos expertos, fueron elaboradas con metodologías cuestionables. Algunos alegan incluso que esto podría formar parte de un esfuerzo de cabildeo, a través del Gobierno estadounidense, en favor de las grandes empresas que dominan el sector de las energías renovables.

Llama la atención que después de que se nos planteara la idea de la “revolución del gas shale”, así como la necesidad de una Reforma Energética que daría al sector privado (en su mayoría transnacional) control sobre los hidrocarburos—apoyando férreamente el lema de “Transformar a México”—cambie ahora radicalmente el paradigma energético apoyado en la idea del combate al cambio climático. Esta nueva lógica se apoya en el concepto/marco de “Reconstruir Mejor” (o Build Back Better en inglés: https://www.whitehouse.gov/build-back-better/) que sería la piedra angular del modelo económico estadounidense en la era actual, anclado a los intereses de los grandes (y ahora poderosísimos) capitalistas “verdes”.

El proyecto “Reconstruir Mejor” (BBB, por sus siglas en inglés) de la Casa Blanca va más allá de las fronteras de Estados Unidos—como lo demuestran las actuales discusiones en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Foro Económico Mundial. Al mismo tiempo, BBB perfecciona y amplía la idea del “Nuevo Acuerdo Verde” (Green New Deal) que pusieron primero sobre la mesa las estrellas del progresismo político estadounidense (Alexandria Ocasio-Cortez -AOC- y Bernie Sanders). La lógica de esta reconstrucción, basada en la reconfiguración de la matriz energética a través del desarrollo masivo de las energías renovables, “permitiría a los Estados Unidos alcanzar sus metas climáticas [traducidas en reducciones sustanciales de emisiones de carbono]; crear millones de trabajos bien remunerados; permitir que más estadounidenses se incorporen al o permanezcan en el mercado laboral; y promover el crecimiento de la economía de abajo hacia arriba y de en medio hacia afuera” (según información de la Casa Blanca).

La idea del cambio climático que justifica la transformación de la matriz energética a nivel mundial—beneficiando, por supuesto, al gran capital verde transnacional—podría ser la madre de todas las batallas para el proyecto energético de la 4T. La victoria en esta feroz lucha es casi imposible, pero pareciera ser que el Gobierno de México está dispuesto a dar la batalla y ello es loable. En mi opinión vale la pena, porque los capitalistas verdes van con todo y por todo. A ellos les interesa mantener la Reforma Energética que aprobó un Gobierno “vende-patrias” en 2013. Ello les permitiría controlar el sector eléctrico, el gas y el petróleo de México y, al mismo tiempo, lograrían hacernos dependientes de su tecnología en el sector de las energías renovables.

Los cabilderos del Build Back Better ya llegaron a México con todo y sombrero, y utilizarán “todos los medios que sean necesarios”: la mano blanda de la diplomacia y la mano dura de la división política y la desestabilización a través de diversas fuentes. Todo ello se haría con el afán de “Reconstruir Mejor a México” e insertarnos en su esquema energético y en su lógica de capitalismo verde.

Guadalupe Correa-Cabrera
Guadalupe Correa-Cabrera. Profesora-investigadora de Política y Gobierno, especialista en temas de seguridad, estudios fronterizos y relaciones México-Estados Unidos. Autora de Los Zetas Inc.

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