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Sandra Lorenzano

03/03/2024 - 12:02 am

Los rayos que nos atraviesan

Hay algo allí que bordea el horror y la perversión, pero que elige quedarse del lado de la celebración de la vida; con el cuerpo marcado, con la extrañeza ante sí mismos y ante el mundo, pero con la posibilidad de reinventarse.

Cuando yo tenía unos seis o siete años fui testigo de una de esas escenas que nos marcan para siempre, y que vuelven a nuestra memoria una y otra vez. Era una noche de tormenta en ese suburbio de Buenos Aires que mi madre llamaba “pueblo” porque todavía tenía calles de tierra, otros llamaban “barrio” y nosotros -mis hermanos y yo- llamábamos “casa”. A pocas cuadras estaba la escuela, los amigos, el almacén al que íbamos a comprar nuestras galletas preferidas, la “bajadita” en la que ya un poco mayores nos tirábamos en bicicleta, a riesgo de “rompernos la crisma”, como decía mamá. En fin… eso que tuvimos quienes no nacimos en una ciudad: árboles, perros, gatos, polvo en las rodillas, carreras en la vereda, aire, libertad, perfume de hinojo en el verano.

Esa noche oímos de pronto gritos y llantos de un grupo grande de gente (¿diez, veinte personas?): un hombre traía en brazos el cuerpo de una adolescente de no más de quince años. Eran gitanos.

Discúlpenme, pero aquí tengo que hacer una pequeña digresión para contar que nací en un país en el que, como en muchos otros, la discriminación contra los romaníes era -y sigue siendo- feroz. Las cifras oficiales dicen que en Argentina viven alrededor de 300 mil gitanos, lo que lo convierte en el segundo país de América Latina, después de Brasil, con mayor población de este grupo.

La estigmatización genera desprecio y miedo; por esa razón ningún médico de los alrededores quería recibirlos en su consultorio, sólo mi padre. Cuando los gitanos entraban a la sala de espera, los demás pacientes salían.

A la chica que trajeron cargando aquella noche la había atravesado un rayo. Ya estaba muerta cuando llegaron. Pidieron, entonces, permiso para velarla ahí, frente a la puerta de casa. Yo no podía quitar la mirada de esa desgarradora ceremonia que me enfrentaba por primera vez a la muerte.

Cuando hace apenas unos días vi Los impactados, la nueva película de Lucía Puenzo, estrenada ya tanto en México como en Argentina, recordé esa escena de mi infancia: esos gritos, ese dolor, y también mi angustia y a la vez mi fascinación ante lo que presenciaba, casi sin entenderlo. En los primeros minutos del film, Ada, una joven veterinaria, recibe el impacto de un rayo, mientras está ayudando al nacimiento de un becerro en medio del campo. A diferencia de la gitanita, sobrevive, pero quedará marcada de por vida tanto física como psíquicamente.

Lucía Puenzo es una directora argentina a quien conocemos en México sobre todo por su película La caída, producida y protagonizada por Karla Souza, en la que denuncia el abuso sexual contra las clavadistas olímpicas (basada en una historia real), y por su “XXY” (Gran Premio de la Crítica en Cannes, Premios Goya y el Ariel a la Mejor Película Extranjera), una de las primeras obras en hablar de las personas intersex. En “Los impactados” construye un relato inquietante sobre el modo en que un hecho fortuito -un accidente, el azar- puede transformar la vida, la identidad, y los vínculos de quien lo sufre. Y al mismo tiempo explora un fenómeno tan extraño como la electrofilia: “esa adicción a la electricidad, porque lo que ellos desean es volver a sentir el impacto de un rayo”, ha dicho la propia directora.[1]

Hay algo allí que bordea el horror y la perversión, pero que elige quedarse del lado de la celebración de la vida; con el cuerpo marcado, con la extrañeza ante sí mismos y ante el mundo, pero con la posibilidad de reinventarse.

“…es una conjunción de lo médico y lo científico con lo poético-chamánico, una marca eléctrica, que los atraviesa de cabeza a pies, extraña y hermosa, conocida como las figuras de Lichtenberg”.

Al ver la película pensé en aquella gitanita de mis seis años, que me ha acompañado desde entonces, como las figuras de Lichtenberg a los verdaderos impactados. Es que, en mayor o menor medida, todos hemos sido atravesados por algún rayo real o metafórico. Si tenemos la suerte de que el destino, las diosas o lo que ustedes quieran, nos permitan sobrevivir, lo que verdaderamente importa es qué hacemos con esas marcas, con esas cicatrices, con esas figuras que llevamos dibujadas a fuego por dentro y por fuera. Qué hacemos para honrar la memoria de quienes han quedado en el camino.


[1] En Columba Vértiz De La Fuente, “Lucía Puenzo, su cinta “Los impactados” Y Argentina hoy”

https://www.proceso.com.mx/cultura/2024/2/20/lucia-puenzo-su-cinta-los-impactados-argentina-hoy-324263.html

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, su novela más reciente es "El día que no fue" (Alfaguara). Investigadora de la UNAM, se desempeña allí como Directora de Cultura y Comunicación de la Coordinación para la Igualdad de Género. Presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación).

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