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Dolia Estévez

03/08/2018 - 12:00 am

Bartlett, contra toda evidencia

Su negro pasado rebasa con creces su retórica nacionalista de hoy. No hay nada en sus escasos años de converso que justifique premiarlo. A estas alturas del juego, es ingenuo esperar una explicación honesta y autocritica. Una disculpa a los agraviados; al pueblo de México.

Foto: Diego Simón, Cuartoscuro

Washington, D.C.—Manuel Bartlett siempre ha negado su complicidad en los crímenes que ocurrieron en los seis años que, como secretario de Gobernación (1982-1988), fue el hombre fuerte del sexenio de Miguel de la Madrid. Se presenta como un simple actor de reparto y no el protagonista central. Tergiversa la historia para justificarse. Culpa a otros del fraude de 1988 que robó la presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas. Se dice víctima de una “embestida” nacional. Sobre el espionaje, la tortura, los homicidios, la censura e intimidaciones que abundaron durante su gestión al frente de la secretaría que todo lo controlaba, dice no saber nada.

Su negro pasado rebasa con creces su retórica nacionalista de hoy. No hay nada en sus escasos años de converso que justifique premiarlo. A estas alturas del juego, es ingenuo esperar una explicación honesta y autocritica. Una disculpa a los agraviados; al pueblo de México. Mucho menos un acto de contrición de cara al juicio de la historia. Imposible imaginar a un político vivo que haya hecho más daño a la democracia que el futuro director de la Comisión Federal de Electricidad.

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CARDENISTAS ASESINADOS

El 2 de julio de 1988 —cuatro días antes de la elección en la que se pronosticaba el fin de la dictadura del PRI— fue asesinado Francisco Ovando Hernández, colaborar de Cárdenas a cargo de centralizar los resultados de la elección a través de un mecanismo de información en tiempo real. Román Gil Heráldez, asistente de Ovando, también fue baleado. Son “crímenes políticos” para enviar un mensaje de “intimidación”, denunció un sombrío Cárdenas. Pidió una reunión urgente con Bartlett, quien además de dirigir la Dirección Federal de Seguridad (DFS), presidía la Comisión Electoral. “Mientras los dos se reunían en las oficinas de Bartlett, partidarios de Cárdenas se manifestaban afuera para culpar al Gobierno de los asesinatos” (The New York Times 05/07/1988). La muerte de Ovando facilitó el fraude que Bartlett instrumentó
cuatro días después.

EL FRAUDE DE 88

En sus memorias, de la Madrid narra la frenética escenificación del fraude la negra noche del 6 de julio. A las 10 y media, Bartlett le dijo que en el Valle de México el conteo “venía fuerte” contra el PRI. “Sentí que me caía un cubetazo de agua helada. Me surgieron temores de que los resultados fueran similares en todo el país, eso es, que el PRI perdiera la elección presidencial”. Jorge de la Vega, líder del PRI, le dijo que era necesario proclamar la victoria de Carlos Salinas. Posicionar al PRI como ganador sin cifras que lo sustentara y con las tendencias muy en su contra. “Es una tradición que no podemos romper..”, insistió. “Me comuniqué entonces con Bartlett…cuando le expliqué el punto de vista de De la Vega, se manifestó de acuerdo. Reconoció que era necesario que Salinas se proclamara triunfador. Todos teníamos los nervios de punta. Me imaginé encabezados de periódicos aterradores, que dijeran algo así como: “Cárdenas proclama su triunfo y el PRI calla (Cambio de Rumbo, 2004)”. Los resultados iniciales indicaban que el PRI se encaminaba a una derrota tipo tsunami. Estaba perdiendo la presidencia y el Congreso. Pero cinco días después, cuando Bartlett finalmente terminó de maquillar los resultados oficiales, la Comisión Electoral a su cargo validó el fraude a favor de Salinas.

CÁRDENAS

Pregunté a Cárdenas si Estados Unidos metió la mano en el fraude. “El fraude se cometió directamente por el Gobierno de México, con Miguel de la Madrid en la Presidencia, Manuel Bartlett en Gobernación y un sistema paralelo de conteo de votos. Éste tenía la información real y la que presentaban públicamente era otra”, me respondió (SinEmbargo 05/05/2017).

A LAS ORDENES DE LA CIA

Bartlett dio luz verde para que la CIA, en atropello a la soberanía nacional, operara en el país como si fuera colonia estadounidense. Instruyó a la DFS para que facilitara a la CIA el espionaje contra la KGB, los cubanos y grupos de izquierda centroamericanos (The New York Times 23/06/1985).

BUENDÍA

En 1984, agentes de la DFS asesinaron a Manuel Buendía, el periodista que investigaba el vinculo entre la CIA, la DFS y el narco. José Antonio Zorrilla, el director de la DFS que recibía órdenes directas de Bartlett, fue hallado culpable. Bartlett resultó impune. Dijo que no era responsable de los crímenes de la DFS (The Wall Street Journal 05/03/1997). En 1989, el expediente de Buendía fue cerrado. Los autores intelectuales siguen libres.

CAMARENA

En un juicio en Los Ángeles en 1992, Bartlett fue acusado por dos informantes pagados por la DEA de haber estado presente en una reunión donde se “discutió” el asesinato de Camarena y luego en la residencia en Guadalajara donde fue torturado y asesinado en 1985. Bartlett rechazó los alegatos. Los atribuyó a una “conspiración” en su contra. En 1997, Bartlett contrató a una firma de abogados californiana para limpiar su nombre. Pero el Departamento de Justicia le dijo que quería que testificara ante un Gran Jurado en Los Ángeles. Bartlett consideró un insulto la invitación. Desde entonces no ha vuelto a viajar a Estados Unidos. (The New York Times 19/02/1998). “Hace mucho que no voy a Estados Unidos. No quiero ir. Pero no estoy vetado de viajar”, dijo esta semana (Proyecto Puente 02/08/2017). En un momento dado, Washington sopesó acusarlo penalmente en relación al caso Camarena, pero desistió porque las pruebas que presuntamente lo implicaban no eran sólidas y temía desestabilizar a Salinas. Bartlett era su secretario de Educación (The New York Times 31/07/1995). El caso Camarena marcó a Bartlett. Se dice que Washington vetó sus aspiraciones presidenciales en 1988.

FOBIA CENTROAMERICANA

Para Bartlett, la emigración centroamericana era una plaga que había que frenar. Anunció restricciones en las visas para centroamericanos que huían de la violencia política en búsqueda de refugio en México y Estados Unidos. Los acusó, particularmente a los salvadoreños y guatemaltecos, de “robar empleos a los mexicanos” y provocar “presiones sociales debido al exceso en la demanda de todos los servicios”. En 1983, ordenó reforzar la frontera con Guatemala. El permiso a las aerolíneas para emitir visas a 14 países en Centroamérica, Sudamérica y el Caribe fue revertido. Las visas se limitarían, dijo, para los emigrantes que pudieran probar solvencia económica (The New York Times 22/06/1983). Fuerte contraste con el trato compasivo de Andrés Manuel López Obrador hacia los migrantes.

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La incorporación al gabinete de este Tiranosaurio Rex con las garras manchadas de sangre, no es el fin del país (Tatiana dixit), pero tampoco el prometido nuevo amanecer. Es un decepcionante arranque del Gobierno que dice querer enterrar el pasado y hacer historia.

Twitter: @DoliaEstevez

Dolia Estévez
Dolia Estévez es periodista independiente en Washington, D.C. Inició su trayectoria profesional como corresponsal del diario El Financiero, donde fue corresponsal en la capital estadounidense durante 16 años. Fue comentarista del noticiero Radio Monitor, colaboradora de la revista Poder y Negocios, columnista del El Semanario y corresponsal de Noticias MVS. Actualmente publica un blog en Forbes.com (inglés), y colabora con Forbes México y Proyecto Puente. Es autora de El Embajador (Planeta, 2013). Está acreditada como corresponsal ante el Capitolio y el Centro de Prensa Extranjera en Washington.

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