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Susan Crowley

06/04/2024 - 12:04 am

Mujer en punto cero

Tristemente y a pesar del éxito en su estreno nada más y nada menos que en el Royal Opera House en Londres, aún no existen grabaciones disponibles, debemos conformarnos con algunos avances.

Escrita e interpretada solo por mujeres, con música de cámara, una historia de dolor cantada, Mujer en punto cero, renueva la escena operística.

La ópera es el género teatral cantado. Por lo general cuenta una historia de forma poética. Requiere de una escenografía, iluminación, efectos, además de cantantes, vestuario, maquillaje. Su inicio se remonta al Renacimiento. Después de varios intentos, en 1606, el italiano Claudio Monteverdi creó la primera ópera que, por cierto, hoy podemos disfrutar: El Orfeo. El avance de este arte fue vertiginoso, convirtiéndose en el espectáculo favorito de los nobles y del pueblo. Comedia, drama, amor, asesinatos, venganzas, traiciones, solistas brillantes, coros increíbles, orquestas cada vez más vibrantes. En los siguientes siglos Rossini, Bellini, Donizetti Mozart, Beethoven, Verdi hicieron una obra que hoy podemos considerar eterna y universal.

Para finales del siglo XIX con Wagner se convirtió en un drama musical: el arte total. La melodía infinita, de larga duración e intensidad interminable, la convirtió en un reto para el público y muchas veces para la salud y hasta la vida de sus protagonistas. Más allá de los límites formales, siguió siendo un espectáculo que cruzó el siglo XX, una era de cambio constante.

Como si de una incasable sobreviviente se tratara, la ópera se reanimó y entró a periodos experimentales rebasando los bordes de su propia estructura y animando nuevas aventuras. Shostakovich, Berg, Shoenberg, entre otros, trasladaron al canto historias vanguardistas, exigiendo al público su incondicionalidad con la compleja exploración de la dodecafonía y la atonalidad.

Pero esa resistencia incluía su inminente ocaso. Muchos espectadores prefirieron quedarse con las melodías tradicionales y las historias que emocionaban y que conocían de memoria: Traviata, Tosca, Carmen o todo el llamado bel canto. Las nuevas tendencias en materia de espectáculos, recitales, festivales, el teatro musical, parecieron dejar a la ópera como un arte del pasado. Costoso, con argumentos poco creíbles, a veces ridículamente interpretado entró en un aparente desuso.

La creación y producción de dramas líricos contemporáneos se redujo al mínimo y se convirtió en un arte de culto. Pero los lujosos teatros del mundo construidos para la ópera no iban a quedarse vacíos. Empresarios y productores han buscado en las nuevas generaciones de creadores otras formas de presentar el eterno drama. De nuevo la ópera empieza a reunir espectadores que se dejan seducir por las voces, las historias, la música, siempre con una risita contenida cuando una mujer de enormes proporciones físicas y muy mayor representa a la grácil y casi niña princesa, todo sea por escuchar a la diva del momento.

Sin embargo, está en proceso algo extraordinario. Jóvenes compositores se fascinan con el género y lo actualizan. Dead man walking de Jake Haggie, de quien escribí en este espacio hace algún tiempo, es un ejemplo de esta renovación. Ha emocionado a un variado público con una historia en la que el protagonista es un asesino.

Más allá de heroínas que se sacrifican víctimas de su destino, hoy las historias de mujeres suben a los escenarios para dar ejemplos de fortaleza y redención de la condición humana. Mujer en punto cero, basada en el estremecedor relato de Nawal El Saadawi, ha sido adaptada como un diálogo entre dos mujeres de vidas opuestas que transcurre en un solo día. La libertad es el fin de ambas y es el tema central de la ópera. Una, la feminista consciente, aboga por su lucha para mantener sus logros. La otra, una prisionera cuya lucha se perdió hace mucho cuando empezó a ser abusada por los hombres como hija, como esposa y después como prostituta. Ambas establecen un punto de partida: ¿se puede ser libre estando encarcelada?

Esta discusión se hace posible gracias a la participación de cuatro mujeres involucradas en la construcción de la ópera: la compositora, la guionista, la directora de escena y la directora musical que nos permiten, no solo fascinarnos con la música de una belleza exultante, también los textos y las voces nos hacen reflexionar sobre la justicia, la posición desigual y los derechos de la mujer. Al no poder conseguir la ópera integral, apenas unos fragmentos que agrego al final de mi texto, me permito detallar algo de esta pieza. De origen libanés, Bushiva El-Turk es la creadora del drama humano que reúne las tradiciones musicales de occidente y oriente con la inclusión de instrumentos antiguos como el acordeón; el cromormo o cuerno curvo de madera que cuando es soplado emite un sonido melancólico parecido al de la gaita; una serie de tubos de bambú, el shõ japonés, nos brinda un sonido similar al de la armónica y el daegeum coreano, una flauta larga como nuestra flauta de pan. Este es el pequeño ensamble de seis mujeres que, igual que ejecutan sus instrumentos sobre el escenario, son testigos de las acciones de las protagonistas.

La novela del mismo nombre es la historia de Fridaus, una asesina, víctima y prisionera que espera su ejecución. Pagará con su vida el asesinato del proxeneta del que ha sido víctima. Con resignación expresa: “Todos los hombres que he conocido solo me han inspirado un deseo: el alzar la mano y dejarla caer con fuerza sobre su rostro”, es el leitmotiv que se escucha a lo largo de la ópera. Mentiras, hipocresía, brutalidad y opresión han llevado a esta pobre campesina a reconocer la única salida que le queda: ser libre y asumirse como alguien que no quiere nada, que no teme a nada y que no espera nada. Nawal Al Saadawi la autora, además de médico, es escritora, feminista y activista. Debido a su lucha y postura política ha sido perseguida, encarcelada y obligada a vivir en el exilio. Mujer en punto cero fue prohibida en Egipto y Al Saadawi acusada de fomentar la prostitución. En su novela anterior, Las mujeres y el sexo, denuncia la mutilación femenina que ella misma sufrió.

Tristemente y a pesar del éxito en su estreno nada más y nada menos que en el Royal Opera House en Londres, aún no existen grabaciones disponibles, debemos conformarnos con algunos avances. A lo que sí podemos tener acceso es a la extraordinaria novela del mismo nombre, un relato imprescindible que nos mostrará otras formas de entender las injusticias y la crueldad que el sistema patriarcal ha infringido.

De nuevo, el poder del arte demuestra como un acontecimiento doloroso, y que muchas veces nos negamos a leer en los periódicos ya que nos obliga a pasar la página, cobra un sentido último cuando es transformado en una obra de valor. La literatura, el teatro, el cine, la ópera sirven para contarnos historias, excitar nuestra imaginación, invitarnos a vivir momentos de placer y deleite, salirnos del mundo real para vivir en la belleza que nos brinda un autor. Pero también sirven para obligarnos a encarar realidades dolorosas y terribles, enfrentar injusticias y situaciones de las que queramos o no, somos parte, que nos atañen como un acto de responsabilidad delante de la vida. La historia y la música, en este caso Mujer en punto cero, nos permite explorar la condición humana y adentrarnos en los abismos del alma. @Suscrowley

Mujer en punto ceroNawal Al Saadawi.

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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