“Tengo un lector pidata”

06/08/2016 - 12:00 am
Cuando me topé con una copia idéntica de mi primera novela a la venta por un tercio de su precio en un puesto de revistas, me sentí halagada. “Si te piratean, es que ya eres importante”. Foto: Shuterstock
Cuando me topé con una copia idéntica de mi primera novela a la venta por un tercio de su precio en un puesto de revistas, me sentí halagada. “Si te piratean, es que ya eres importante”. Foto: Shuterstock

Todos recordamos la irritante campaña (y si no: https://www.youtube.com/watch?v=BluKajvBFJY) que hace unos años inundó los cines, los DVDs a la renta y hasta las mismísimas películas pirata, en las que los creadores (o llamémosles “copiadores”) dejaban el comercial en contra de la piratería para tener una carcajada más. Sí, sabemos que el mercado de películas pirata está conectado con otras clases de contrabando que no debemos promover, pero rara vez pensamos que Tom Cruise se quedará sin comer si compramos la última Misión Imposible en el mercadito de la esquina. Es muy poco probable que eso pase y “bueno”, nos decimos, “¿a quién le harán la diferencia mis 50 pesos?”. La campaña buscaba concientizar a los padres de los valores que estaban heredando, uno de ellos la devalorización del trabajo de los demás. “Las películas pirata se ven mal, pero tú como papá te ves peor”, era la conclusión. Las películas de a 3 por 10 son consideradas “nacas” y hoy para muchos ya ni son necesarias: se bajan las películas por internet en altísima calidad, con todo y subtítulos y a días de que aparecieron en cartelera. Esas películas no se ven mal y los hijos de aquellos antiguos “piratas” son mucho más hábiles que ellos para encontrarlas y bajarlas. Pero Tom Cruise sigue sin morirse de hambre.

Cuando me topé con una copia idéntica de mi primera novela a la venta por un tercio de su precio en un puesto de revistas, me sentí halagada. “Si te piratean, es que ya eres importante”. ¿Cómo sucede esto? Muchas veces, los mismos empleados de las imprentas imprimen por su lado los PDF enviados por las editoriales y así, sin tener que pagarle a diseñadores, editores, formadores, correctores, vendedores ni, por supuesto, al autor, pueden vender el libro a 80 pesos. Y quedan casi idénticos, aunque esas copias pirata serían, en la campaña aquella, “los libros pirata que se ven mal”. Hoy eso tampoco es necesario: la piratería literaria también es digital y para quien no tiene el fetiche del libro físico, es muy fácil conseguir casi cualquier título en PDF.

Al navegar, comencé a encontrar un montón de páginas que ofrecían mi obra gratis. Muchos lectores, incluso, me escriben pidiéndome que les mande tal o cual libro porque “me encanta tu trabajo pero no puedo comprar los libros”. Recuerdo una ocasión en que encontré mi trilogía en el blog de un par de chicas, “amantes de la lectura”. Les solicité que bajaran los PDF y se negaron. Les dije que lo que hacían era ilegal y bajaron los enlaces, pero se ofendieron mucho, diciendo que mi objetivo debía ser que más gente me leyera y que ellas nunca más lo harían porque lo único que me importaba era el dinero. Cualquiera (con contadísimas excepciones) que se dedique a las letras o a casi cualquier otra actividad cultural, sabe que es el camino incorrecto para alguien a quien sólo le importe el dinero. O le importe un poco. O espere vivir de eso. Para muestra, una cuenta rápida:

Mi primera novela tomó 9 meses. Me dedicaba a escribir unas 6 horas al día, 6 días a la semana. Si hablamos de que se vendieron 5 mil ejemplares de a 250 pesos cada uno, con un 10% de regalías para mí, eso serían 125 mil pesos. Divididos entre 9 meses, da como resultado menos de 14 mil pesos de sueldo al mes, habiendo trabajado con un solo día de descanso a la semana. El asunto se pone peor si pensamos que esta fue mi primera novela publicada, y que antes de ella se invirtió el triple o cuádruple de tiempo en novelas que nunca serán redituables pero que eran pasos necesarios, algo así como una maestría que nunca verá una devolución en salario. Después vienen los meses de promoción y visitas a ferias. Estos meses no se pagan y, de hecho, las actividades de promoción y el desplazamiento a alguna estación de radio, etcétera, muchas veces corren por cuenta del autor. Así que de redondear los 9 meses en un año (y a muchos autores una novela les toma mucho más), llegamos a poco más de 10 mil pesos de salario al mes, sin prestaciones, vacaciones ni aguinaldos. Luego, se comienza a madurar una idea para una nueva novela en la que una editorial puede estar interesada o no.

Por supuesto, dedicarse a escribir es una elección y, por supuesto, hay satisfacciones de otro tipo. Llegar a publicar, incluso, y a ganar lo que sea en materia de regalías, se considera un sueño guajiro. Y un sueldo de 10 mil pesos al mes sigue estando, lamentablemente, por arriba del promedio con el que viven muchas familias en este país, pero no es un sueldo millonario: o sea, pocos autores en México son el Tom Cruise que no necesita que pagues tu boleto de cine para poder vivir. Si el producto cultural en cuestión te está siendo divertido, útil o atractivo y te apetece consumirlo, es que tiene un valor, y el valor debe traducirse en algún beneficio para el creador, para que pueda seguir creando los productos que te gusta consumir y porque, simplemente, las cosas cuestan.

En cuestión de libros existe la sensación de que la piratería es “un poquito menos mala” porque se está haciendo por una buena causa: leer. La cultura. Y la verdad es que pasarse documentos digitales no se siente como algo ilegal, no como ir a una librería o a una feria del libro concurrida y robarse libros, por ejemplo: el libro es un objeto físico con un claro valor establecido y pareciera que el contenido digital no. En el PDF cualquier novela pierde estilo, se ve menos elegante, menos valiosa. Pero así como la ven, fue una idea, un sueño, un proceso que para el autor se extiende hacia atrás meses y hasta años y que, para bien o para mal, es, además de un producto cultural, un producto comercial. Eso quiere decir que los autores están insertos en el mismo sistema económico que los lectores y pocos de ellos cuentan con un apoyo gubernamental (como los antiguos mecenazgos de las cortes, por ejemplo) que les permita crear independientemente del éxito comercial de sus obras, eso sin hablar de todo el aparato editorial que hace posible una publicación. “¡Ese es el problema! Yo al autor le doy sus 25 pesos, pero las editoriales se enriquecen con el trabajo de…”. Entiendo el punto, pero la institución EDITORIALES no consiste de un villano que se enriquece a costa de todos, sino de cientos de profesionistas que tienen trabajo gracias a que los lectores le dan valor a los libros.

“La cultura debería estar al alcance de todos” es el principal argumento para la piratería literaria y es, también, una pregunta filosófica milenaria. Sí: yo creo que la cultura debería estar al alcance de todos, y creo que gracias a internet (más que a las bibliotecas públicas, lamentablemente) mucha lo está. Páginas como Project Gutemberg reúnen, traducen y difunden gratuitamente obras cuyos derechos de autor han expirado y cuya difusión realmente no afecta a nadie, sino todo lo contrario. Todos los clásicos están ahí, así como trabajos académicos de toda índole. Sin embargo, los que seguimos siendo de carne y hueso vivimos, además de en nuestros mundos imaginarios, en el mundo real, y en el mundo real una de las más grandes satisfacciones para cualquier persona es percibir un salario digno por su trabajo, lo que equivale a decir: “Lo que haces tiene un valor, no quiero que dejes de hacerlo”. Una de las más grandes satisfacciones y una de las más básicas necesidades.

Lorena Amkie
Nació en la Ciudad de México en 1981. Su idilio con las palabras empezó muy temprano y la llevó a pasearse por la poesía, el ensayo y el cuento, para encontrar su hogar en la novela. Graduada de Comunicación por la Universidad Iberoamericana, ha publicado la trilogía gótica para jóvenes Gothic Doll (Grupo Planeta) y la novela El Club de los Perdedores. Imparte talleres de escritura creativa y colabora con distintos medios impresos y digitales. Su cercanía y profundo respeto hacia su público, así como su estilo franco y nada condescendiente, le han valido la atención de miles de jóvenes en México y Latinoamérica, situándola como una de las autoras de literatura juvenil más interesantes en el mundo de habla hispana actualmente.
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