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Catalina Ruiz-Navarro

09/12/2014 - 12:05 am

Ya no soy famoso

El actor Shia LaBeouf acaba de contar a la revista ‘Daze’ que a comienzos de este año, mientras realizaba un performance, fue violado por una mujer desconocida. La historia es esta: LaBeouf, quien interpretó a un joven Anakin en las precuelas de ‘Star Wars’ y a un nerd frenético en las películas de ‘Los Transformers’ […]

www.nydailynews.com
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El actor Shia LaBeouf acaba de contar a la revista ‘Daze’ que a comienzos de este año, mientras realizaba un performance, fue violado por una mujer desconocida. La historia es esta: LaBeouf, quien interpretó a un joven Anakin en las precuelas de ‘Star Wars’ y a un nerd frenético en las películas de ‘Los Transformers’ estaba colaborando con dos artistas: Nastja Säde y Luke Turner en el proyecto llamado #IAMSORRY (yo lo siento o yo pido disculpas) y la pieza consistía en que LaBeouf se sentaba en silencio tras un escritorio y con una bolsa de papel en la cabeza (que ya había usado antes en alguna alfombra roja) que decía “I am not famous anymore” (ya no soy famoso). Durante cinco días, el público podía sentarse a solas con LaBeouf en la galería y usar cualquiera de los objetos que había en una mesa (todos asociados con la carrera del actor) para interactuar con él.

En el performance de LaBeouf la vigilancia era nula y no había límite de tiempo para interacción. La audiencia podía actuar sin ser observada, es decir, sin control social. LaBeouf cuenta que una mujer entró con otro hombre (que se quedó vigilando en la puerta) y que ella le quitó la ropa y lo violó. Después de 10 minutos se fueron antes de que nadie pudiera identificarlos o detenerlos.

Muchos ponen en duda la denuncia de LaBeouf. Desde “si es un hombre debió gustarle” hasta “qué pendejo por qué se dejó”, es decir los mismos argumentos que emergen ante cualquier violación: qué la víctima miente o exagera, qué la víctima se dejó o se que puso deliberadamente en peligro.  En el caso de LaBeouf, como es un hombre, carga con ese mandato de su género que dice que siempre, siempre, los hombres quieren tirar, con lo que sea y como sea, que solo se trata de meter la verga en algún hueco como el niño que juega con un enchufe. Esta mentira, mil veces repetida, es una de las tantas formas en que los estereotipos de género son nocivos para todos. Que los hombres también sean víctimas de violencia sexual no es prueba de que la violencia sexual no tiene que ver con el género, al contrario, solo desde el patriarcado se puede pensar que está bien asumir el cuerpo de otra persona como un objeto o una propiedad y es desde los géneros desde donde se construyen estas relaciones de poder y sometimiento. El machismo, aunque les da muchos privilegios a los hombres, les quita con frecuencia el de ser personas tridimensionales y con sentimientos. También les quita el espacio para admitirse víctimas.

LaBeouf no es el único hombre el Hollywood que ha dicho públicamente que ha sido víctima de una violación por parte de una mujer. Otros lo han dicho antes que él pero con otras palabras. Por ejemplo Chris Brown contó que “perdió su virginidad con una adolescente mayor cuando él tenía 8 años”. Cuando lo dijo en una entrevista se ufanaba de ello pero es difícil creer que un niño de 8 años esté en capacidad de dar consentimiento. Lo realmente cruel es que muchos hombres víctimas de violencia sexual no solo no pueden admitirlo sino que se ven obligados a creer que les gustó.

Pero, un momento: LaBeouf estaba haciendo una obra de arte donde explícitamente invitaba a la audiencia a interactuar con él *como quisieran*. ¿No podría entenderse esto como una forma de consentimiento? ¿Podríamos decir que la violación fue parte de la obra? ¿Por qué no detuvo LaBeouf a su agresora? Sobre esto último hay que decir que no es tan sencillo como “resistirse a una violación”. Las víctimas de violencia sexual, hombres o mujeres, suelen paralizarse del miedo. LaBeouf estaba en una situación vulnerable y no podemos poner la carga del delito en que él no se defendiera, es la misma forma del argumento de “quién la mandó a ponerse minifalda”. Quien tiene la responsabilidad de no agredir es el agresor. Pero, ¿era toda la puesta en escena de la obra una forma tácita de aceptar (o hasta invitar) a la violación? NO. No hay tal cosa como “consentimiento tácito”. En ningún momento LaBeouf hizo explícito que quisiera tener sexo con esa mujer. Así que la mujer no tenía manera de saber si el quería tener sexo con ella y era su responsabilidad no hacerlo. El consentimiento, al menos en lo que al sexo respecta, jamás es un asunto de libre interpretación. Ni siquiera una erección es una forma de consentimiento explícito, pues hay erecciones involuntarias.

En cuanto a si este delito fue o no parte del performance la triste respuesta es que sí, lo fue. No todas las cosas que suceden en el arte son bellas o éticas. De hecho, pocas cosas logran sumergirse en los lugares más oscuros y sórdidos de los seres humanos de la manera que lo hace una obra de arte. Esto al margen de la consideración de si el performance de LaBeouf fue bueno o malo –a estas alturas eso es irrelevante. Pero que esta violación haya sido parte de la obra no quiere decir que esto de ninguna manera justifique el delito o lo disculpe o lo proteja. Un delito contra la integridad de una persona es un delito en el contexto que sea y no hay discurso artístico que pueda disculpar eso.

El performance de LaBeouf hace una clarísima referencia a la obra Ritmo 0 de la diosa de la performance, Marina Abramovic. En esta obra de 1974, Abramovic pone a prueba la relación entre el artista y su audiencia. Se asigna a sí misma un rol pasivo, forzando al público a “actuar sobre ella”. En una mesa deja 72 objetos de todo tipo y en un cartel se informa a la audiencia que pueden usarlos para interactuar con la artista como cada quien quiera. Los objetos servían para infligir dolor o placer: una rosa, una pluma, miel, un látigo, aceite de oliva, tijeras, una pistola, una bala. Durante seis horas la artista quedó a merced de su público. Al comienzo la audiencia fue tímida y modesta en sus acciones, pero a medida que iba pasando el tiempo la gente tuvo comportamientos más agresivos. “Me sentí violada” comentó después Abramovic ”cortaron mi ropa, clavaron las espinas de la rosa en mi estómago, una persona apuntó la pistola a mi cabeza. Fue una atmósfera muy agresiva”, dijo. Tras seis horas de performance, Abramovic se puso de pie y caminó hacia su audiencia que huyó despavorida ante la confrontación. “Lo que aprendí fue que si de la audiencia depende, pueden llegar a matarte.”

@Catalinapordios

Catalina Ruiz-Navarro
Feminista caribe-colombiana. Columnista semanal de El Espectador y El Heraldo. Co-conductora de (e)stereotipas (Estereotipas.com). Estudió Artes Visuales y Filosofía y tiene una maestría en Literatura; ejerce estas disciplinas como periodista.

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