La parálisis de la ciencia

10/10/2013 - 12:01 am

La crisis presupuestal en el gobierno de Estados Unidos parece que no tendrá una pronta ni una sana solución. Desde su inicio, hace más de una semana, dio en el blanco de muchas instituciones científicas y culturales, centros de investigación, museos, zonas naturales protegidas, entre otros, recortando prácticamente todo su presupuesto y dejándolas en el mayor de los desamparos. Eso sí, la tijera fue dirigida hacia este tipo de cosas que, desde la óptica política, importan poco y de las que casi nadie se va quejar.

Una de las primeras en caer fue la NASA, la institución emblemática por excelencia de la exploración espacial e icono de viajes interplanetarios, astronautas, satélites de primera generación, telescopios espaciales y un gran número de desarrollos tecnológicos aplicados en nuestra vida diaria. Otro en morder el polvo fue el proyecto Kepler, cuyo telescopio espacial se convirtió en los pasados cuatro años, en el mayor cazador de planetas en otras estrellas. En general, todos los proyectos programados por la agencia espacial han sido detenidos y la gran mayoría de sus portales en internet están sin funcionar. A ese grado llegó la situación.

Sin embargo, el problema no se ha limitado al mero cierre de museos y sitios web. No, la disputa gubernamental del otro lado de la frontera también ha alcanzado y afectado a la ciencia en México.

Nuestro país tiene una de las mayores comunidades de investigación astronómica en el área de la radioastronomía en latinoamérica y muchos de sus proyectos se realizan en colaboración con instituciones norteamericanas -ahora cerradas por la crisis. Tal es el caso del conjunto de antenas llamado VLA (Very Large Array en inglés), ubicado en la planicie de San Agustín en el estado de Nuevo México, a sólo unas horas de la frontera con México. Muy probablemente usted lo reconoce por imágenes donde las antenas trazan una “Y” de varios kilómetros por lado o por la película “Contacto” protagonizada por Jodie Foster.

Con este instrumento, el doctor Luis Felipe Rodríguez -investigador del Centro de Radioastronomía y Astrofísica de la UNAM (CRyA-UNAM), Campus Morelia- ha estudiado las primerísimas etapas de la evolución estelar, justo cuando las estrellas aún son muy jóvenes y presentan características sólo detectables mediante antenas de radio. La observación tradicional con telescopios ópticos es prácticamente inútil dada la gran cantidad de gas y polvo que rodea esas regiones de formación de nuevas estrellas. Es como querer detectar con nuestros ojos el fuego de un encendedor, colocado a varios kilómetros de distancia, en medio de un denso campo de niebla. El trabajo de investigación del doctor Rodríguez, utilizando observaciones con el VLA, ha abarcado muchos otros objetos cósmicos, haciéndolo uno de los astrónomos más citados e importantes a nivel mundial. Sin embargo, no es el único afectado: en todo el país hay más de una treintena de investigadores que usan observaciones del VLA o comparan esas observaciones con modelos teóricos.

El conjunto de antenas en Nuevo México es sólo uno de los instrumentos que conforman el Observatorio Nacional de Radioastronomía de Estados Unidos (NRAO por sus siglas inglés) -que se mantiene cerrado. El resto de los proyectos lo componen la antena de 100 metros de diámetro (Green Bank Telescope) en West Viginia, EU, el conjunto de antenas VLBA (Very Large Baseline Array) formado por 10 antenas y, finalmente, 25 de las 66 antenas del conjunto ALMA (Atacama Large Millimeter Array) recién completado y puesto en marcha en el desierto chileno.

Otro de los proyectos afectados es liderado por el doctor Laurent Loinard -también investigador del CRyA-UNAM-, cuyo objetivo es medir con muy alta precisión la distancia a cientos de estrellas ubicadas relativamente cerca del Sol (a algunos miles de años luz de distancia). El trabajo lo realiza en colaboración con otros astrónomos de Estados Unidos y Alemania, pero representa además el proyecto de doctorado de varios estudiantes en Morelia. Las observaciones se realizan con el conjunto de antenas VLBA distribuidas en territorio estadounidense: desde las Islas Vírgenes en el Caribe hasta las islas de Hawaii (en dirección Este-Oeste) y desde Texas hasta el estado de Washington (de Sur a Norte). La enorme área que cubre la posición de las antenas equivale a tener un solo radiotelescopio de 8 mil 600 kilómetros de diámetro, logrando una fina resolución angular para identificar estrellas muy pequeñas. Además, se hace un seguimiento de las estrellas durante varios meses, haciendo posible detectar su movimiento y determinar con muy alta precisión sus distancias. El proyecto principal del doctor Loinard está encaminado en investigar una región de estrellas jóvenes, gas y polvo que parece envolver la vecindad solar en una especie de cinturón de algunos miles de años luz de diámetro.

Dado que muchos de los instrumentos antes mencionados fueron totalmente apagados, la puesta en marcha y reanudación de actividades normales podría llevar semanas o incluso meses. Para algunos astrónomos cuyas observaciones estaban programadas para este otoño, el 2013 podría ser un año perdido.

Y mientras tanto, en México…

El problema de la parálisis gubernamental en Estados Unidos se suma al pobre interés que han mostrado los gobiernos mexicanos de los últimos sexenios en materia de inversión en ciencia y tecnología. A pesar de los constantes llamados y recomendaciones de la comunidad científica nacional y de organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de aumentar el presupuesto anual en ciencia y tecnología, ni la administración de Vicente Fox, ni la de Felipe Calderón dieron el lugar que merece la inversión en investigación y la formación de recursos humanos. El desarrollo de proyectos científicos de clase mundial fue -y es- prácticamente nulo en México. Curiosamente, los sexenios panistas también se caracterizaron por una parálisis presupuestal en este sentido, incluso quebrantando la Ley de Ciencia y Tecnología que establece un 1% del Producto Interno Bruto (PIB) como monto mínimo de inversión.

Un reciente análisis de la situación en el país fue abordado en un reportaje por la revista Scientific American, donde describen la “singular” situación de México, señalando que “en casi todos los aspectos medibles, el dominio que alguna vez tuvieron las instituciones científicas de México ha sido rebasado por otros países”.  “Mientras tanto,”-señala la publicación- “una guerra horrenda en contra de las drogas ha desgarrado el norte de México en pedazos, la corrupción es rampante y las patentes y nuevas empresas se crean a cuentagotas”. Nuestro país sufre de altos contrastes económicos, grandes problemas en materia de seguridad y educación de la población y el papel de la ciencia y la tecnología como palanca del desarrollo ha sido simplemente ignorado.

Un cuadro comparativo dentro del reportaje de Scientific American es simplemente revelador: México ocupa el décimo lugar entre las economías dentro de la OCDE. Sin embargo -y he aquí lo preocupante-, ocupa el lugar 34 en inversión científica y tecnológica con un raquítico 0.43% del PIB. En comparación podemos citar algunos ejemplos: Argentina invierte 0.65%, Turquía 0.86%, España 1.33%, Canadá 1.74%, Singapur 2.23%, EU 2.77% y Corea del sur 4.03%. Brasil, el país latinoamericano que más inversión hace en ciencia y tecnología supera en tres veces a México.

Para este sexenio, Enrique Peña Nieto se comprometió a elevar el presupuesto año con año en 0.1% hasta lograr el 1%, mínimo recomendado por la OCDE, para el 2018. Por el momento y en espera de la presentación del proyecto de egresos para el año 2014, la cifra que el gobierno federal proponga debe superar el 0.5% del PIB.

Con estos débiles números y el poco interés de los políticos mexicanos por invertir más –y motivar la inversión privada– en ciencia y tecnología, estoy convencido de que la parálisis de la ciencia comenzó, hace muchos años, en casa.

Vicente Hernández

Twitter: @naricesdetycho

Vicente Hernández
Astrónomo y divulgador de la ciencia
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