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“No tengo ganas de seguir”, dice Carmen. La violencia en Chilapa le desapareció a sus dos hijos

11/05/2018 - 7:20 pm

En marzo y mayo de 2015, dos hijos de María del Carmen Abarca Nava desaparecieron. Desde entonces, ha emprendido la búsqueda, sin éxito y con sus propios medios, y aunque “a veces ya no tengo ganas ni de trabajar, no tengo ganas de levantarme ni de seguir pues”, continúa con la esperanza de hallarlos.

Héctor, el mayor, desapareció cuando tenía 30 años; había ido a visitar a su madre y, desde entonces, no se supo más de él. Jorge, de 18, fue detenido en un retén en la glorieta de Chilapa el 9 de mayo del 2015.

A la falta de noticias, se suma la disminución de recursos. Pese a pertenecer al Registro Nacional de Víctimas (Renavi), creado para atender a los familiares de las personas afectadas por delitos del crimen organizado, señala que no ha recibido apoyo para subsistir o mantener su búsqueda.

Chilapa/Ciudad de México (El Sur/SinEmbargo).- “A veces ya no tengo ganas ni de trabajar, pues”, comentó la señora Carmen a tres años de la desaparición de dos de sus hijos, y en la víspera del Día de las Madres.

Esta vez la presencia y promesas de atención de altos representantes de las comisiones nacionales y estatales de derechos humanos así como de autoridades estatales y municipales en Chilapa, no la inmutan.

“No me alegra nada porque siempre vienen autoridades, siempre autoridades van y siempre está igual”.

La señora María del Carmen Abarca Nava de 47 años sufrió en marzo y mayo de 2015 la desaparición de dos de sus tres hijos, el mayor y el menor, y desde entonces ha emprendido sin éxito la búsqueda de sus muchachos.

Héctor Jaimes Abarca que al momento de su desaparición tenía 30 años estudió Antropología en la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG) y colaboró en el Centro Morelos.

La última vez que lo vieron fue la tarde del miércoles 18 de marzo de 2015, justo el día del cumpleaños de su mamá, cuando regresaba de Chilpancingo y se dirigía a su casa en la periferia de la ciudad de Chilapa.

Luego, en la irrupción de civiles armados, la tarde del nueve de mayo del mismo año, Jorge Jaimes Abarca, de 18 años, fue detenido en un retén en la glorieta de la ciudad cuando aún trabajaba como repartidor de tortillas, desde entonces no hay noticias de él.

A tres años de la tragedia, fatigada física y emocionalmente con su trabajo de comerciante a cuestas para subsistir, Carmen continúa buscando a sus muchachos.

La lucha la ha costeado sola sin el apoyo de las autoridades a pesar de que está en el Registro Nacional de Víctimas (Renavi) creado para atender a los familiares de las personas afectadas por delitos del crimen organizado, para brindar asistencia, salvaguardar su integridad física y psicológica así como para hacer una reparación integral del daño.

El trabajo sigue, dice, “lo mas trabajoso sigue al no saber nada de ellos, no hay ni una investigación, ni un detenido, no hay nada que las autoridades nos puedan decir, no hay nada, no sabemos nada de ellos”.

Revela que en cuestión económica no ha recibido apoyo para subsistir o mantener la búsqueda.

“Dicen que los que tengan Renavi los apoyan pero de nada sirve que tengamos, ya tres años y casi no nos han dado nada, hemos andado dando vueltas, hemos andado gastando dinero pero de nosotros, gastando nuestro poquito dinero que tenemos, trabajamos y ya así nos vamos, pero por parte de las autoridades ningún apoyo”, se quejó.

La búsqueda, agrega, la ha tenido que combinar con su trabajo diario por lo que su situación económica decayó.

“Cambió mucho porque ya no trabajamos igual, como yo siempre he trabajado desde que tenía 12 años, siempre me ha gustado trabajar, cuando empezaron a estudiar mis hijos los he sacado adelante”.

“Héctor empezó a estudiar una carrera y trabajaba yo para que él se fuera y pagaba su renta, lo que iba a pagar de colegiatura, me ponía a trabajar, sin embargo ahora ya no trabajamos igual porque en lugar de ponernos a trabajar nos vamos a buscarlos. Andamos investigando por dónde los tienen, si los tienen vivos o si ya los mataron. O sea, no sabemos nada, aunque andamos por allá, pues no, no sabemos nada”, relató.

–¿Qué esperan con la visita de las autoridades y de los representantes de derechos humanos nacionales y estatales?– se le pregunta después de comer al término del foro organizado por el colectivo Siempre Vivos, del cual es integrante.

–Pues ya no me alegra nada porque siempre vienen autoridades, siempre autoridades van y siempre está igual.

Comentó que la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas les ha pagado el pasaje a la Ciudad de México, pero que tienen que devolver el poco dinero que les sobra y que con la mala fortuna de un robo en este momento está endeudada.

“Hemos ido a la Ciudad de México como tres veces, nos han pagado el pasaje, nos han depositado para el puro pasaje pero el poquito dinero que nos sobra lo tenemos que devolver”.

“Incluso yo esta vez que fui a México me robaron lo que es mi dinero, todo el monedero y aun así lo tuve que devolver, ese dinero yo lo debo, tuve que conseguir ese dinero para devolverlo todavía, tenía que devolverlo para que mi historial estuviera limpio”, cuenta.

“Eran 4 mil 200 (pesos) que me robaron en el transcurso que fuimos a México porque como no hallamos flecha (autobús) de México a Chilapa, nos tuvimos que venir de México a Chilpancingo transbordando, entonces cuando nosotros nos venimos a mí me robaron mi dinero”.

Desmoralizada por su peregrinar y la falta de resultados, con una depresión evidente sostiene que tiene que seguir la búsqueda de sus hijos.

“A veces me siento mal, a veces ya no tengo ganas ni de trabajar, no tengo ganas de levantarme ni de seguir pues, pero aún así ando y también si vamos al doctor, lo hacemos por nuestros propios medios”.

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