Alejandro Páez Varela
13/02/2017 - 12:05 am
No, no marché
Habría salido si fuera un llamado para hacer vibrar al Estado de México; si fuera una convocatoria ciudadana y apartidista para asaltar la cueva de los ladrones entre todos; para terminar con el nido de impunidad, de robadera y de falta de transparencia.
No, no marché ayer domingo. Nunca o casi nunca marcho y esta movilización no me convenció desde un principio. Entre mis conocidos hubo quienes fueron y otros no, y hubo un agarrón en redes sociales más o menos interesante pero no, no marché. No me convenció el llamado.
Aunque he sido observador en muchas movilizaciones en estos años, nunca pensé en ir. Pero Ricardo Fernández Audiffred fue el que me convenció, definitivamente. Fue un video del presidente de PRI.mx (un movimiento priista en redes sociales) que me mandaron por WhatsApp justo la mañana del domingo. Tres minutos y 22 segundos que empiezan con Donald Trump diciendo, en repetidas ocasiones: “¡¿Quién va a pagar por el muro?!”, y la horda respondiendo: “¡México!” y luego, la frase del empresario que se ha vuelto viral en México: “Me gusta provocar a mis adversarios para ver cómo reaccionan. Si lo veo grande, negocio. Si lo veo débil, lo aplasto”.
El líder priista dice, enseguida, en ese video: “Hoy México se encuentra ante una adversidad que implica mayores retos para salir adelante. Ante situaciones como esta, hemos visto que la división nos debilita. Y es en estos momentos en los que la unidad es nuestra mayor fortaleza. Hemos demostrado que unidos somos más fuertes. Y no veo por qué no lo podamos hacer”, bla, bla.
La musiquita de fondo es maravillosamente inspiradora. “¿Qué podemos hacer?”, dice el hombre, casi como un regaño cariñoso, como un amigo que te pide que no seas idiota y hagas lo correcto. Responde: “Primero, hablemos bien de México”.
Scriiich. Espera, pera. Claramente, me dije, es una nueva versión de la campaña de Presidencia de la República que dice: “Lo bueno no se cuenta, pero cuenta mucho”.
Así fue que desistí. Me dije: no voy ni porque el solecito de domingo se antojaba para andar en la calle.
Voy a insistir en esto: respeto a los que marcharon de buena voluntad, ayer, en el “Vibrar México”; y más a los que tenían claro (y lo expresaron) que el enemigo está en casa. Porque Donald Trump no es la gran adversidad que implica mayores retos para salir adelante. Es el PRI. Es la Presidencia de Enrique Peña Nieto y el propio Enrique Peña Nieto. El reto es sacar cuanto antes a los ladrones de la cueva llamada Estado de México, donde se han escondido durante 90 años y desde donde salen a morder y a robar, a saquear y a corromper, y a donde se han regresado a esconderse, a regodearse, a agarrar fuerzas para luego salir a corromper, a frenar cualquier avance.
Habría salido si fuera un llamado para hacer vibrar al Estado de México –que es el primer reto que tenemos los mexicanos en el calendario de corto plazo–; si fuera una convocatoria ciudadana y apartidista para asaltar la cueva de los ladrones entre todos; para terminar con el nido de impunidad, de robadera y de falta de transparencia.
Ricardo Fernández convoca, en ese video, a sentirnos orgullosos de México y no puedo; me da vergüenza un país con 40 millones de pobres, desigual, poco transparente, con niveles inéditos de corrupción, con niveles inéditos de deuda, con debilidad histórica del peso, con Monex, Grupo Higa, OHL, Javier Duarte, César Duarte, Fidel Herrera, Rafael Moreno Valle, Rodrigo Medina, Roberto Borge, Jorge Herrera, Egidio Torre, Guillermo Padrés, Humberto Moreira, Rubén Moreira; que me disculpe si no respondo a su convocatoria “nacionalista” pero me avergüenzan él y las medicinas falseadas para robarse el dinero de Veracruz; Tlatlaya, Ayotzinapa, Ostula, Apatzingán. Eso me da vergüenza: los Tomás Zerón de Lucio, los Arturo Montiel; los Carlos Romero Dechamps y las “casa blanca”.
Fernández Audiffred llama a viajar por México, y él sabe que no es posible tal aventura: su partido prometió seguridad, recomponer un país hecho pedazos por Felipe Calderón, pero Peña resultó peor y la violencia alcanzó niveles también inéditos, y la impunidad está a la orden del día, lo mismo que los secuestros y las desapariciones.
Ahora resulta que Trump es el diablo, ajá. Sí, es un hijo de la tiznada y posiblemente nos tengamos que tragar cuatro años de este sátrapa anaranjado, racista, hijo de su madre. Y el país resistirá, ya verán. Incluso ocho años.
Pero este país ya no puede aguantar 90 años de mentiras y saqueo, de opacidad y ambición. Les aseguro que puede aguantar ocho años (en el peor de los casos) de Trump, pero ni uno más de Peña y compañía.
No, no marché y respeto a los que salieron ayer –porque de eso se trata una democracia– y sé que será el gran tema de las televisoras durante semanas; y que en esas mismas televisoras no saldrá el grito de “¡Fuera Peña!” que se escuchó en el Ángel. Porque esas mismas (las televisoras) convocaron a una marcha contra Trump, no contra Peña.
No soy muy de marchas pero marcharé, quizás, mañana, cuando esos que convocan hoy contra Trump (algunos de los cuales aplauden a Peña) marchen contra la peste bubónica: esa que trajo una terrible noche de casi un siglo sobre estas tierras fértiles; la que ha secado los prados y los montes y los ríos y las ciudades con sus huellas, con su aliento y con su orina.
No, no marché ayer domingo. Hubo mucha gente –y qué bueno–, pero eso ya no mide nada, al menos para mí: miles tomaron las calles contra los matrimonios igualitarios, recuerde; y mientras, un puñado de necios, apenas cien o doscientos, sigue marchando el día 26 de cada mes para exigir justicia por 43 estudiantes que, parece, ya olvidó la mayoría.
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