Me llamo Nojoom, tengo diez años y quiero el divorcio

13/08/2017 - 12:04 am
La concertación del matrimonio como si de una transacción económica se tratara. Foto: Especial

La primera película de ficción de la documentalista yemení Khadija Al-Salami se ocupa de una realidad tan común como perturbadora que aqueja a millones de niñas en el mundo: el matrimonio infantil. Me llamo Nojoom, tengo diez años y quiero el divorcio (Ana Nojoom bent alasherah wamotalagah, 2014), se basa en la biografía de Noyud Alí, la joven yemení que en el 2008 atrajo la atención mundial cuando en un juzgado realizó una petición insólita en su país: la disolución de su enlace forzado con un hombre 20 años mayor. En las zonas rurales de Yemen no se estipula una edad mínima para desposarse y es usual casar a niñas de 8 años de edad con hombres adultos a cambio de una dote.

La primera secuencia de la película retrata el arribo de Nojoom (interpretada con brío y naturalidad por Reham Mohammed) al juzgado y la decisión del juez de brindarle apoyo y protección. Después, se detalla la vivencia de Nojoom, la misma que comparten millones de mujeres menores de edad. La concertación del matrimonio como si de una transacción económica se tratara. La formalización entre el padre, el futuro yerno y unos cuantos testigos, un arreglo en el que ellas no están presentes y tampoco se les pide su consentimiento, ni siquiera conocen al hombre con el cual serán desposadas.

El día de la boda, Nojoom sólo piensa en juegos y no duda en vender el anillo de compromiso para adquirir una muñeca. Mientras su familia organiza una fiesta para celebrar el evento, la pequeña sólo piensa en juegos. Con la noche de bodas se desata la pesadilla letal de la cual muchas no despiertan -como ocurrió en el caso documentado en septiembre de 2013 de la niña yemení Yawan, quien murió de una hemorragia interna por abuso sexual-.

Nojoom despierta al mundo adulto, en una noche ha perdido infancia y adolescencia, recibe el alba entre lágrimas, dolor y las responsabilidades de llevar una casa. Abuso sexual y violencia doméstica serán su día a día. Más la valiente decisión de escapar y acudir ante la corte la han convertido en figura medular en la lucha contra el matrimonio infantil en su país.

El fondo sobre la forma. En términos cinematográficos la película de Al-Salami no niega su principal cometido: captar la atención internacional sobre el drama de ser niña en una estructura social donde no hay lugar para los juegos, la educación y los sueños; en donde los delitos sexuales son cometidos bajo el peso y la permisión de las costumbres. El tono dramático es desigual a lo largo del filme y se percibe el acento didáctico para exponer la problemática femenina, en especial durante la segunda parte de la película, la cual transcurre en el juzgado. Aunque justo aquí y de forma acertada, la cineasta dirige el dedo acusador a la ignorancia, la pobreza extrema, los usos y costumbres y a la interpretación de la religión como las causas principales del matrimonio prematuro que, cada año, obliga a 15 millones de niñas a contraer nupcias en esa región.
No es exclusivo de Yemen. La Unicef, el organismo de Naciones Unidas que vigila los derechos de la infancia, reporta que tan sólo en África existen actualmente 126 millones de matrimonios prematuros y alerta sobre un incremento a 310 millones en las próximas 3 décadas si los gobiernos no toman medidas al respecto.

Khadija Al-Salami, quien por cierto es también la primera cineasta yemení, no escapó al suplicio de la tradición tribal. A los 11 años fue forzada a contraer matrimonio. Intentos de suicidio y la confrontación familiar fueron parte de su adolescencia camino a la libertad. Logró el divorcio, consiguió trabajo y una beca para estudiar cine en Estados Unidos. Desde entonces se ha dedicado a la realización de documentales centrados en personajes femeninos, en exponer la tragedia que significa ser mujer en Yemen y la violación de los derechos de las niñas al otro lado del mundo. Ante la magnitud de las cifras, la película de Al-Salami cobra mayor trascendencia como vehículo idóneo para hacer visible ésta problemática. Me llamo Nojoom, tengo diez años y quiero el divorcio se exhibe en La Casa Del Cine y en Cineteca Nacional.

Rosalina Piñera
Periodista egresada de la UNAM. En su pesquisa sobre el cine ha recorrido radio, televisión y publicaciones como El Universal. Fue titular del programa Música de fondo en Código DF Radio y, actualmente, conduce Cine Congreso en el Canal del Congreso.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas