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Dolia Estévez

13/10/2017 - 12:00 am

Convenio desahuciado

Señal del naufragio fue la misión que vino a cumplir a Washington el afable primer ministro canadiense: brincar del barco antes de que se hunda. Al poner los intereses de su país por encima de la amistad que dice profesar a México, Trudeau le recordó a Trump que Canadá no es la causa de la pérdida de empleos estadounidenses. No nos pasen facturas ajenas.

“Carlos Salinas de Gortari mintió. No fue el boleto sin retorno al primer mundo”. Fotos: Cuartocuro

Washington, D.C.—El clima en la cuarta ronda de negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América de Norte, que arrancó el miércoles cerca de esta capital, parecía velorio. El difunto: el convenio trilateral. El sepulturero: Donald Trump. Los dolientes: México y, en menor grado, Canadá. Causa del deceso: los dolientes se negaron a tragarse las píldoras de cianuro recetadas por el sepulturero.

Los medios recibieron a los negociadores con lúgubres pronósticos sobre la inminente ruptura. Lo mismo hicieron especialistas, empresarios, lideres sindicales y legisladores. Afuera del lugar sede, los trumpistas demandaban: “NAFTA: Fix it or Nix it”. En la Casa Blanca, a Trump se le preguntó si el tratado “estaba muerto”. No respondió. Sentado al lado de Justin Trudeau, sugirió que si el TLCAN truena, Estados Unidos negociará con Canadá, y presuntamente también con México, tratados bilaterales.

Señal del naufragio fue la misión que vino a cumplir a Washington el afable Primer Ministro canadiense: brincar del barco antes de que se hunda. Al poner los intereses de su país por encima de la amistad que dice profesar a México, Trudeau le recordó a Trump que Canadá no es la causa de la pérdida de empleos estadounidenses. No nos pasen facturas ajenas.

Sorpresivamente, Robert Lighthizer, el negociador de Trump, anunció que la cuarta ronda se iba a extender dos días y que el martes 17 del presente, el último día, habrá reunión ministerial seguida de rueda de prensa trilateral. Se cree que Lighthizer anunciará el deceso del TLCAN.

Según esas versiones, Lighthizer evocaría el artículo 2205 que permite el retiro del tratado siempre y cuando los otros socios sean notificados por escrito seis meses antes. Lighthizer cree que con la espada de Damocles sobre la cabeza, México y Canadá aceptarán las píldoras de cianuro. Sin embargo, cuesta trabajo vislumbrar un escenario en el que los peñistas quieran seguir negociando. Mendigar comida es más digno.

La Cámara de Comercio de Estados Unidos dijo que abandonar el tratado provocaría una “amenaza existencial” a la seguridad nacional y económica de la región. Hasta la semana pasada, México tenía esperanzas de que la organización patronal más poderosa del país ejerciera su poder sobre la clase política en Washington y lograra salvar el TLCAN. Con ese fin, Ildefonso Guajardo, Luis Videgaray y José Antonio Meade se reunieron durante la semana con el presidente y altos ejecutivos de la cámara. El encuentro a puerta cerrada se realizó en el hotel Four Seasons de la Ciudad de México.

Videgaray le vendió el cuento a Enrique Peña Nieto de que su amigo Jared Kushner intervendrá para convencer a su mercurial suegro no descarrilar el convenio. Una fantasía. Si Trump decide matarlo no habrá poder humano que lo haga desistir. Mucho menos el polémico primer yerno cuya influencia sobre Trump es un mito. Videgaray se ha esforzado por endulzar la negociación con concesiones insólitas como inmiscuir a México en el conflicto de Trump con Venezuela y expulsar al embajador de Corea del Norte. En sus pláticas con la Casa Blanca, ha sugerido que el fin del TLCAN, a menos de un año de las elecciones presidenciales, favorecería al candidato más anti-estadounidense. Ha tratado de atemorizar diciendo que el fin del TLCAN tendrá impacto negativo sobre temas no comerciales como la cooperación en materia de seguridad y la lucha al narco.

En entrevista con la revista Forbes (inglés), Trump dijo que la única forma de tener un “buen” convenio es matándolo. La víspera de cada ronda negociadora, lanza mensajes por Twitter amagando con darle el tiro de gracia. Hay un refrán que dice que no hay que tomar rehenes si no estás dispuesto a matarlos.

Para justificar la opción nuclear, Estados Unidos endureció su posición. Con anticipación a la cuarta ronda, introdujo una serie de píldoras de cianuro diseñadas no a reparar sino a envenenar. Entre estas destacan elevar las reglas de origen para los autos exportados por México; eliminar el artículo 19 sobre resolución de controversias; limitar el número de contratos del gobierno federal que puedan ganar empresas privadas de México y Canadá y homogenizar estándares laborales para cerrar la brecha salarial.

No he sido fan del TLCAN. Carlos Salinas de Gortari mintió. No fue el boleto sin retorno al primer mundo. Sus resultados han sido mixtos. Algunas industrias y regiones se han beneficiado y otras han desaparecido. Generó un boom en el sector exportador, pero trajo miseria al campo y desplazó a productores nacionales. Expandió a la clase media, pero también a los multimillonarios de Forbes. Con todo, coincido con quienes dicen que su fin producirá trastornos en el corto plazo. Canadá y México son el primer y tercer mercado de las exportaciones estadounidenses. Algunos pronostican una nueva recesión en Estados Unidos y el derrumbe del peso. Videgaray ya empezó a preparar el terreno. Dice que no sería el fin del mundo. México es mucho más grande que el TLCAN. Control de daños. El fracaso del TLCAN será su fracaso.

Twitter: @DoliaEstevez

Dolia Estévez
Dolia Estévez es periodista independiente en Washington, D.C. Inició su trayectoria profesional como corresponsal del diario El Financiero, donde fue corresponsal en la capital estadounidense durante 16 años. Fue comentarista del noticiero Radio Monitor, colaboradora de la revista Poder y Negocios, columnista del El Semanario y corresponsal de Noticias MVS. Actualmente publica un blog en Forbes.com (inglés), y colabora con Forbes México y Proyecto Puente. Es autora de El Embajador (Planeta, 2013). Está acreditada como corresponsal ante el Capitolio y el Centro de Prensa Extranjera en Washington.

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