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Darío Ramírez

15/03/2018 - 12:05 am

El cinismo

El Instituto Nacional Electoral descansa impávido ante el lodazal propagandísitico/legaloide/electorero que transcurre ante sus ojos y su silencio.

El Instituto Nacional Electoral descansa impávido ante el lodazal propagandísitico/legaloide/electorero que transcurre ante sus ojos y su silencio. Foto: Jacob García, Cuartoscuro

El ácido que corroe nuestra política es el cinismo. Entiéndase este como: “Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables” (RAE).

La práctica cínica recorre las arterias de nuestra política. Sus protagonistas han abusado del método para mentirle a la sociedad, que, a su vez, sufre de una inmediata amnesia colectiva.

La palabra en política se ha devaluado y sustituido por la mentira –que no es lo mismo que sostener perspectivas-. El recorrido del discurso político solo transita por una vía: del emisor (personaje político) al receptor (ciudadanía) y ahí muere. Nuestro sistema político carece de una real validación del discurso. Nos han hecho creer que nuestra arena política es una caja de espejos. Nuestra clase política valora más los símbolos y dichos falsos que la misma política y la verdad. Por eso, podemos adelantar que la carga de cinismo en las acciones electoreras de los próximos meses seguirá contaminando nuestra voluntad para crear una democracia real.

Un breve repaso por la memoria colectiva… que nos coloca ante el titán del cinismo.

El gobierno mexicano expulsó al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), que investigaban la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

La encargada de echar del país –so pretexto de que la ayuda era temporal- a los expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) fue la canciller Claudia Ruiz Massieu.

El GIEI deshizo la “verdad histórica” de Murillo Karam. El mismo grupo afirmó que a 17 de los detenidos se les había torturado. La canciller Massieu fue la encargada de representar al Estado Mexicano en el monumental ridículo ante la CIDH.

El New York Times reportó que de acuerdo a evidencia forense de Citizenlab (Universidad de Toronto), se demostró que los integrantes del GIEI, nombrados por la CIDH, fueron blanco de la tecnología de espionaje Pegasus, el cual, según la empresa que vende el malware, solo se vende a gobiernos, en este caso el mexicano. La canciller Massieu fue la encargada de intentar explicar lo inexplicable: el desdén a los representantes de la CIDH.

Fin al repaso del pasado reciente…

Ahora bien, aquel mismo gobierno federal que a través de la canciller Massieu expulsó, espió y faltó -por decir lo menos- al trato diplomático de representantes de la CIDH en México, realizó una gran puesta en escena digna de los más altos estándares del cinismo político mexicano.

La excanciller acudió a la CIDH en representación de su partido (PRI) y candidato presidencial. Acudió ante el organismo internacional que su mismo gobierno denigró. El acto cínico se consumó con una foto de la excanciller con Luis Almagro, secretario general de la OEA.

No ha sido suficiente debilitar hasta el grado de la emergencia médica las instituciones de gobierno, sino que ahora el cinismo priista busca embarrar a un organismo internacional que ellos mismos han pisoteado.

La misma multicitada excanciller sabe, por más mínimo que sea su conocimiento de derecho internacional, que acudir a la CIDH es un ramplón acto político en Washington D.C, nada más. El cinismo parece no tener fondo: “Ruiz Massieu transmitió al dirigente hemisférico la preocupación de la coalición Todos por México y de la sociedad mexicana en general por la presión política y mediática que, a nivel nacional e internacional, lleva a cabo el candidato de la coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya Cortés, contra las instituciones de procuración de justicia para evitar responder por las graves acusaciones en su contra por lavado de dinero”.

Como dice González Moore “No hay mayor cinismo que el de aquellos que reclaman para sí lo nunca han dado.”

No siendo suficiente usar el aparato del estado (la PGR) para perseguir a un contrincante político: Ricardo Anaya. La priista viaja a la capital norteamericana para aventar una cínica bomba de humo.

Mientras tanto, el Instituto Nacional Electoral descansa impávido ante el lodazal propagandísitico/legaloide/electorero que transcurre ante sus ojos y su silencio. Lo vemos todos menos el árbitro que lo tiene que ver. Mal augurio.

Usar a la PGR de acuerdo al vaivén político del gobierno federal no es nuevo. El cinismo de la clase política, tampoco. Sin embargo, entrar al periodo electoral con la intención de aniquilar a uno de los contrincantes puede ser el inicio de un retroceso importante de nuestra precaria democracia electoral.

Ni Anaya ni nadie se merece que nuestra justicia sea de todo menos justa. Si hay indicios de delitos por parte del candidato se deben de perseguir, sin embargo, hasta ahora la persecución es más mediática que jurídica, ¿Y eso por qué? ¿Será que el caso contra Anaya no está listo o tan sólido como presumen? Y si es así, ¿por qué filtrar la intención de investigarlo? ¿se estarán esperando a que inicie oficialmente el periodo electoral para atacarlo? Cualesquiera que sean las respuestas, los cínicos del gobierno su esfuerzan por seguir poniendo en vilo nuestra democracia.

A nadie le conviene que siga la persecución del gobierno federal (cínica como ha sido) contra un contrincante político.

Pst, pst, Lorenzo Córdova, despierte de su siesta que la “fiesta” ha comenzado.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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