De acuerdo con una teoría muy bien aceptada, no hay ejemplos de una guerra entre dos democracias liberales. Dado que ese es el caso, se podría deducir que la mejor manera de lograr la paz entre las naciones es que todas adopten el modelo de la democracia liberal como forma de gobierno. Esa fue indudablemente la posición de Immanuel Kant, quien en varios de sus escritos propuso un orden internacional formado por una constelación de Repúblicas. Sólo así se podría arribar a lo que él llamó la paz perpetua.

La existencia de regímenes autoritarios, sean de izquierda o de derecha, es lo que impide, en última instancia, la proscripción de las guerras. El ensayista británico, George Orwell, insistía en que el fascismo tarde o temprano iniciaría conflictos internacionales, pues hacerlo es su naturaleza.

Quizás la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otros organismos multilaterales deberían hacer un mayor esfuerzo en ese sentido. El problema, claro, es que en la ONU tienen igual valor las decisiones tomadas por democracias liberales que por regímenes tiránicos, al menos en teoría.

Pero quizás ese es el premio que hay que pagar para que casi todas las naciones se encuentren dentro de un mecanismo de concertación fundado en reglas y no en el uso de la fuerza.

El reciente ataque con drones y misiles perpetrado por la República Islámica de Irán en contra de Israel es una prueba de lo dicho anteriormente. Hay una distinción esencial entre el régimen chiita fundamentalista de Irán y la democracia liberal que caracteriza al Gobierno israelí. Mientras la primera es una teocracia tiránica, el segundo es una República de corte occidental.

Aunque es cierto que la democracia liberal en Israel ha estado siendo desafiada por el grupo encabezado por el actual Primer Ministro, Benjamin Netanyahu, la cultura política democrática del pueblo israelí viene de muy lejos. La derecha ahora en el poder ha hecho un mal trabajo al intentar minar el poder judicial y luego al instrumentar un ataque desproporcionado al territorio de Gaza.

Es muy posible que, más pronto que tarde, el pueblo israelí decida cambiar de gobierno por uno menos peligroso para la salud de las instituciones republicanas y más abierto a la negociación diplomática.

Este mecanismo de transmisión pacífica del poder no está al alcance del pueblo iraní, dominado desde 1979 por un grupo que concibe el poder de manera autoritaria y basada en una idea fundamentalista de las enseñanzas del Corán.

Afortunadamente el ataque iraní no pasó a mayores debido a la efectividad de los equipos de defensa del gobierno Israelí, así como de la ayuda de Estados Unidos, el Reino Unido y algunos países del propio mundo árabe.

La ONU ha hecho bien en llamar a una reunión urgente del Consejo de Seguridad -su máximo órgano decisorio – y la Organización de Estados Americanos (OEA) en haber publicado una declaración condenando sin ambages la ofensiva militar de Teherán.

Lo que procede ahora es la ecuanimidad por parte de los dos países para que el conflicto no escale a dimensiones mayores. Sin embargo, hay que estar claros que el sueño kantiano de la paz perpetua sólo puede hacerse realidad cuando la democracia liberal haya sido adoptada por todas las naciones del mundo.

Gustavo de Hoyos Walther

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Abogado y empresario. Ha encabezado diversas organizaciones empresariales, comunitarias, educativas y filantrópicas. Concentra su agenda pública en el desarrollo de líderes sociales (Alternativas por México), la participación ciudadana en política (Sí por México) y el fortalecimiento del estado de derecho (Consejo Nacional de Litigio Estratégico).

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