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Susan Crowley

16/07/2022 - 12:04 am

La mano que piensa

“Nadie puede quejarse de los beneficios que nos ha traído la tecnología, pero en el mundo del arte las cosas no necesariamente son así. Siendo la muestra del poder de una mente sagaz, que piensa más rápido y que va más lejos, incluso que una máquina, el artista no es necesariamente comprendido en su era”.

Una de las preguntas que surgen con el auge de los NFT (token no fungible, por sus siglas en inglés), es si son o no arte. La mayoría de las personas ajenas al no tan nuevo lenguaje digital, no conciben que un algoritmo llegue a valer millones de dólares y se hable de él como si fuera una obra maestra. Sin embargo, no solo los precios, sino la demanda de coleccionistas, el interés de galerías, casas de subasta y mercado del arte en general ven a este “activo digital encriptado” como una inversión. Eso sí, lo que los especialistas recomiendan es que, antes de adquirir un NFT, se conozca bien su mecanismo.

Se conoce como arte digital a lo que desde hace tiempo algunos artistas han creado utilizando como soporte la computadora. Es un lenguaje que consiste en una ilegible combinación de códigos matemáticos que se pueden materializar, ya sea en imagen, sonido o video; es comparable a nuestro cuerpo, cuya identidad pensamos que consiste en lo que vemos pero que, en realidad, está basada en una serie de códigos genéticos. Si somos capaces de imaginar toda esa urdimbre que nos compone y que más allá de nuestra apariencia nos define, nos aproximamos a lo que hay detrás de una imagen digital.

El uso y desarrollo del arte digital se conoce como Net Art (arte en la red), surgió en los años noventa. Algunas obras pueden trasladarse a otros soportes o simplemente existir ahí. La revolución digital ha sido vertiginosa en todos los aspectos. La creación del NFT como sistema de registro no intercambiable permitió que ciertos objetos fueran protegidos en almacenes llamados blockchain o cadenas de bloques.

El sustento de internet es la información, por esta razón, cada algoritmo tiene un registro distinto. Los hay fungibles y no fungibles, es decir intercambiables o no intercambiables:  en lenguaje jurídico, un billete de 50 es fungible, dado que al utilizarse o consumirse se agota, y puede ser sustituido por cualquier otro billete de 50. Por el contrario, una obra de arte sería un bien no fungible, porque no se consume con su uso y no puede ser sustituida por otra obra de arte ya que no serían equivalentes. Las criptomonedas, que son fungibles, están almacenadas en los block chain, de la misma manera que los activos no fungibles existen como entidades que guardan el registro ya sea del autor o del coleccionista que los ha adquirido.

Es importante saber que no todos los NFT son obras de arte. Un tuit, un meme, una imagen, una canción, los boletos de un concierto, un contrato de propiedad, una animación, un juego o un simple archivo, son registrados en forma de NFT lo que legitima su valor más allá de las fluctuaciones de las criptomonedas y son el testimonio de la fidelidad y autenticidad de una adquisición.

Volviendo al arte, el formato NFT no solo protege la obra, lo que garantiza que cada vez que se venda exista una ganancia para el autor, además elimina a todos los intermediarios logrando una forma más justa y costeable para exhibir, transportar y almacenar la obra. Las negociaciones pueden ser en las distintas criptomonedas.  El blockchain Ethereum se considera una de las más seguras, su moneda es el ether.

La facilidad para ingresar, invertir y volverse coleccionista ha generado una variada oferta de obras en formato NFT. Pero, por sofisticado que parezca y aunque nos dé la impresión de ser ajeno a nosotros, el mundo del coleccionismo virtual sigue utilizando patrones similares al nuestro. En él requerimos una identidad a la que llamamos avatar que cubre un amplio espectro de posibilidades: cartillas de identidad, acceso a distintas comunidades virtuales, adquisición de productos, asistir a conciertos o poseer obras de arte. Hay algunos avatares ya muy cotizados, como los Bored Ape Yacht Club. No debemos olvidar que detrás de un avatar estamos nosotros y nuestra capacidad adquisitiva y necesidad de ser reconocidos.

“Hay algunos avatares ya muy cotizados, como los Bored Ape Yacht Club”. Foto: Especial

Hace poco, los escándalos producidos por las ventas absurdas de NFT hicieron que muchos tomaran en serio el tema. Beeple, Everydays: The first 5000 days, levantó la indignación por ser una irreverente serie de dibujos de poca calidad vendidos en 69 millones de dólares. Mirada con detenimiento, es una obra cuyos atributos no saltan a la vista, pero ahí están. Para poder entenderlo mejor usemos un referente análogo, el artista On Kawara, quien trabajó durante cincuenta años, todos los días, en sus famosas Date Paintings. Mike Wilkemann autor de la obra virtual, como Kawara, han hecho de su existencia un proceso diario, serio y comprometido; su propia vida es una obra de arte, ambos son una obra artística.

En general los NFT están envueltos en una atmósfera que evoca los primeros juegos de computadoras, inspirados en las leyendas medievales combinadas con alienígenas futuristas, hibridaciones entre seres míticos y espaciales; pareciera que no hay nada nuevo bajo el sol. ¿Quién resiste los cuentos de princesas, dragones y caballeros? Esa constante asimilación de los periodos míticos y fundantes de nuestra cultura convierten el arte en NFT en una galería de arte fascinante y, para un coleccionista, irresistible inversión.

La constante y atractiva presencia en la red de ciertas imágenes en forma de NFT me hacen pensar en aquellos vestigios que hoy pueblan los museos y que fueron creados por artistas anónimos como una necesidad de plasmar sus emociones, pulsiones y sentimientos. Hoy el artista echa mano de la computadora y todas sus herramientas para crear una obra, pero no olvidemos que igual utilizó las cuevas, la sangre de los animales, las piedras o un trozo de carbón para expresarse. No podemos dudar que, en poco tiempo, llegaremos a desarrollar una vida paralela, me refiero social, laboral, lúdica y desde luego, artística.

El arte, que ha sido un complemento en el camino de nuestra existencia, será de nuevo nuestro compañero en este “otro” mundo. A través de él, ya sea en nuestras colecciones privadas o en museos, galerías y subastas virtuales, podremos adentrarnos cada vez más y volvernos parte activa, cosa que jamás sospechamos. Nuestros gustos, deseos se activarán con solo utilizar un visor y unas manivelas y sin movernos de nuestro sofá.

Pero debemos recordar que, si bien la evolución técnica es un motor imparable, somos nosotros quienes la activamos y no al revés, por lo menos hasta ahora. Nadie puede quejarse de los beneficios que nos ha traído la tecnología, pero en el mundo del arte las cosas no necesariamente son así. Siendo la muestra del poder de una mente sagaz, que piensa más rápido y que va más lejos, incluso que una máquina, el artista no es necesariamente comprendido en su era. Sus necesidades han sido un detonante del avance en las distintas disciplinas artísticas a pesar de ser incluso denostadas. Pero, aun así, nada lo detiene. En cuanto un medio es insuficiente para representar una idea, el artista fuerza sus límites para ir más lejos y lograr así sus objetivos. Eso es el arte, una máquina de emociones que mueve al mundo.

NFT es un lenguaje aún en ciernes, todos los días está en proceso y midiendo sus posibilidades, pero en él está presente el espíritu y el alma del artista. Como señala Cecilia Alemani, curadora de la Bienal de Venecia en su edición 59, “El arte y los artistas pueden ayudarnos a imaginar nuevos modos de coexistencia e infinitas nuevas posibilidades de transformación”. A pesar de que temamos que en cualquier momento la inteligencia artificial nos conquistará volviéndonos sus esclavos o que los algoritmos definirán por completo nuestras acciones, hoy nuestro cerebro sigue siendo la guía incuestionable y la mano que piensa, un demiurgo que aún lo domina todo.

@Suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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