Entrevista | Yamil: a sus 17 años sobrevivió la descarga de un cable de 25 mil voltios

20/05/2018 - 12:01 am

En México las instalaciones de cableado de electricidad no se realizan de acuerdo a las normas establecidas. El caso de Yamil, un chico de 18 años que cuenta su historia, tuvo que ver con un cable de alta tensión que estaba a 50 cm de la azotea de casa de su abuela. Gracias a una fundación, él fue atendido en el Hospital Shriners de Galveston, Texas, pues en México se le negó varias veces la atención.

Por Lucía Treviño

Ciudad de México, 20 de mayo (SinEmbargo).– La noche del 3 de abril fui a un concierto de David Byrne por primera vez. Eduardo tenía boletos, porque su editorial ha publicado un par de libros del artista, así que no sólo tenía boletos sino que le habían dado pases para el backstage. El espectáculo me impresionó, claro, pero después hubo un encuentro que me dejó intrigada. Cuando Eduardo, sus amigos y yo estábamos por irnos hacia el backstage, una mujer delgadita, que rondaba los cuarenta años se nos acercó a pedirnos que por favor le pidiéramos a David Byrne que firmara el libro, sin saber que existía el vínculo editorial con él. Como Eduardo estaba discutiendo con un par de sus amigos sobre los pases del backstage, la mujer se enfocó en mí, y entonces me contó la historia de su hijo: lo significativo que había sido David Byrne para Yamil (así se llama su hijo), pues desde los 7 años lo escuchaba y tocaba sus canciones en la guitarra, hasta que sufrió un accidente. Intercambiamos correos, saludé a su hijo, y caminé hacia el backstage. No pasó mucho tiempo cuando Byrne bajó al bar en el sótano del Metropolitan, un lugar improvisado para recibir a los músicos. Y en lo que vi que el artista estaba cruzando de una mesa a otra, y mientras Eduardo otra vez estaba platicando por su lado, intercepté a Byrne, le conté la historia del hijo de la mujer del libro, me lo firmó y le agradecí.

Al día siguiente le escribí a Amanda, la madre de Yamil, para informarle que tenía el libro firmado. Pasó una semana hasta que me contestaron y nos vimos en el Edificio Ermita, la ubicación que yo propuse para el encuentro, a las 4:30 pm del lunes 9 de abril. Saludé a ambos, les platiqué del acercamiento con Byrne y me despedí.

Sin embargo me quedé con la duda: ¿qué le había pasado a Yamil? ¿Cómo fue su accidente? ¿Por qué la madre mostraba una actitud de total agradecimiento por un detalle tan pequeño con el que yo había contribuido? Así que con todo el miedo del mundo de que mi propuesta pudiera ofenderlos, le escribí a Amanda –pues no tenía los datos de Yamil– y le dije que me gustaría entrevistar y platicar con su hijo sobre su accidente. Me dijo que sí, me pasó el número de Yamil, le marqué y accedió, y hasta se mostró animado por vernos para hablar de su accidente. El sábado 14 de abril nos reunimos en el Péndulo de la Roma a las 4:00 pm. Estaba nerviosa, tenía las preguntas claramente esbozadas en mi cabeza y escritas en un cuaderno, pero no sabía bien cómo iba a suceder nuestro encuentro, menos si verdaderamente él iba a llegar a nuestra cita, y jamás pensé que se mostraría tan abierto y estoico al platicarme lo que le había pasado.

Antes del accidente

Estas imágenes fueron creadas previo al accidente: “es como si mi cuerpo ya supiera que iba a entrar en una transformación”. Foto: Cortesía

Yamil Martín Valenzuela nació el 21 marzo del año 2000 en la Ciudad de México, por lo que tiene 18 años. Vivió en Tijuana los primeros cuatro años de su vida, y después en Cancún como hasta los 11 años de edad, hasta que su madre y Carlos, que es la pareja de su madre, y su hermana, se mudaron a Metepec, Estado de México.

Estudiaba música en la escuela de Bellas Artes de Toluca y dado que el estudio de la música resultaba muy metódico y necesitaba de toda su concentración, debía esforzarse y dedicarle alrededor de cuatro horas al día. Después quería concluir la prepa abierta lo antes posible, pues sabía que aun para estudiar música en una universidad tener la prepa terminada era un requisito necesario. Yamil había pensado estudiar ingeniería o producción de audio, además de fotografía.

Por las tardes continuaba con las clases de cerámica que había tomado en secundaria: moldeaba partes del cuerpo, reproducía una oreja, una lengua, o un brazo. La última pieza que hizo fue una cabeza como del tamaño del rin de una llanta; se tardó alrededor de un año hasta terminarla. En sus diseños le gustaba crear las piezas con texturas. Después volvía casa, transportándose siempre en bici y se acostaba a editar fotos que había tomado en su tiempo libre. Duraba varias horas entretenido en ello hasta tener casi 100 versiones de una misma imagen, sin descansar hasta dar con la que más le gustara.

Estas imágenes fueron creadas previo al accidente: “es como si mi cuerpo ya supiera que iba a entrar en una transformación”. Foto: Cortesía

Su abuelo materno tocaba canciones de los Beatles en la guitarra y otras de Cat Stevens. Yamil tiene el recuerdo de haberlo escuchado desde que tenía cuatro años de edad. Los Beatles lo hicieron amar la música. Carlos, la pareja de su mamá, que es como un melómano, tiene una gran colección de CDs, gracias a lo cual Yamil pudo conocer a otros grupos como Pink Floyd. El primer disco que compró fue el X & Y de Coldplay. Lo escuchó una de las veces que volvían desde Playa del Carmen hacia Cancún, y aunque normalmente se dormía, esa noche mientras iba dormitando quedó encantado. Su primera guitarra fue una eléctrica comprada en Costco: venía en paquete con amplificador, plumillas y cables. Después aprendió en la acústica, en donde tocaba casi todas las canciones de los Beatles. Otro de sus artistas favoritos, junto con David Byrne, es David Bowie. Cuando Bowie murió, Yamil no fue a la escuela, pues me contó que se quedó en casa llorando. Le gusta Soda Estéreo, a quienes conoció gracias a su mamá, y también disfruta mucho de Radiohead.

***

El día del accidente: no te das cuenta de que estás vivo hasta que estás a punto de morir

Siempre me he gastado mi dinero en conciertos, el 1 de abril del 2017 iba a ser el Ceremonia. Estaba en casa de mi papá en la Ciudad de México porque ahí me había quedado a dormir, pero en la mañana tomé el autobús para irme a Metepec, ya que está más cerca del lugar donde iba a ser el Ceremonia. En el camino me llegó el mensaje de que el festival se iba a posponer porque el escenario se había caído por el viento. Todavía no lo cancelaban. Llegando a mi casa leí el anuncio oficial de que el Ceremonia se cancelaba y me entristecí mucho, porque me moría de ganas de ver a Björk y a Underworld, así que estaba enojado porque tenía muchas ganas de haber estado ahí, me peleé con mi mamá y con Carlos, entonces me fui de la casa. Me sentía mal de pensar que ese día, en lugar del concierto, iba a estar en la casa tirado en la cama, así que le marqué a un amigo, me fui a su casa en taxi y le dije que fuéramos a ver el escenario caído. La cosa es que quería sufrir. Y fuimos y lo vimos, pero ya casi no teníamos dinero para volver así que tomamos un camión que nos costó cinco pesos, pero nos llevó a dar una vuelta hasta quién sabe dónde y cuando llegó a la última parada no sabíamos en dónde estábamos, preguntamos por otro camión, y tomamos uno que nos transportó hacia Toluca. Llegamos hasta Toluca a la central de camiones, era de noche y mi amigo estaba asustado, lo tranquilicé, tomamos otro camión que nos llevó hasta el Centro de Metepec, y después un taxi que nos dejó en una taquería que se llama Los Foquitos, es una taquería muy conocida en Metepec. Comimos pero como no teníamos dinero le hablé a mi mamá y a Carlos para pedirles que me llevaran dinero para pagar la cena. En el transcurso de ese día se me había roto el pantalón desde la bolsa de enfrente hasta la rodilla, por lo que cuando me llevaron el dinero, mi mamá me preguntó cómo se me había roto el pantalón. No recuerdo qué le contesté, pero les dije que ése era el peor día de mi vida. Se fueron y el papá de mi amigo llegó por nosotros, me dejó en mi casa pero como no había nadie pensé en irme a casa de mi abuela, y fue también cuando vi que Björk publicó que daría su concierto el domingo, me emocioné mucho y me puse súper feliz. Me fui a casa de mi abuela en bici y la estuve esperando. Luego subí a la azotea, no me acuerdo para qué subí, tal vez haciendo tiempo, pero era una azotea que estaba conectada con otra, caminé, pisé una varilla de metal, la pateé para hacerla a un lado. Había llovido ese día y estaba húmedo el ambiente, aunque ya no llovía. Y no sé cómo pasó, la teoría es que con mi dedo índice hice tierra y atraje un arco voltaico de un cable mientras pisaba un charco: atraje la electricidad del cable, la cual me entró por este dedo que ya no tengo [me mostró la ausencia de su dedo] y me salió por la pierna. Cuando la descarga terminó, me prendí en fuego. Todo esto me lo contaron porque yo no lo recuerdo. Se fue la luz en toda la cuadra y le hablaron al vecino para decirle que algo se estaba quemando en la azotea y se movía. Él subió, me apagó, y desde el piso le dije el número de mi casa para que le llamara a mi abuela y le dijera lo que había pasado. Y luego todo fue como en instantáneas en donde sé que mi abuela le llamó a mis papás para que fueran a su casa, pero a mi abuela no le dijeron detalles del accidente. Así que mi mamá iba tranquila en el camino, pensando que quizás me había caído y me había roto un hueso. Cuando llegaron y vieron que estaban los bomberos, la patrulla, las ambulancias, y toda la calle cerrada y los vecinos afuera, se asustaron muchísimo. Después nada más vieron cuando me estaban bajando en la camilla. Carlos dice que yo parecía un tronco quemado echando humo, le impresionó que lo único que se veía eran mis ojos muy blancos y muy grandes, contrastando con mi piel y mi cabello, el cual tenía todo parado porque solía llevarlo largo. Me subieron a la ambulancia, fuimos a diferentes hospitales porque no me aceptaban en ninguno, decían que no tenían camas, o no tenían el equipo, mientras cuentan que yo venía gritando como loco que no me quería morir, porque fue muy raro para mí —es que a diario, no te das cuenta de que estás vivo, aunque sabes que la vida es lo que tienes, no te das cuenta—, así que sentí que mi vida se estaba acabando: en un minuto se estaba acabando lo único que tenía, y sentí que apenas me estaba dando cuenta. Me dijeron que me arrancaba la piel porque la tenía como papel, entonces corría mucha sangre, muy dramático todo, pero no estaba consciente de lo que estaba haciendo. Recuerdo que gritaba que no me quería morir, y sentir que era como un sueño [—¿Te acuerdas del dolor?— lo interrumpí]: ahorita pienso que era un dolor inimaginable pero ya no lo recuerdo. Y es que me arranqué la piel con la mano, la de los brazos, de la cara, del cuello… Llegamos a un hospital en Metepec en el cual tampoco me aceptaron porque dijeron que no aceptaban a menores de edad, y después hablaron al Hospital de Rehabilitación en donde dijeron que no me podían admitir porque era para mayores de edad. Mi mamá estaba como loca porque yo estaba en el límite; al final, no sé si fue otra ambulancia, pero me trajeron al Hospital de Tacubaya.

Nueve meses de recuperación y rehabilitación en el Hospital en Galveston

Las personas que fueron tan importantes durante la recuperación de Yamil en Galveston, Texas. Imagen: Cortesía

Yamil cuenta que los días que estuvo en el Hospital de Tacubaya los vivió como en un sueño. Tiene algunas imágenes en su memoria, como haber visto su dedo muy flaquititito y como un carbón, tan delgadito como el hueso: “Recuerdo que sentí horrible y al mismo tiempo no me importó tanto porque pues… estaba vivo”. En el tiempo que estuvo ahí —apenas unos días— lograron contactar a la Fundación Michou y Mau, creada por la señora Virginia Sendel a raíz de que su hija y su nieto se quemaron en un accidente doméstico. Virginia describe en la página web de la fundación que su hija Michou falleció en un incendio en su casa después de rescatar a dos de sus hijos e intentar salvar a los otros dos. Mau, el nieto, murió 20 días después por no haber sido trasladado a tiempo a un centro de atención a quemados de alta especialidad. Virginia relata que entiende que un accidente le costó la vida a su hija, pero que no entiende la muerte de Mau por falta de una adecuada atención en México.

El accidente de Yamil sucedió en la madrugada del domingo y lo trasladaron el martes a Texas. La ambulancia lo llevó a la esquina de Revolución y Parque Lira, el lugar en el cual un año después yo les propuse a él y a su mamá encontrarnos para la entrega del libro de Byrne. El día del traslado cerraron las calles de ese cruce para que bajara un helicóptero y lo llevara al Aeropuerto de Toluca, y luego viajara en una ambulancia aérea hasta Galveston, Texas, para ingresar al Hospital Shrines.

Las personas que fueron tan importantes durante la recuperación de Yamil en Galveston, Texas. Imagen: Cortesía

Le dijeron que tenía 42 grados de temperatura, que a partir de los 40 suceden alucinaciones, por lo que todo ese mes estuvo en un viajesote, o así es como lo describe. Le dijeron que decía que veía niños. Ese hospital en Texas recibe únicamente niños. Cuando lo dieron de alta y salió del cuarto 205, se enteró de que otro paciente que había estado ingresado en ese mismo cuarto decía también haber visto niños.

Yamil estuvo todo un mes con la vida en un hilo, lo operaban un día sí y otro no, y las operaciones duraban de siete a nueve horas. Le explicaban lo que había vivido, se le olvidaba y le volvían a explicar y se le volvía a olvidar: cuando le dijeron que estaba en Galveston, y como Yamil no tenía idea de que ese lugar existía y que estaba en Texas, de pronto reconoció que no había sido un sueño, que había tenido un accidente y estaba en ese lugar.

La recuperación fue muy dura. Describe que fue altamente frustrante tener que intentar volver a caminar, debido a que tenía muy lastimado todo el lado derecho de su cuerpo. La madre de Yamil firmó 14 veces el permiso para que le amputaran la pierna, porque estaba tan dañada que se la iban a cortar (tenía un agujero como de un diámetro de casi siete centímetros que le llegaba hasta el hueso), pero al final consiguieron salvarla. Entonces no tenía nada de fuerza en ninguna de las dos piernas, pero menos en la pierna afectada. Durante dos meses Yamil no movió nada más que los ojos, comía mediante sondas, y le dolía todo, estaba completamente inmovilizado por el dolor, así que tenía que aprender todo de nuevo. Sintió que volvió a nacer, que le habían dado otra oportunidad. Describe que cuando empezaron a bañarle el cuerpo, como lo tenía muy herido y debían exfoliarlo, corrían ríos de sangre en la regadera, y aunque normalmente el personal del hospital les da a los pacientes unos lentes 3D con un videojuego para que no vean la sangre, Yamil prefirió no usarlos, como si hubiese querido estar totalmente entregado y consciente en cada paso de su recuperación.

Las personas que fueron tan importantes durante la recuperación de Yamil en Galveston, Texas. Imagen: Cortesía

¿De regreso a la normalidad?

No le gusta que le digan optimista, porque a Yamil le caen gordos los optimistas, pero dice que esta experiencia le ha enseñado muchísimo, que sintió que estaba dormido, que no se daba cuenta que estaba vivo y el accidente lo despertó: Me acuerdo que tuve la visión en la que regresaba el tiempo y decidía no subir a la azotea, pero entonces veía la vida que tenía y me sentía como si siguiera dormido, no me gustaba y me daba mucha tristeza. Entonces regresaba de nuevo al instante en el cual tomaba la decisión de subirme a la azotea, pero consciente de lo que iba a pasarme, y subía.

Asegura que con su familia (compuesta por su mamá, Carlos, su hermana y su abuela) siente como si se hubiera ido un fin de semana y hubiese vuelto. Pero que con el resto de las personas y los lugares alrededor es como si apenas lo estuviera descubriendo por primera vez.

Al regresar de Galveston tomó el camión para que la vuelta no sucediera tan repentinamente, para digerir lo que había pasado, y describe que era como si su mente le dijera que ya había estado en el lugar al que llegó, pero que para su cuerpo era todo nuevo otra vez.

El concierto de David Byrne fue el 3 de abril, así que de alguna manera estaba cumpliendo un año desde que sucedió el accidente: “me sentí muy, muy feliz, lo sentí como un regalo muy personal, me sentí muy feliz de estar vivo, todo lo que sentía en ese momento me generaba las sensaciones por las cuales tiene sentido estar vivo”, dijo.

A nuestra cita en el café, Yamil trajo una serie de retratos que tomó durante su estancia en el hospital, retratos de las decenas de personas que trabajan ahí en todas las áreas para que la recuperación de los niños quemados sea total: rehabilitación, atención psicológica, enfermería, nutrición, cirugía plástica y reconstructiva, anestesiología, patología, psiquiatría, cirugía general, patología. También me mostró una serie de autorretratos que se tomó antes del accidente, y a los cuales les hizo una serie de intervenciones. Cuando me mostró las imágenes expresó: es como si mi cuerpo ya hubiese sabido que iba a pasar por este accidente.

Estas imágenes fueron creadas previo al accidente: “es como si mi cuerpo ya supiera que iba a entrar en una transformación”. Foto: Cortesía


Los cables de alta tensión en México

En México las instalaciones de cableado de electricidad no se realizan de acuerdo a las normas establecidas. Hay innumerable cantidad de cables de alta tensión que no tienen protección ni aislamiento. El caso de Yamil tuvo que ver con un cable de alta tensión que estaba a 50 cm de la azotea de casa de su abuela, cuando en cualquier construcción la mínima distancia que debería de tener un cable de alta tensión es a tres metros de la residencia.

Cada 15 días llegan niños electrocutados de México al Hospital Shriners de Galveston, debido a los descuidos por parte de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), o de la falta de revisiones para cerciorarse de que todo el cableado continúe de acuerdo a las normas de seguridad vigentes. La mayoría de los niños que han tenido un accidente de este tipo, que se han electrocutado, han muerto, pues el 98 por ciento de las personas que se electrocutan se mueren. Normalmente son descargas de 400, 900 o hasta 1000 voltios, y quienes sobreviven llegan a perder un brazo, o una parte del cuerpo. La descarga de Yamil fue de 25 mil voltios. Él dice que en ese hospital le dieron la vida de nuevo, porque además estuvo nueve meses internado, entonces fue como si ahí se hubiese gestado por segunda vez.

A sus 18 años, Yamil consiguió abrazar su experiencia para sentir la totalidad de lo que es estar vivo, en el proceso mostrándonos y recordándonos la fragilidad de la vida, así como la fuerza de un ser humano que la celebra y la acepta con todas sus complejidades.

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