Tomás Calvillo Unna
21/02/2024 - 12:04 am
A la intemperie
“Demasiados filtros electrónicos han atrofiado la mirada, en medio del mundanal ruido”.
Rendija: El poder y su obsesión simulan ser los dueños del mundo; los pequeños demonios del gran simulacro, la tragedia y crueldad que propagan: la razón de la sinrazón.
I
En la habitación interior
de cada uno
se encuentra el oratorio
de la experiencia;
la desnudez existencial
es impostergable.
Retornar a sí mismos
sin mediaciones.
Demasiados filtros electrónicos
han atrofiado la mirada,
en medio del mundanal ruido.
Contemplar aquello
que nos circunda
dentro y fuera,
sin temor alguno.
La evidencia del tiempo
que se pliega,
su inserción
en el transcurrir;
la disrupción que escenifica
el desmoronamiento de las densidades,
el drama que se delinea
y presentimos
con mayor agudeza
en los sueños.
La llamada vida onírica
su atmósfera congestionada,
pareciera agotar
sus propias reservas psíquicas
ante las pesadillas que se encarnan,
y la invasión magnética
que no deja rincón a salvo.
II
Caminamos sin dirección alguna,
la inercia dominante nos conduce.
Si tan solo nos detuviéramos unos minutos,
para retomar
un respiro
y asumir,
el orden primario
de no saber nada,
al umbral de este misterio
cuando miramos más allá y
desaparecen
las mismas palabras
que nombran e inventan
una y otra vez el mundo
propio, familiar,
ajeno y extraño.
III
En esta ausencia,
sin más;
en la temeridad interior de la soledad
de la certeza de finitud,
callamos,
y en el silencio
que habita la oscuridad,
vislumbrado de eternidad,
dejamos que emerja,
al escuchar el ulular
del viento,
las nupcias
de la muerte y la vida,
del fin y el principio;
el bucle del infinito;
la espiral,
su estampa
en el libro de la biología.
IV
Carecemos del sustantivo,
la caída de su conjugación
no la hemos calibrado.
La imantada brújula,
es su signo;
una palabra arrinconada
considerada inútil,
y prácticamente inmóvil
entre los millones de adjetivos
que se revisten
de instantes y segundos.
V
Es la luz que nos envuelve
y olvidamos nombrar;
las llamas de la pasión
que amalgaman la conciencia;
el Ojo de Agua de sus entrañas;
el fuego de las palabras
que alumbraron la bóveda;
la antorcha de la oración
al salir a la intemperie.
La sintaxis del ser,
sus primeros pasos
del último aliento.
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