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General Gallardo

21/09/2018 - 12:04 am

Memoria 1968

El Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai) dio luz verde a la difusión de información histórica que contiene datos personales de los archivos y fondos resguardados por el Archivo General de la Nación (AGN) relacionados con el Movimiento Estudiantil de 1968.

Parte de esta iniciativa incluye una exposición física y virtual de documentos y fotografías que estaban en poder de distintas dependencias federales como la Secretaría de Gobernación. Foto: Cuartoscuro

“La sangre, es tinta indeleble que nunca se borra”

El Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai) dio luz verde a la difusión de información histórica que contiene datos personales de los archivos y fondos resguardados por el Archivo General de la Nación (AGN) relacionados con el Movimiento Estudiantil de 1968.

Parte de esta iniciativa incluye una exposición física y virtual de documentos y fotografías que estaban en poder de distintas dependencias federales como la Secretaría de Gobernación, el Cisen; la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, conocida como el Servicio Secreto, así como la propia Secretaría de la Defensa Nacional.

En sesión plenaria, los comisionados del Inai coincidieron en que la divulgación de la información coadyuvará al conocimiento de la verdad histórica de los hechos para evitar que se repitan tan graves violaciones a los derechos humanos.

Memoria y Justicia

La decisión de no olvidar el 2 de octubre ni las enseñanzas del Movimiento Estudiantil de 1968 ha dado frutos muy importantes, pero poco conocidos debido a que los medios de comunicación masiva y sectores sociales de distinto signo los minimizan, los ocultan e incluso los niegan o deforman.[1]

¿Cuántas personas interesadas en el acontecer nacional saben que el Estado mexicano tuvo que reconocer que su crimen en la Plaza de las Tres Culturas en 1968 constituyó un delito de lesa humanidad tipificado nacional e internacionalmente como genocidio? ¿Cuántas saben que la configuración de ese delito de genocidio fue determinada por el poder judicial en tres resoluciones consecutivas en distintas instancias, y que ya no es posible su revocación?[2] ¿Cuántas saben que Luis Echeverría Álvarez, quien era secretario de Gobernación en 1968 y luego presidente de la República, permaneció dos años y medio en prisión domiciliaria precisamente por estar indiciado en el caso de Tlatelolco?

¿Cuántas saben que Luis Echeverría no ha sido exonerado, que puede ser sentenciado como responsable del genocidio y que obtuvo su libertad sólo de forma condicional? ¿Cuántas saben que la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) integró 54 investigaciones que incriminan a los altos mandos del Ejército que tuvieron a su cargo distintas tareas para borrar las pruebas del crimen y recoger los cuerpos de las víctimas? ¿Cuántas saben que en el ámbito del Poder Legislativo, el 20 de diciembre de 2011 se logró que se reformara el Artículo 18 de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacional, para que se incluyera como fecha de luto nacional al 2 de octubre: aniversario de los caídos en la lucha por la democracia en la Plaza de Tlatelolco en 1968?[3]

¿Cuántas tienen idea de la importancia simbólica de esa reforma legislativa, la cual implica que “al igual que cada 13 de septiembre, aniversario del sacrificio de los Niños Héroes de Chapultepec, el 2 de octubre el lábaro patrio debe ser izado a media asta en todas las escuelas, templos, cuarteles, guarniciones militares, edificios públicos, embajadas y consulados”, como lo ha señalado el Dr. Raúl Jiménez Vázquez?

Sin duda son muy pocas las personas que –a pesar de ser lectoras de diarios y revistas y seguidoras de noticieros– están enteradas de los logros de quienes han dado batallas en el terreno mismo de los poderes del Estado y también en el de la sociedad.

Lo conseguido hasta ahora tanto en el ámbito del Poder Judicial como en el del legislativo no habría sido posible si miles de miembros de la generación del 68 no hubieran desarrollado distintas actividades para transmitir sus experiencias a las nuevas generaciones y si no se hubieran manifestado en las calles, en las escuelas y en otros espacios para expresar una demanda que se sintetiza en una consigna: ¡Esclarecimiento de los hechos y castigo a los culpables! y lo que debe entenderse como un reto con el que están comprometidos: que el 2 de octubre no se olvide.

Los alcances y los límites de los falsificadores

Pero siendo tantos los miembros de la generación del 68 y de las nuevas generaciones que tenemos una identidad ideológica con esa demanda, con ese compromiso y en general con el movimiento estudiantil de esos años, resulta extraño el desconocimiento de las batallas por la justicia y la verdad al que nos hemos referido. Esta paradoja puede explicarla cualquiera que trate de investigar cuántas notas periodísticas han dado cuenta de la información de lo que aquí se ha dicho al formular las preguntas iniciales.

El ocultamiento en los medios de comunicación de los triunfos parciales obtenidos ha venido acompañado del silencio sobre los reveses que también han infligido a esta lucha los poderes del Estado y los grupos de poder que actúan en México. Aquí me referiré sólo a algunos.

Para dar curso a la impartición de justicia la Procuraduría General de la República debió hacer las consignaciones de las 54 investigaciones ministeriales (a militares), pero en lugar de eso las congeló y además extinguió ilegalmente a la Femospp.[4]

No obstante, la existencia misma de esas investigaciones ministeriales va en contra de quienes le apuestan al olvido, en tanto que el Comité 68 continúa trabajando para que se haga la consignación de los 54 militares indiciados y se reactive el caso de Luis Echeverría.[5]

Aunque los medios de comunicación no recojan las denuncias que hacen los líderes estudiantiles del movimiento del 68 que interpusieron la demanda judicial 30 años después de ocurrido el genocidio, ni las declaraciones de quienes los hemos respaldado, acompañado y hecho nuestra su decisión de avanzar jurídicamente, estamos convencidos de que la verdad y la justicia pueden tardar, pero terminan imponiéndose, más aún porque sabemos que el delito de genocidio “debe ser perseguido independientemente del lugar y la fecha cuando se haya cometido”, de acuerdo con la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad.

Hoy persiste también la intención de quienes han trabajado para que el 2 de octubre sí se olvide o, en su defecto, para imponer una versión distorsionada de lo ocurrido en esa fecha y de las características del movimiento estudiantil. En ese propósito están empeñados no solamente los responsables gubernamentales y sectores de las clases dominantes en México, sino también una serie de personajes que son promovidos para crear opinión.

La presencia en diversos espacios de un grupo de editorialistas que aparecen ante la opinión pública con una imagen de “personalidades académicas críticas y progresistas” ha permitido que “su verdad” niegue hechos tan objetivos como son las resoluciones del Poder Judicial, pero no sólo, también han desplegado sus esfuerzos en promover su versión de los hechos, la cual inicialmente se expresó el 3 de octubre de 1968 y en todo momento se ha evidenciado como falsa.

Se trata de la declaración hecha por uno de los miembros del Consejo Nacional de Huelga (CNH), quien declaró a la prensa que el Ejército se había presentado en Tlatelolco el día anterior sólo para disuadir a los manifestantes para que se retiraran y que los disparos que había lanzado durante la primera media hora eran balas de salva. Esta declaración se publicó en los diarios una semana después.

De los 300 miembros del CNH sólo uno, Marcelino Perelló, afirmó que el propósito del Ejército había sido la persuasión. Después de 10 años de silencio, retomó esa versión y la continuó defendiendo durante las siguientes cuatro décadas. Pero la información en la que basó “su verdad” la obtuvo, según él mismo lo declaró, de lo que le platicó un tal Del Bal quien, por una misteriosa razón, supo cuál era el propósito del Ejército.[6]

Esa versión no logró prosperar ni siquiera en el ámbito del Poder Judicial, aunque él se presentó a ratificarla ante la Femospp, pues los líderes estudiantiles que interpusieron la demanda sí lograron probar palmariamente el propósito de la masacre, por el que se configuró el genocidio.

El fracaso de los falsificadores respecto a lo que llaman “su verdad” es visto por ellos mismos como la pérdida de una batalla, pero creen que podrán ganar la guerra simplemente negando, o al menos ocultando, que el genocidio en Tlatelolco es una verdad jurídica firme y definitiva, por eso es que abiertamente dicen lo que se proponer trabajar sobre los hechos del 1968 es la narrativa”. Esto muestra la enorme importancia política que tiene “la disputa por la historia”.

Versiones sin sustento fáctico en la “disputa de la narrativa”

Es así como han echado a circular la formulación de que “sería un crimen reducir el movimiento estudiantil de 1968 al 2 de octubre”. Con esto pretenden aparentar una originalidad que no es tal y diferenciarse de una posición que no existe, de forma que a los únicos que les pueden ganar con esta “narrativa” son a los monos de paja que sólo están en su imaginación, pues está perfectamente documentado que quienes más han hablado de lo ocurrido en esa fecha en Tlatelolco son también los que más han analizado, documentado, reivindicado y difundido aspectos múltiples del movimiento.  En donde sí se diferencian los defensores de esa particular versión respecto a la casi totalidad de las voces es en que ellos tienen el propósito de que el 2 de octubre se vea como un día más.

Pero también en esto están condenados a fracasar porque hay suficientes elementos para documentar que precisamente el 2 de octubre fue cuando se provocó que la composición del CNH cambiara, debido a la represión que aplastó al movimiento y detuvo a miles de sus participantes, entre quienes se encontraban sus principales líderes, los cuales permanecieron más de dos años en prisión. El rumbo que tomó el movimiento hasta el 5 de diciembre, cuando se levantó la huelga y el peso que tuvieron varios de los nuevos dirigentes en este periodo es un aspecto del que poco se ha hablado, por lo que analizarlo es una tarea pendiente.

Sólo un puñado contra la historia

La versión que sin fundamento alguno se impulsa desde posiciones de poder y con cuantiosos recursos, ha estado presente en las cinco décadas más recientes; sin embargo no ha logrado constituirse en eso que ahora se llama “posverdad”, y que se centra en la idea de que “es más importante que la propia verdad algo que aparente serlo”, lo cual es cierto sólo para efectos de manipulación ideológica y política.

Como todas las posverdades, la que se pretende construir sobre el 68 se ha basado en la máxima fascista de Goebbels, “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”; sin embargo la historia es mucho más que la manipulación circunstancial de la opinión pública y, hasta ahora, ni siquiera esa maniobra se ha impuesto, pero se sigue impulsando con la estrategia de presentarla bajo la autoría de aparentes simpatizantes del movimiento y en esencia se centra en tres puntos fundamentales: 1.- El 2 de octubre fue una masacre, pero la intención del Ejército y de los gobernantes no fue premeditada, por lo que no constituyó un genocidio. Este punto se vincula con el siguiente; 2.- El 2 de octubre fue un día más en el movimiento. Con esto lo que se pretende es desacreditar, o en su defecto, minimizar la importancia de las conmemoraciones de esa fecha emblemática; y 3.- La violencia del Ejército tiene como contrapartida la violencia de sectores del movimiento que desarrollaron una estrategia armada.

El tercer punto corresponde a la “teoría de los dos demonios”, que es la misma con la que en Argentina algunos “intelectuales” intentaron –también inútilmente– justificar a los militares que fueron sujetos a juicio durante el periodo en que gobernó Néstor Kirchner. Vale recordar que el gobierno mexicano nunca logró aportar el menor indicio de la supuesta existencia de columnas guerrilleras en el movimiento estudiantil de ese año, como quiso hacer creer a la sociedad mexicana e internacional para así presentar la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco como una respuesta obligada del Ejército a los ataques armados de los que había sido objeto.

Como se puede apreciar, los puntos de esta posición política no son recientes ni originales. El primero arrancó desde el 3 de octubre de 1968; el segundo se ha impulsado en sectores estudiantiles desde la década de los 70, cuando se calificaba de “necrófilos” a quienes se movilizaban con la consigna de no olvidar el 2 de octubre y se les atribuía falsamente que no consideraban que el movimiento había sido liberador, alegre y lúdico; en cuanto al tercero, la idea de que en el movimiento estudiantil había prácticas violentas se promovió desde antes de la masacre, no sólo con los discursos del presidente Díaz Ordaz, sino que se esparcía la versión de que había un brazo armado del movimiento.

La “nueva narrativa” lo único que tiene de nuevo son los personajes que se han sumado: se trata de investigadores con influencia política por haber sido formados como académicos; algunos de ellos son agudos críticos del PRI y del gobierno y cuentan con cierta legitimidad social, pues en sectores relativamente calificados se les aprecia porque se les considera democráticos y progresistas. El perfil de éstos ciertamente difiere mucho de los anteriores investigadores, como el del autor de “El Móndrigo”, quien, amparado en un seudónimo, publicó este pasquín en el que presentó a los líderes más destacados del movimiento (sin referirse a ellos por su nombre, sino sólo describiendo sus características físicas y otros detalles) como ejecutores de una supuesta violencia criminal. Los nuevos investigadores encargados de distorsionar lo ocurrido, aunque se vistan de seda, encargados se quedan.

Conclusión

Los archivos del general García Barragán, narrados por Julio Scherer García, en su libro “Parte de Guerra” son clave para comprender lo que sucedió en aquellos meses aciagos del segundo semestre de 1968. Traza un retrato de las principales autoridades de entonces y de la trama, “Misión Azteca” Orden Preparatoria N°1 clasificada como SECRETO 29/07/1968, que tuvieron durante el movimiento estudiantil, incluso en los meses y años que siguieron, cuando se nos disfrazó la verdad, cuando se ocultó la verdad. Una visión bélica que el gobierno de la República tuvo, desde el principio de un conflicto que debió ser solamente estudiantil.

El movimiento estudiantil representa un parteaguas en la historia reciente de México, fundamental porque a partir del 2 de octubre, en que se dio fin a las demandas de justicia de los estudiantes, México fue otro país. Otro, porque se cerraron los conductos de libertad; otro, porque se perpetuo un sistema político que todavía nos asfixia; otro, porque la sociedad quedó herida, lacerada por el asesinato de su juventud; otro, porque nunca se ha podido saber la verdad y el origen de las decisiones de gobierno y tuvimos que conformarnos con declaraciones vanas; otro, porque mientras llorábamos y lloramos a los muertos, se hablaba de salvaguardar a las instituciones.[7]

EN EL UMBRAL DE UN POSIBLE Y ANUNCIADO CAMBIO DE RÉGIMEN, 50 AÑOS DE IMPUNIDAD, SERÍA OFENSIVO E IRRESPONSABLE, MANTENER AL EJÉRCITO EN LAS CALLES, EN ARAS DE BUSCAR LA PACIFICACIÓN DEL PAÍS.

[1] Los textos de esta publicación forman parte de dos libros en proceso por parte de la UNAM y se reproducen con la autorización de sus editores: Aquí y Ahora. A 50 años del movimiento estudiantil de 1968, coordinado por el Dr. Ricardo Valero y México 1968 – 50 años. Imágenes y símbolos contestatarios. Repercusiones del Movimiento estudiantil, coordinado por los maestros Arnulfo Aquino y Jorge Pérez Vega.

* Carolina Verduzco Ríos. Integrante del Comité 68 Pro Libertades Democráticas; profesora de la Escuela Superior de Economía del Instituto Politécnico Nacional; directora general del semanario Corre la Voz durante 14 años.

[2] La última resolución fue dictada por el Quinto Tribunal Colegiado de Circuito en el Amparo en Revisión 132/2007. Esta sentencia puede consultarse en su versión pública en la siguiente dirección electrónica: http://www.dgepj.cjf.gob.mx/internet/expedientes/ExpedienteyTipo.aspTipoAsunto=11&TipoProcedimiento=979&Expediente=132%2F2007&Buscar=Buscar&Circuito=1&CircuitoName=PRIMER+CIRCUITO&Organismo=48&OrgName=Quinto+Tribunal+Colegiado+en+Materia+Penal+del+Primer+Circuito&TipoOrganismo=0&Accion=1

[3] El decreto puede consultarse en:

http://www.dof.gob.mx/notadetalle.php?codigo=5225252&fecha=20/12/2011

[4] Dado que esa fiscalía fue creada por un decreto presidencial, la PGR no tenía la facultad de desaparecerla; su extinción sólo hubiera procedido mediante otro decreto presidencial.

[5] Se ha orquestado una campaña para hacer creer que Luis Echeverría fue exonerado, lo cual es falso; su liberación fue condicional, no definitiva, porque aunque el Poder Judicial sentenció que los hechos del 2 de octubre constituyeron un genocidio, y esta verdad ya no es susceptible de revocación, simultáneamente se ha rehusado a procesar a los indiciados por este delito, Echeverría y 54 militares acusados no han sido condenados ni absueltos, hasta ahora.

[6] http://www.proceso.com.mx/124429/marcelino-perello-relata-y-acusa Sesentayocheros.indd 7 15/08/18 22:14

[7] Julio Scherer García y Carlos Monsiváis “Parte de Guerra: Tlatelolco 1968. Documentos del general Marcelino García Barragán. Los hechos y la historia”, Ed. Nuevo Siglo/Aguilar, México 1999. 269 pp.

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