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Alma Delia Murillo

27/05/2017 - 12:04 am

Este gozoso pesimismo

De pronto, la visibilidad del mundo te apalea. Y te gustaría quedarte en ese mediotono que no altera tu esternón ni tu conciencia. Pero simplemente no puedes y las credenciales de tu país y de todos los países te provocan náuseas.

Y pensándolo bien, el mundo ¿no estará hecho sólo de gente
llena en el fondo de un profundo existir clara y obviamente?

—Fernando Pessoa

 

Foto: Alberto Alcocer/ @beco / b3co.com

Hay días en que dejar la cama equivale a la violenta expulsión de un recién nacido desalojado del útero materno.

Y a tirones te pones la rodilla izquierda, el ojo derecho, te acomodas la lengua de una sacudida, te atornillas el alma a las articulaciones y notas que queda medio floja pero no hay tiempo ni energía para más. Y con un café en la mano que se encarga de sostenerte él a ti y no al revés, echas a andar por la casa.

Puede ser que el día lleve por nombre lunes y tengas ganas de tener ganas. O quizá se trate de un martes virulento que se presente con las noticias del mundo y unos explicables deseos de llorar porque de pronto la realidad, inabarcable, incomprensible, te hiere y casi te petrifica como la Gorgona intentó petrificar
a Perseo.

De pronto, la visibilidad del mundo te apalea. Y te gustaría quedarte en ese mediotono que no altera tu esternón ni tu conciencia. Pero simplemente no puedes y las credenciales de tu país y de todos los países te provocan náuseas.

Porque estás vivo. Porque estás viva. Porque te emociona y te jode esta gran bóveda de la que eres inquilino.

Porque tienes una yo sólida y otra de agua que no puede dejar de pensar con las emociones y se le atoran los asesinatos de periodistas, la corrupción, los huérfanos de la guerra, la perversa repetición de la pobreza, la anestesia cotidiana, la epidemia política que vino a contagiarlo todo. La circularidad de las tragedias.

No, nunca podrás decir que eres optimista pero en cambio experimentarás desde tus oscuridades un gozo y una pasión por la vida que se alimentan de esa herida que tienes la suerte de alojar en algún pliegue de tu piel y que acaso certifica tu humanidad. Y posibilita tus humedades.

Te quejarás. Dirás que a veces el mundo es un infierno, que este país puede ser dantesco, que te quedas sin palabras, que enmudeces de un histórico pesimismo. Y sin embargo no. Y sin embargo tu euforia.

Y pensarás que de encontrarte con un desconocido que comparta tu desasosiego, tu gozoso pesimismo, le darías un abrazo para acomodar tus huecos entre los suyos y alinear sudores por la única pero poderosa razón de hacerle saber que te resistes a la indolencia, que no te resignas a la banalidad del optimismo vociferante que confunde la felicidad edulcorada con el regocijo vital, ese que habita en la herida.

Te gustaría ceder a la indolencia pero no puedes. Hoy no. Y si eso es ser pesimista, entonces lo eres, con inmensa alegría.

@AlmaDeliaMC

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