Benito Mussolini y cómo se escribió uno de los capítulos oscuros del futbol internacional

29/07/2013 - 1:00 am
Foto: Facebook
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Ciudad de México, 29 de julio (SinEmbargo).- “Vencer o morir”, decía en la hoja blanca que el entrenador de la selección italiana de futbol, Vittorio Pozzo, recibió previo a la final de la Copa del Mundo de Francia, en 1938. Enfrente estaba una Hungría portentosa. En el campo, los jugadores sabían que estaban en manos de Benito Mussolini, el dictador que había utilizado al futbol como herramienta de propaganda. Pozzo jamás hablaría públicamente sobre ese telegrama que había recibido en la previa, sin embargo, los futbolistas de ambas selecciones se habían enterado antes de arrancar el partido.

Una Italia obligada a vestir de negro en honor a los Camisas Negras, fuerza paramilitar fundada por el fascista dirigente, se enfrentaba ante una encrucijada. Los nervios de los jugadores eran evidentes, la pelota se manchaba por culpa de una arbitrariedad política sin escrúpulos. Los italianos no podían perder y dar una imagen de derrota. Eran tiempos en los que el futbol se expandía rápidamente como una nueva disciplina acaparadora de sentidos. Como Hitler en los Juegos Olímpicos de 1936, Mussolini pretendía extender su visión de la mano del deporte.

Cuatro años antes, Italia fue anfitriona del mundial. Antes del inicio de la competencia, “Il Duce” fue bastante claro con el General Giorgio Vaccaro, presidente de la Federación Italiana de Futbol: “No sé cómo se hará pero Italia debe ganar este campeonato; es una orden”. Era la primera gran oportunidad del Fascismo para dar una muestra de su poderío dentro de un ambiente de competencia deportiva, donde el más apto logra vencer. Aquel mandato dibujó una copa del mundo llena de miedo. Los árbitros no se atrevían a marcar en contra de los locales por miedo a que su vida peligrara. Goles ilícitos fueron convalidados para el gusto del dictador.

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Con poco más de una década en el poder, vislumbrando el panorama bélico que se aproximaba, Mussolini entendía que el Estado italiano tenía que ser venerado. Un culto que el fascismo promovió desde sus inicios mostrando un autoritarismo total en cualquier esfera social, el deporte incluido. Aquel campeonato era visto desde esferas militares como un marco irrechazable para consolidar una idea que le traería al mundo tantas desgracias. La final frente a Checoslovaquia, resultó ser un simulacro del juego. Italia ganó, sí con méritos deportivos, pero con 22 futbolistas que no querían estar disputando ese partido.

Por eso cuatro años más tarde, el bicampeonato era sinónimo de poder absoluto. Mussolini, que en un principio se declinó por el socialismo, terminó decepcionado tras la guerra de 1914 y cambió de manera radical su filosofía. Enemigo de cualquier indicio de igualdad social, entendía que había que reorganizar un nuevo Imperio Romano. Para eso, libró batallas que pisotearon todo lo referente a los derechos humanos. Un resentido militar, se convertiría en un personaje oscuro de la humanidad. La primera copa del mundo ganada a la fuerza por los italianos, era una muestra. Triunfar aplastando.

“Nunca en mi vida me sentí tan feliz por haber perdido. Con los cuatro goles que me hicieron salvé la vida a 11 seres humanos. Me contaron antes de empezar el partido que los italianos habían recibido un telegrama de Mussolini que decía: Vencer o morir”. El arquero húngaro, Anta Szabo, contó así la derrota sufrida en la final de 1938. Una frase que forma parte del mundo del futbol gracias al terror que impuso un dictador al que le interesaba ganar sin competir. Benito Mussolini nació un día como hoy pero en 1883, y murió el 28 de abril de 1945, derrotado y humillado. Su cuerpo fue ultrajo en una plaza pública. “Il Duce” deshonró al futbol. Italia nunca más volvió a jugar de negro.

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