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Ernesto Hernández Norzagaray

30/01/2021 - 12:05 am

La estupidez humana

El cardiólogo Diego Araiza Garaygordobil se pasó de estúpido por su tuit, por su imprudencia al no conectar el cerebro con la mano, por la falta de sinergia con un contagiado y por su ausencia de ética profesional cómo médico.

Este fin de semana el Presidente anunció su contagio por COVID-19. Foto: presidencia vía Cuartoscuro

El cardiólogo Diego Araiza Garaygordobil se pasó de estúpido por su tuit, por su imprudencia al no conectar el cerebro con la mano, por la falta de sinergia con un contagiado y por su ausencia de ética profesional cómo médico.

Y es que en el extremo de su estupidez llamó a atentar contra la vida del presidente López Obrador aprovechando que está contagiado de Covid y necesita estar con atención médica especializada.

En el mensaje que subió Araiza Garaygordobil a su cuenta de Twitter pedía a quienes atienden la salud del presidente suministrarle hidroxicloroquina y azitromicina con el fin de provocarle una trombosis venosa o una insuficiencia renal aguda, para de esa forma, librarnos “por algunos años de las mañaneras”.

No, no, son las mañaneras las que le preocupan al galeno pues estas han seguido bajo la conducción de la Secretaría de Gobernación, sino atentar contra la vida del presidente en funciones y sólo faltó a este estúpido que le pusiera precio a esa vida fundamental para la estabilidad del país.

Esta tentativa de homicidio que viene de un médico violenta todo y para empezar el juramento hipocrático clásico que fue refrendado por la Convención de Ginebra de 1948 de “Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa según mis facultades y a mi entender, evitando todo mal y toda injusticia. No accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos…”

Nunca, nunca, perderlas, salvo cuándo las capacidades humanas y médicas sean insuficientes para evitar la muerte. Y, entonces, leer que un profesional de la medicina este utilizando las redes sociales para que otro cometa un crimen lleva a preguntarse sobre su estado mental que llama a ser atendido antes de que él personalmente haga daño a otra persona porque: ¿Qué médico o personal sanitario le haría caso y atentaría contra una vida?

Sabemos que una franja de la sociedad no quiere al presidente López Obrador por razones políticas clasistas o racistas, vamos por no ajustarse al patrón del político, que hemos estado acostumbrados a ver en medio de cierto glamur y ligereza en el manejo del poder.

Vamos, como sucede con las mujeres y hombres de FRENA, que en sus apariciones esparcen su odio al presidente.

Pero, obvian, que Andrés Manuel es presidente legítimo por la mayoría de los votos que recibió en las elecciones del verano de 2018 y eso es un mandato por seis años.

Y, si no quieren a AMLO en la presidencia de la República tampoco han llegado al extremo de médico pues saben que si lo quieren fuera de la política tendrán que hacerlo a través de un partido o una coalición en la consulta para revocación de mandato que se celebrara en 2022, ojo, a iniciativa del propio presidente. Y, si no lo logran, tendrán que esperar el 2024 cuando ocurran las elecciones constitucionales. Pero, no a través del asesinato o desear su muerte, como algunos quisieran cómo este médico al que se le debería quitar la cédula profesional para evitar poner en riesgo la salud de todo aquel paciente que caiga en sus manos.

Para empezar la Sociedad Europea de Cardiología le retiró su nombramiento de embajador en México y la Sociedad Mexicana de Cardiología, a la cual pertenece, debe analizar el comportamiento criminal de uno de sus miembros y valorar conforme a sus estatutos, si estas actitudes caben para tenerlo como activo en su membresía.

Asustado de su despropósito, el médico lo primero que hizo fue suspender su cuenta de Twitter y probablemente la Sociedad Mexicana le indicó que no podía hacerlo pues lo escrito, escrito estaba, y que eliminando la cuenta lo único que provocaba era una mayor irritación por lo que reestableció e hizo su mea culpa cuando afirmó:

“El texto compartido, nos dice, fue a título personal y no involucra el pensar y/o actuar de ninguna institución o sociedad, ni tampoco de mis colegas médicos. Deseo la pronta recuperación de todos los mexicanos que padecen COVID-19, incluyendo la del señor presidente Andrés Manuel López Obrador”, que seguro se lo exigieron sus colegas para evitar pagar deudas ajenas y no manchar el buen nombre de la comunidad de cardiólogos.

No obstante, ese mea culpa, debe ser llamado también a rendir cuenta ante la autoridad por su mensaje de odio que es insostenible en una sociedad democrática basada en la tolerancia por la forma de pensar del otro. No puede quedar impune. Se le deben poner los correctivos que marca la ley cuando suceden este tipo de amenazas por razones de intolerancia y cierto aire de superioridad.

Entonces, el llamado contra López Obrador está ahí, esperando a que las autoridades judiciales actúen ante un hecho notoriamente evidente y que facilita cumplir el principio jurídico de que a “declaración de parte relevo de pruebas” procedan a iniciarle un juicio por incitar a cometer un delito de odio.

Y no es único médico, está una tal Dra. Fernanda Gómez, que le secundó el mismo día con un mensaje intolerante, grosero, en su cuenta de Twitter: “A Obrador si atásquenlo de Ivermectina, azitromicina, ceftriaxona, ritonavir y si pueden chingos de tamoxifeno, cisplatino, todo lo que se les ocurra… hasta CLORO en cantidades industriales, pinche circo del viejito”.

Los bots de la derecha no se dejaron esperar en los comentarios en el diario digital de SDP Noticias donde por decenas afirmaban que las voces de estos médicos eran en respuesta al mal manejo de la pandemia del gobierno obradorista, o sea, no cuestionaban la conducta de los médicos, sino a la víctima de los ataques.

Es esa lógica de ataques la víctima se convierte en acusado, sin embargo, por encima de los dichos está la ley y deberán ser las autoridades judiciales las que revisen si estos médicos actuaron motu proprio o son parte de una cruzada organizada que busca no sólo cultivar el odio sino forma parte de una estrategia organizada de desestabilización política.

En definitiva, que este médico haya actuado atendiendo sus peores sentimientos o lo haya hecho por un interés conspirativo podríamos decir que ya perdió ante la comunidad de cardiólogos, sus pacientes, amigos, familia, pues, seguramente, ya no se le vera con la misma confianza y, ahora, hasta podría quedársele aquello de Dr. Muerte que perfiles como este le asignan al Dr. Hugo López Gatell.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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