Martín Moreno-Durán
Las derrotas tanto en la SCJN como en el TFJA fueron dos mazazos en la nuca de López Obrador. Los necesarios e imprescindibles contrapesos del dictatorial poder presidencial se activaron para bien de la democracia mexicana.
“Pero estas calamidades no le importan a López Obrador. Sus chifladuras solamente se centran en sus tres armatostes: la Base Militar Aérea de Santa Lucía, la Refinería Dos Bocas y el Tren Maya (…)”.
AMLO ha perdido la razón en cuanto a prudencia. Ha subido la apuesta de fomentar el odio entre sus fanáticos para atacar a todo aquél que sea declarado enemigo de la 4T y de su movimiento, generando un clima de odio nunca antes visto en México.
¿Está preocupado AMLO y su Gobierno porque cada vez es mayor el rechazo ciudadano hacia la 4T? ¡Por supuesto! Atisban su derrota en 2024 y por ello han emprendido una feroz cruzada antidemocrática con tal de robarse -literal- la próxima elección presidencial.
Las mayorías comienzan a darse cuenta del desastre que ha resultado el régimen de López Obrador. De la patraña que ha montado bajo un populismo dañino.
En nada le ayuda al país que miles de acarreados sean obligados por el régimen y gobernadores a marchar como borregos para llenar el ego lastimado de López Obrador, mientras México se cae a pedazos entre crisis económica, violencia y 15 millones que se quedaron sin servicios de salud por las decisiones miserables de AMLO y la 4T. Esa marcha oficialista no soluciona los graves conflictos nacionales.
Yo, el odiador, que voy de fracaso en fracaso durante mi Gobierno, y que retomo el odio para justificar mi inutilidad como Presidente, culpando a gobiernos anteriores de mi propio fracaso.
Porque lo ocurrido el domingo pasado no se había visto en ningún momento del sexenio obradorista: que la oposición saliera a las calles en protesta pública y popular ante la retrógrada Reforma Electoral que fue, sin duda, el detonante principal de la marcha.
En síntesis: López Obrador y su 4T quieren, con su Reforma Electoral, aniquilar a la democracia mexicana y regresar a los tiempos del partido único de Estado. Casi nada.
El mensaje de Sandoval también es diáfano: de la mano de AMLO, aquí mandamos nosotros y están las armas para apoyarlo. Y nadie más tiene cabida.
Zedillo alerta sobre la dictadura política que se pretende instaurar en México. Razones no le faltan. Calderón advierte sobre la democracia mexicana que está a punto de caer. Razones no le faltan. Y López Obrador va en ambas direcciones: dictadura política y aniquilamiento de la democracia mexicana.
La corrupción de AMLO y de dentro de su administración ha quedado evidenciada. Que no se quiera investigar y la FGR o la Fiscalía de Delitos Electorales sean tapaderas de López Obrador, familia y amigos, es otro cantar. Pero la corrupción allí está.
El hackeo de “Guacamaya” exhibe la corrupción, abusos y delitos de dos poderes: el poder militar y el poder presidencial (incluida la familia de AMLO), transcurridas las dos terceras partes del régimen obradorista.
En más de una ocasión, López Obrador ha pedido pruebas concretas de que su Gobierno tiene un pacto con el crimen organizado y con su brazo más poderoso: el narcotráfico.
Lo imposible: los 43 de Ayotzinapa JAMÁS estuvieron juntos en el basurero de Cocula para ser incinerados. ¿Por qué? Porque comprobamos que NUNCA, en ningún momento ni sitio, estuvieron juntos.
Nunca en la historia moderna de México, su democracia había estado tan amenazada como ahora: con un Presidente civil pretendiendo desaparecer o controlar al INE, un General ambicioso amenazando públicamente las libertades individuales, la sombra de la militarización nacional y un Ejército sirviendo a un proyecto político más que a un país.