ENTREVISTA | “Una Tercera Guerra Mundial acabaría con el mundo”, dice la historiadora Margaret MacMillan

05/09/2014 - 12:30 am
Escribe la historia con rigor científico y pasión literaria. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
Escribe la historia con rigor científico y pasión literaria. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

Ciudad de México, 5 de septiembre (SinEmbargo).- Ucrania versus Rusia. Israel versus Palestina. Irak versus Estados Unidos. En la historia contemporánea de la humanidad el mejor negocio parece ser el de la venta de armas.

Dos por tres crece la amenaza de una Tercera Guerra Mundial y eso que todavía no hemos terminado de juntar los restos que dejó la Segunda.

Para la historiadora canadiense  Margaret MacMillan,  rectora del St. Antony’s College de la universidad británica de Oxford y catedrática de Historia Internacional en la misma institución, una contienda bélica multinacional en estos tiempos “acabaría con el mundo”.

Y aunque nos parezca lo contrario, las naciones modernas no están por la labor, aun cuando exploren con ánimo suicida los límites extremos de las tensiones en un mundo a punto de estallar a cada instante.

Al menos eso es lo que opina Margaret MacMillan, ganadora en 2002 del premio Samuel Johnson por su libro París 1919: seis meses que cambiaron el mundo (publicado en español en 2005), es también la autora de Juegos peligrosos. Usos y abusos de la Historia (2010).

Es miembro de la Real Sociedad de Literatura y Senior Fellow del Massey College de la universidad de Toronto, miembro honorario del St Hilda de la universidad de Oxford, y se sienta en los consejos de administración del Mosaic Institut y del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo y los consejos de redacción de la Historia Internacional y Primeros estudios sobre la Guerra Mundial. En 2006 fue investida como Oficial de la Orden de Canadá.

De visita en México para presentar su reciente y luminoso libro 1914 De la paz a la guerra, editado en español por Turner, la intelectual hace centro en la posición de Europa en la actualidad, perdido desde hace mucho tiempo el liderazgo mundial y con el Reino Unido como protagonista de una relación siempre compleja con el Viejo Continente.

Su libro, escrito con pasión literaria, nos lleva a los tiempos de la Primera Guerra Mundial, una contienda bélica que ayuda mucho más que la posterior (1939-1945) para entender los conflictos de nuestra era.

1914 De la paz a la guerra es también la enunciación de un paraíso perdido en el XIX, un siglo donde los adelantos científicos y el desarrollo industrial vivían en armonía junto a los grandes tesoros del arte y la cultura construidos por hombres y mujeres que veían con ojos prístinos el futuro.

La pérdida irreparable de esos tesoros –como la biblioteca de Lovaina, un hecho que precedió al estallido de la Primera Guerra Mundial-, fue uno de los grandes signos a la posterior tragedia de muertes humanas y la constatación del poder destructivo de comunidades que iban aferrándose poco a poco al concepto de nación étnica, a la delimitación de un territorio con una vocación racial y a la fundación del fascismo que se encaramaría como una sombra aciaga de la que todavía quedan restos importantes en varios países de Europa.

El 28 de junio de 1914 un fanático nacionalista eslavo con conexiones serbias asesinó en Sarajevo al archiduque austríaco Fernando Francisco y a su esposa Sofía.

Un libro muy interesante para entender la contemporaneidad. Foto: Especial
Un libro muy interesante para entender la contemporaneidad. Foto: Especial

El 4 de agosto estalló la guerra que todo el mundo parecía considerar inevitable, y cuatro años más tarde, cuando terminó, habían muerto ocho millones y medio de combatientes, 21 millones estaban heridos y Europa se había transformado en un continente muy diferente al que fue testigo de la inauguración de la Exposición Universal de París en 1900.

Cuenta MacMillan que las decisiones finales procedieron de un grupo increíblemente pequeño de hombres  pertenecientes o asimilados a las clases altas, dispuestos a cualquier cosa con tal de evitar la vergüenza y defender el prestigio y la supervivencia de las grandes potencias que representaban.

“El perezoso Guillermo II, incapaz de concentrarse; el obstinado e indeciso zar Nicolás; Fernando Francisco, que con su cautela podría quizá haber evitado la guerra, el belicoso Conrad, Alfred von Tirpitz, responsable de la carrera armamentista naval alemana, Moltke, Jaurés y otros muchos”, son los hombres que entre el azar y los cálculos equivocados llevaron al mundo a la hecatombe.

Margaret MacMillan ha decidido dedicar su monumental trabajo no a la guerra en sí misma, sino al camino que lleva hasta ésta, a “el fracaso de la paz”, y las preguntas que insistentemente se plantea en 1914 son dos: ¿cómo se llegó al punto en que la guerra fue más probable que la paz? y ¿por qué en esta ocasión no se pudo evitar?

“Sus respuestas resultan en cierto modo desalentadoras (nadie fue capaz de imaginarse el desastre y nadie fue lo suficientemente valiente para enfrentarse a lo inevitable), pero ofrecen lecciones muy valiosas para todo aquel dispuesto a escucharlas”, dice el boletín de prensa de Turner con el que resulta imposible no estar de acuerdo.

–        La Primera Guerra Mundial pudo haberse evitado, ¿pero es un mundo mejor después de la contienda o peor?

–        Efectivamente, la Primera Guerra Mundial pudo haberse evitado, porque Europa ya había enfrentado con éxito crisis similares en momentos anteriores, pero hubo una serie de decisiones en el verano de 1914 que condujo finalmente a la guerra. El mundo después de ella fue un lugar peor, aunque no para todos los países ni para todas las personas. Después de la guerra, por ejemplo, mejoraron las situaciones laborales de mucha gente y mejoró la posición de la mujer en varias sociedades, pero son circunstancias que de todas maneras hubieran acontecido. No hacía falta la guerra para eso. El precio a pagar por esas mejoras fue muy alto. Estados Unidos salió fortalecido de la Primera Guerra Mundial, sobre todo desde el punto de vista económico, pero en Europa comenzaron a surgir las naciones  con bases étnicas, colapsó el Imperio Otomano y eso condujo a la larga a muchos problemas en el Medio Oriente. Hubo una brutalización en Europa, con la explosión de grupos fascistas y bolcheviques. Por otro lado, la Primera Guerra Mundial no consiguió una paz duradera, como lo demuestra el estallido de la Segunda en 1939.

–        ¿El concepto de nación que comenzó a construirse en esta época permitió luego la institución de las democracias europeas que conocemos hoy?

–        El concepto de nación es muy complejo. Uno de esos conceptos nacionales contempla la posibilidad de que las distintas comunidades puedan participar en las decisiones del gobierno, pero la verdad es que las naciones que surgieron fueron las étnicas que, como bien sabemos, niegan en general los derechos a las minorías. Movimientos como el de la Revolución Francesa contribuyeron mucho para la institución de la democracia en Europa, pero ha sido en cierto modo la excepción. En Checoslovaquia, por ejemplo, no se dio derechos a los eslovacos y en toda esta idea de nación étnica siempre hay incluidos y excluidos.

"El mundo no fue mejor después de la Primera Guerra Mundial", dice MacMillan. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
“El mundo no fue mejor después de la Primera Guerra Mundial”, dice MacMillan. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

–        Dice usted en su libro que con la Primera Guerra Mundial Europa comenzó a perder su liderazgo. ¿Cree que esté recuperando esa posición principal en nuestros días?

–        Pienso que eso no está claro todavía. Y la situación actual es un poco decepcionante, porque Europa ha fallado en el desarrollo de un frente común de política exterior y de defensa común. Lo vemos ahora con la crisis en Ucrania, ante la que Europa se ve obligada a tener una respuesta coordinada para lo que está haciendo Vladimir Putin en la región. Pienso de todos modos que la posición de liderazgo del Viejo Continente en 1914 era real, Europa era el centro del mundo, con un gran poder económico, científico, tecnológico y cultural.

–        Para ser británica, es usted demasiado europeísta

–        Es que no soy británica, soy canadiense (risas) Trabajo desde hace muchos años en Inglaterra y sí, es cierto, Reino Unido siempre ha tenido una relación muy compleja con Europa. Para ver este tema me ayuda el hecho de no haber nacido allí, veo las cosas de forma más desapegada y objetiva. Tal como veo las cosas, el Reino Unido forma parte de Europa, es Europa.

–        ¿Y cómo ha sido recibido el libro en el Reino Unido?

–        Bastante bien. Nadie me ha dicho cosas como “¿Cómo te atreves?” Es verdad que soy bastante crítica con el Reino Unido, pero mucha gente allí coincide conmigo y piensa que no tuvo el liderazgo que le correspondía antes de la Primera Guerra Mundial. Sir Edward Gray tendría que haber reaccionado con mucha mayor rapidez para evitar la contienda. Los que sí me criticaron mucho fueron los serbios.

–        Todo lo que usted menciona que se perdió con la Primera Guerra Mundial en patrimonio artístico y cultural podría parecer un guión de Hollywood. Desafortunadamente, fue la verdad

–        Fue algo terrible. Europa había progresado mucho en el siglo XIX. La gente vivía mejor, vivía más años y verla destruirse de ese modo es algo tremendo. He visitado el norte de Francia y el de Bélgica, donde se reconstruyen las cosas bellas que fueron destruidas de manera tan vil y que tendrían que haber formado parte de un legado europeo para el mundo. Inicié el libro con la destrucción de la biblioteca de Lovaina, todo un símbolo de la civilización de la época. Por supuesto, con el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial, el desastre en este sentido sería mucho más grande.

–        ¿Ha visitado Lovaina recientemente?

–        No, me han invitado cuando refundaron la Biblioteca, pero se trata en realidad de la reconstrucción del edificio. Los tesoros que estaban adentro fueron destruidos totalmente antes de la Primera Guerra Mundial.

LA HISTORIA CON PASIÓN LITERARIA

Cuenta Margaret MacMillan, una señora elegante, muy rubia, de rostro dulce y mirada cordial, que cuando está en el proceso de escribir un libro se levanta muy temprano, toma café, revisa sus correos y luego trabaja hasta cansarse, unas cuatro o cinco horas sin parar, aproximadamente.

En los tiempos intermedios no hay otra cosa en qué pensar más que en el libro. Ahora prepara un volumen pequeño que dedicará a ciertos personajes históricos no muy conocidos  y viaja por el mundo presentando 1914 De la paz a la guerra.

–        ¿Es usted una novelista de clóset?

–        Me fue muy mal cuando intenté escribir ficción. Lo que pienso es que los libros de historia pueden y deben leerse con espíritu de disfrute, con vocación de goce. Es verdad que para la historia tienes que echar mano de la ciencia y ser muy preciso, pero también es importante tratar de escribir bien, de no ser aburrido ni solemne con tu escritura. La historia debe ser contada con pasión literaria.

 

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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