México
PERIÓDICO CENTRAL

CRÓNICA | Las jóvenes “terapeutas” que ofrecen servicios sexuales en spas de Puebla

09/02/2017 - 8:33 pm

Puebla es el segundo estado del país con más casos de trata de personas. Los tratantes utilizan fachadas de hoteles y spas para brindar sus servicios. Periódico Central realizó una investigación para conocer cómo es que operan diversos negocios de trata en Puebla. La tercera entrega es una crónica de lo que sucede dentro de uno de estos falsos spas ubicado en la colonia Buena Vista. Ahí jóvenes mujeres ofrecen servicios sexuales hasta por 2 mil 500 pesos.

Por Yonadab Cabrera / David Arroyo*
TERCERA ENTREGA/especial de Central para SinEmbargo

Ciudad de México, 9 de febrero (SinEmbargo/PeriódicoCentral).- El spa “Serenity” está ubicado en la calle Lázaro Cárdenas número 30 de la colonia Buena Vista; en realidad es una casa de citas donde por 2 mil 500 pesos las mujeres dan servicios sexuales a sus clientes. Las “terapeutas” no pueden disimular su edad, y es que algunas no alcanzan ni los 18 años.

CENTRAL agendó una visita y realizó un recorrido por las instalaciones para corroborar que al interior del spa se ejerce la prostitución.

Por fuera, el lugar luce como una casa normal: es color blanco, el portón azul separa al lugar de los ruidos de la calle y la vida cotidiana. Ya dentro, se detiene el tiempo y es fácil perder la noción de lo que está ocurriendo afuera.

Toda la casa huele a lavanda, el recibidor te lleva a una especie de tour por la cultura asiática, hay bambús ornamentales, piso de duela, cuadros con Mandalas e iluminación tenue y elegante; una mujer que disimula su acento extranjero te recibe inmediatamente.

De lo que estas jovenes ganan ahí tienen que dar la mitad a los dueños del negocio. No son profesionales en masajes pues todo lo han aprendido en Youtube o leído en algunas páginas de internet.

Las jornadas de trabajo son largas y las jóvenes apenas tienen descanso entre cliente y cliente.

EL ENCUENTRO

Después de ser recibido paso a un bar improvisado iluminado de verde, una televisión proyecta el Animal Channel y un refrigerador lleno de cervezas te da la bienvenida.

La siguiente puerta da a un cambiador bien iluminado y armado con baños, regaderas, lockers, lavamanos y varias batas color verde limón; ahí los clientes pueden dejar sus cosas.

Después está otra puerta que lleva a un pasillo a media luz en donde hay otras más —al menos ocho—; inmediatamente al fondo, tapado con una cortina color lavanda está escondido el lugar de donde salen las jóvenes.

—Me llamo Karla y seré tu terapeuta, ¿pasamos por acá? — dice la chica de baja estatura, voz suave, piel canela y rasgos aniñados.

Los cuartos donde dan los masajes miden apenas unos 4 metros de largo por 2 de ancho; tienen una cama especial, una silla y un tocador con velas aromáticas. La terapeuta te pide que te acuestes y te pongas cómodo mientras va por su kit de aceites.

—¿Tienes frío?— pregunta Karla para romper el hielo y liberar el clima tenso y de estrés que genera un primerizo en el mundo de los masajes.

A unos minutos de iniciar todo el ritual que durará poco menos de una hora, Karla intenta llevar la plática: habla del clima, del tráfico, del calor, de la ciudad. Enseguida, en un tono más íntimo pero inocente, pregunta:

—¿Quieres que te cuente cuáles son mis servicios adicionales?

—Sí, platícame— respondo.

—Pues mira, por 750 pesos estimulo tus genitales hasta llegar al orgasmo, esto lo hago en topless y puedes tocarme un poco si quieres; por mil pesos hago lo mismo, pero completamente desnuda.

Además por mil 500 te hago un masaje Tántrico, que consiste en masajear tu cuerpo con mi cuerpo… ¿quieres alguno de estos servicios extras?

—¿Y si quiero algo más?—

Karla, con una risa entre dientes, responde —bueno por 500 más puede haber penetración—

—¿Cuántos años tienes?

—Tengo 20— asegura pese a que sus facciones reflejan a una menor edad.

Antes de terminar insiste — ¿no quieres que quede en topless por 750 pesos más? —

Un poco tímida, con voz baja y viendo hacia todos lados, Karla confiesa que llegó a ese lugar gracias a una amiga, quien a su vez fue contactada a través de anuncios de Facebook.

Revela de tiene apenas un par de meses trabajando en este lugar y que le han tocado clientes “respetuosos”.

Confiesa que los dueños, una pareja de más edad, las tratan bien, pero que los días de trabajo son extenuantes pues no hay descansos.

Me dice que no le va mal, pues de lo que gana, la mitad —o a veces más— es para ella. Karla toma su botella de aceite y sale del cuarto apresurada, algo agobiada por su revelación.

Me incorporo, me pongo la bata y las chanclas y salgo de nuevo al pasillo a media luz, en los otros cuartos se escucha algo de actividad, pero el ruido se ahoga entre las paredes de tablaroca.

Al fondo la cortina separa la impecable recepción de un cuarto en obra negra, donde apenas se puede ver una pantalla empotrada, lockers, un refrigerador y una mesa. Entonces escucho las voces de las chicas hablando de su día a día.

Ahí están, esperando más clientes para terminar de sacar la cuenta del día.

 

*REPRODUCIDO EN SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE LOS AUTORES Y DE PERIÓDICO CENTRAL DE PUEBLA

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