El Nobel premia al Cuarteto que salvó la única primavera árabe que ha sobrevivido

09/10/2015 - 4:42 am

El Cuarteto fue reconocido por su “decisiva contribución a la construcción de una democracia plural” en Túnez.

Kaci Kullman Five, nueva directora del Comité del Premio Nobel de la Paz noruego, al momento de anunciar el Nobel de la Paz. Foto: EFE.
Kaci Kullman Five, nueva directora del Comité del Premio Nobel de la Paz noruego, al momento de anunciar el Nobel de la Paz. Foto: EFE.

Por Javier Martín

Túnez, 9 oct (EFE).- El Cuarteto para el diálogo nacional en Túnez, formado por organizaciones de la sociedad civil, ha ganado el premio Nobel de la Paz 2015 por su “decisiva contribución a la construcción de una democracia plural” en el país, anunció hoy en Oslo el Comité Nobel de Noruega.

El Cuarteto se formó en el verano de 2013, cuando el proceso de democratización de Túnez estaba en peligro tras varios asesinatos políticos y revueltas sociales, con la participación de la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), la patronal (UTICA), la Liga Tunecina de los Derechos Humanos (LTDH) y la Asociación Nacional de Abogados.

Estas organizaciones, según el Comité Nobel, propiciaron un proceso político, pacífico y alternativo cuando Túnez, tras la denominada “revolución de los jazmines” de 2011, se acercaba de nuevo al abismo de una guerra civil.

 Foto de archivo tomada por EFE el 4 de diciembre de 2013 del secretario general de la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT).
Foto de archivo tomada por la agencia EFE el 4 de diciembre de 2013 del secretario general de la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT).

La UGTT, UTICA, la Liga Tunecina y la Asociación de Magistrados llegaron a la conclusión de que el alzamiento languidecía, amenazado igualmente por el conflicto político latente y el resurgimiento del yihadismo. La señal de alarma fue el asesinato en febrero de 2013 del líder político de izquierda Chokri Belaïd, al que siguió en julio el de su colega Mohamed Brahmi.

A esas alturas, la troika (integrada por los islamistas de Al Nahda y el centro derecha representado por el CPR y el partido Ettakatol) que trataba de conducir el timón de la transición había perdido el apoyo de la calle.

Y el salafismo, al que se acusa de los citados ataques, campaba a sus anchas en mezquitas, escuelas e instituciones. Partidos como Ansar al Sharia, ahora ilegalizado y señalado como el alma detrás de los atentados que este año mataron a 60 turistas extranjeros, logró ese año reunir a miles de personas en una demostración de fuerza en la histórica ciudad de Kairaoun, en el centro del país.

Además, la corrupción y el abuso de poder, endémicos en tiempos de la dictadura del huido Zinedin el Abidin Ben Ali, volvía a asomar en las instituciones, purgadas y dirigidas en el nuevo Túnez por funcionarios inexpertos y partidistas.

Elegida en 2011 con mandato de un año, el plazo para redactar una nueva Constitución, la troika se mantenía aferrada al poder, con el país escindido en dos bandos. Por una parte, la troika, y por otra la oposición, constituida en su mayoría por partidos creados tras la revolución y salidos de la sociedad civil.

En este ambiente, a principios de 2013 se reunieron, primero en secreto y después en público, representantes de los sindicatos, la patronal, los movimientos de derechos humanos y los jueces con una ambición común: salvar la única revolución de las primaveras árabes que ha sobrevivido.

Compuesta por tecnócratas y otros expertos de la sociedad civil, su primera propuesta fue crear un gobierno alternativo a la troika libre de partidismos, que preparara el camino a unas elecciones totalmente democráticas.

Tras meses de duras negociaciones, los esfuerzos del cuarteto dieron como fruto un gobierno de transición dirigido por el tecnócrata Mehdi Jomâa, un hombre que durante años trabajó para la industria del petróleo en Francia.

Un trabajo que tuvo, además, otros cuatro nombres propios: Wided Bouchamaoui (representante de la patronal), Houcine Abassi (líder sindical), Abdessatar Ben Moussa (responsable de la Ligue des Droits de l’Homme) y Fadhel Mahfoudh (representante del colegio de abogados).

Para muchos tunecinos, son personas que merecen ese Premio Nobel de la Paz por salvar la única revolución que ha sobrevivido y evitar que Túnez caminara por los trágicos derroteros de Libia, Siria o Egipto.

El jurado del Nobel destacó que el Cuarteto fue un instrumento que permitió que, en unos años, Túnez contara con “un sistema constitucional que garantiza los derechos fundamentales al conjunto de la población, sin importar el sexo, las convicciones políticas o las creencias religiosas”.

A partir e su experiencia en distintos ámbitos y sectores de la sociedad, ejerció un papel mediador para avanzar hacia el desarrollo democrático de Túnez “con gran autoridad moral”.

El país norteafricano afronta todavía numerosos retos políticos, económicos y de seguridad y el Comité Nobel confió en que este galardón contribuya a salvaguardar la democracia y sea “una inspiración para todos aquellos que buscan impulsar la paz y la democracia en Oriente Medio, en el Norte de África y en el reto del mundo”.

“Sobre todo, el premio quiere ser un mensaje de ánimo al pueblo de Túnez, que, a pesar de los grandes desafíos, ha sentado las bases para una fraternidad nacional que el Comité espera que sirva como ejemplo para otro países”, añadió.

El jurado destacó que el Nobel de la Paz, dotado con 8 millones de coronas suecas (855.000 euros, 954.000 dólares), es para el Cuarteto, no para las cuatro organizaciones que lo componen de forma individual.

El Cuarteto sucede en la lista de galardonados a la paquistaní Malala Yousafzai y el indio Kailash Satyarthi, premiados el año pasado por su lucha por los derechos de los niños.

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