Shin Godzilla

15/01/2017 - 12:00 am
En Shin Gozdilla se rinde tributo al clásico, a la concepción del monstruo que transmuta en formas ya conocidas, en tanto duplica su tamaño y fuerza. Foto: AP
En Shin Gozdilla se rinde tributo al clásico, a la concepción del monstruo que transmuta en formas ya conocidas, en tanto duplica su tamaño y fuerza. Foto: AP

“Un político debe decidir si se hace responsable o no (ante el desastre)”, subraya uno de los personajes de Shin Gozdilla (Shin Gojira, 2016), línea que reconfirma el gozo: ésta es más que una película de monstruos. La legendaria criatura nipona retorna a la pantalla con un poder destructivo descomunal casi indescifrable para el hombre, así como lo es el entramado político y burocráctico con el que las sociedades conviven a diario.

Mientras el coloso letal surge de las profundidades marinas, arrasa bahías y se enfila a Tokio, los políticos y funcionarios convocados en reuniones apremiantes, apenas atinan a emigrar de oficina en oficina -cada una acorde a la jerarquía y a la escalada que va tomando la amenaza-, para discutir las acciones pertinentes que amerita el caso. Cada resolución atraviesa por una fila interminable de funcionarios que van pasando la voz, antes de que las órdenes de defensa y ataque lleguen a la milicia que habrá de ejecutarlas. Incapaces de alertar oportunamente a la población y evacuarla a un sitio más seguro, sus resoluciones llegan tardías mientras el monstruo avanza. Afuera es el caos. El pueblo aquejado por el horror y sepultado entre los escombros de concreto y el alud del protocolo.

Desde 1954, el famosísimo Kaiju ha visitado la pantalla infinidad de veces, entre clásicos, piezas memorables y uno que otra olvidable. Shin Gozdilla (Shin Gojira, 2016) se suma a la franquicia bajo la dirección de Hideaki Anno, autor de la serie Evangelion y Shinji Higuchi, quien tiene en su haber la saga Attak on Titan. El guión, escrito por el mismo Anno establece claramente la metáfora sobre las destructivas criaturas: una alimentada por restos radiactivos depositados en el lecho marino; otra, nutrida por la imperiosa necesidad de organizarse en sociedad y cómo se muere en el intento.

Los admiradores incondicionales del coloso, que lo mismo ha enfrentado a la oruga gigante Mothra, al pterodáctilo Rodan o al descomunal simio King-Kong, quedarán más que satisfechos con la película y el espectáculo que redescubre su poderío. En Shin Gozdilla se rinde tributo al clásico, a la concepción del monstruo que transmuta en formas ya conocidas, en tanto duplica su tamaño y fuerza. Científicos de Japón y Estados Unidos son convocados para desentrañar el poder de la criatura y las posibles alternativas para rendirla, con postulados fascinantes: los enigmas de su estructura biológica son cercanos a una mandala o al arte del origami, como subrayan los personajes. Además, otro apunte de deleite, se incorpora en la banda sonora música de las películas anteriores incluyendo la partitura original compuesta por Akira Ifukube.

En Godzilla ha estado presente la alusión al empleo de la energía nuclear y sus estragos. En el filme de 1954, dirigido por Ishiro Honda, permeaban las heridas de Hiroshima y Nagasaki. En este abordaje al Japón actual hay referencias estremecedoras al terremoto de Tohoku, la recreación del tsunami y el accidente nuclear de Fukushima. Godzilla, de ojos inamovibles, guarda en sus entrañas la amenaza latente de un reactor nuclear.

Acción sin descanso: una urbe sumida en la oscuridad, edificios que se rinden ante el impacto corporal del monstruo que en cada ataque se vuelve más poderoso. La ayuda internacional es convocada por ministros y funcionarios incapaces de manejar el conflicto y proteger a la población. Hay espacio para la memoria en voces que hablan por las víctimas de los desastres pasados y se perfilan personajes destacados como Rando Yaguchi (Hiroki Hasewaga) el ministro suplente que habrá de asumir la culpa por las decisiones tomadas por el gobierno o Kayoko Ann Patterson (Satomi Ishihara), la ambiciosa joven aspirante a presidenta de la nación más poderosa del mundo.

Llámenle Godzilla, desastre natural, invasión militar o catástrofe financiera. Apuntes políticos y sociales acompañan al gigantesco lagarto en su sendero de devastación. Se establecen así las distancias entre anteriores adaptaciones de Godzilla, como la del británico Gareth Edwards (Rogue One: Una historia de Star Wars), en tanto los directores asiáticos reafirman como suyo al monstruo.

Rosalina Piñera
Periodista egresada de la UNAM. En su pesquisa sobre el cine ha recorrido radio, televisión y publicaciones como El Universal. Fue titular del programa Música de fondo en Código DF Radio y, actualmente, conduce Cine Congreso en el Canal del Congreso.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas