¿IR AL TEATRO? NO; YA HAY A DOMICILIO Y BAJO PEDIDO

23/11/2012 - 12:00 am

Los llaman locos porque meten a los personajes dramatúrgicos a las casas. Los Atómicos, un grupo actoral, aspira a que el público vea teatro en la intimidad de los espacios cotidianos. Se vale oler y tocar

Se apagan las luces. Apenas se oyen algunos disimulados movimientos de la gente en los sillones. Pocos carraspean. Y por fin, el silencio. De pronto, aparece la Mujer Madura, vestida de traje sastre negro, sentada en una silla y con una media de seda (la bebida de los setenta) en la mano. “La felicidad consiste en que te coman el coño. Ni más ni menos”. Semejante manera de abrir el show garantiza que ningún espectador resulte indiferente.

La idea es un poco loca. Porque esa escena y toda la obra transcurrirá en la sala de una casa. De la casa de una amiga, de otro amigo, de la prima de la tía del pariente. Teatro a domicilio, pero con un alto nivel profesional. Teatro en casa, pero con los rituales propios de la actuación. Teatro más íntimo, con la posibilidad de un encuentro muy cercano con los espectadores. Con un diálogo que aunque no sea con palabras de ida y vuelta, permite conmoverse mutuamente.

A lo largo de una hora, los actores interpretan Hamlet García, de Miguel Morillo, adaptada para la sala de ocasión. Se desplazan por ese ambiente, incluso por los comedores, cocinas o espacios privados que colindan con la sala y que forman parte de la casa anfitriona. Se suben, se bajan, dan sus parlamentos, miran al público, giran, se sientan. Hacen silencio. Retoman sus diálogos.

El elenco a cargo de esta propuesta se llama Los Atómicos. Ellos son Gisela Flores Medrano, Mauricio Astorga, Bernardo Benítez, Rafael Covarrubias, Cristian Magaloni, Ismena Romero, Ramón Valera y Asur Zágada. “Queremos hacer teatro para que la gente nos vea. Me encanta llegar a una casa desconocida, no conocer más que al anfitrión y, para mayor  sorpresa, vernos rodeados de profesionistas que poco tengan que ver con el ambiente artístico”, dice Gisela Flores, la actriz que da vida a la Mujer Madura. “Estar en una casa ajena para dar una función de teatro a “mil” abogados que no conoces, ya de por sí es raro…. ¡Pero  maravilloso!”

Están ahí porque quieren ver teatro. Porque les atrae la propuesta de teatro en casa. Eso, “es alucinante y muy agradecible”.

-¿Cómo se vive el hecho de tener a la gente tan cerca, en un ambiente tan doméstico, casi “cuerpo a cuerpo”?

-Que los personajes se metan a “tu casa”  y que el espectador pueda tener al personaje a menos de un metro de distancia, ya te da un estado particular de las cosas y la relación se torna muy íntima. Como actriz, podría decir que es como estar debajo de una gran lupa por donde te pueden observar hasta el último detalle; por eso trabajamos en un estado de disposición y alerta constante que, de no sostenerse, no habría manera de salvaguardar nada, ya que no hay más elementos en escena que el actor.

Con el teatro en casa,  el encuentro con el público es mucho más directo. Se puede  escuchar la respiración del personaje, olerlo, tocarlo (si se quisiera), y mirarlo directamente a los ojos. “Introducir al espectador en la convención teatral dentro de un espacio cotidiano se vuelve fascinante porque la persona puede ser cómplice de la vulnerabilidad de la ficción dentro de este espacio familiar”.

La publicidad de boca en boca funciona a tal punto que Los Atómicos dieron funciones en casa de anfitriones de lo más variados: abogados, publicistas, amas de casa, maestros, ingenieros… “Es raro estar rodeada de 45 ingenieros en una sola noche, por ejemplo”, dice Gisela Flores. “Que el anfitrión nos invite a su casa, permitiéndonos entrar, literalmente hasta la cocina”, provoca cierta atmósfera, un ritmo particular, un encuentro íntimo del espectador con los personajes (y viceversa), casi de voyeurismo, donde la ficción pareciera fragilizarse, sin dejar de ser lo que es: ficción”.

COSTA RICA, UTOPÍA DE ACTORES

Gisela Flores Medrano, de 35 años de edad, estudió Arte Dramático en la Casa de Teatro, en Coyoacán. En 2004, al salir de la escuela, se fue con la Compañía Nacional de Costa Rica, invitada a hacer un papel en Las Ranas, luego de que la vieran actuando para un examen.

“Por supuesto, vámonos a la aventura”, dijo Gisela Flores, quien por entonces tenía 28 años. En ese país, la gente está ávida del teatro. Estuvo en esa obra (una tragedia) un año y luego, otro elenco la invitó a participar en una comedia. Nuevo género, nuevos desafíos. Todo un reto. Vengan soplados que les tengo un muerto, así se llamaba la obra de Jack Popplewell que la estrenó como actriz de comedias y la puso en un “enfrentón” con el arte de reír.

En Costa Rica también conoció a un grupo de actores de varios países latinoamericanos. “Si cada uno trae distintas escuelas, empecemos a dialogar”. Surgió entonces el grupo Los Atómicos, como una especie de interculturalidad teatral.

Todos coincidían: querían dialogar con el público. Por eso se propusieron conocer qué quería la gente, qué necesitaba. Para eso, daban papelitos que los asistentes llenaban al final de cada función.

“Había un síntoma generalizado de mucho aburrimiento y hartazgo con la sociedad, con la intelectualidad del arte”. Pero, ¿por qué iban al teatro? Querían entretenimiento, diversión. La gente opinaba del malestar político y social y se quejaba de que en ciertas funciones teatrales pretendieran dar una “lección” al estilo moraleja. Tampoco querían ir a ver esas obras tan elevadas que no las entendían, como si fueran ignorantes.

El proceso de intercambio, de escuchas y entendimiento, llevó cuatro años. En ese tiempo, Los Atómicos -Mauricio Astorga (costarricense), Lucho Baraona (chileno) y Gisela Flores Medrano- actuaban a partir de lo que la gente necesitaba y al tiempo, invitaban a más actores para hacer teatro acorde con su línea de acción. Con su política artística.

“Descubrimos que la gente está aburrida de la oferta cultural, de la dinámica, de sacar el ticket y sentarse en una sala convencional, del se-abre-telón y se-cierra-telón. Las salas sobran. Pero la gente ya no quiere ver ese teatro. Está faltando aquel diálogo con el público que ocurre con cierta aproximación. Un canal más íntimo, de mayor conexión, hasta casi penetrar en el voyeurismo. Algo como, yo estoy dentro de un espacio que no es mío, pero donde sucede la ficción”. Como un personaje más dentro de la obra, casi como parte de la escenografía.

“Con el teatro en casa cada función se vuelve un reto actoral persistente al no estar rodeado de elementos teatrales convencionales como lo es la escenografía o un diseño de iluminación. Eso no significa que utilizarlos sea mejor o peor. Simplemente creemos que son formas distintas de hacer teatro y nosotros hemos encontrado que nos gusta hacerlo así”.

GISELA FLORES, ACTRIZ

“Los Atómicos tenemos buen humor. Nos reímos de nosotros mismos, de nuestros compañeros, del mundo. Nos gusta la vida de forma chistosa, por eso queríamos hacer comedia pero ligera. Empezamos a indagar en el camino del humor negro y vimos que esa iba a ser nuestra línea principal”, expresa Gisela Flores.

En Costa Rica generaron comedias de creación colectiva. “Nos fue bien y llegó un punto en el que decidimos buscar más en México, encontrar el eslabón en esta gran capital. Dejamos el teatro funcionando con nuestro equipo y vinimos Mauricio  y yo. Aquí conocimos a Julio García que se convirtió en otro productor de Los Atómicos”.

Entonces empezaron a mostrarse en México, primero en los espacios tradicionales.

2011, el año que rompieron los moldes.

Era 2011. Los Atómicos encontraron una obra de humor negro que se les antojó interpretar y se fueron a la Casa del Teatro a presentarla, a darse a conocer. Gisela Flores abunda: “Nos fue bien y estábamos en un espacio chico, que era lo que estábamos buscando: meter al espectador en un espacio pequeño. En los mejores días llegaban 20 personas de una capacidad para 40. Salimos tablas, súper bien”.

La crítica negativa, aparecida en un periódico, los desilusionó, los desinfló. Pero ellos seguían insistiendo con eso de pasar el papelito para conocer la opinión de la gente al final de la obra. Y por esa vía llegaban invitaciones, que a una universidad, que a una escuela. Que a Chiapas y al Festival de Teatro Independiente. Hasta la Secretaría de Cultura del DF los invitó a presentarse en foros de la Ciudad de México.

Julio García, Mauricio Astorga y Gisela Flores-Medrano. Fotos: http://losatomicosmexico.blogspot.mx

La gente no llegaba, a pesar de que las funciones eran gratuitas. Había algún problema con el espectador. “Por eso creo que lo más importante es escuchar a la gente, ver qué quiere, saber por qué está perdiendo el gusto por ir al teatro. Lo que nosotros queremos es que nos vean, no hacemos teatro para nosotros mismos. Entonces surgió la idea: ¿Por qué no hacemos teatro en casa? Sucede en Argentina, en Holanda y en España…”

LA CASA, EL ESCENARIO

Si la necesidad era hacer teatro y que los vieran, entonces el razonamiento debía ser: “Por qué, en lugar de invitarlos a una sala, mejor no se los llevamos”. El segundo paso, entonces, es responderse: quién lo va a costear. “… Y hay que meter el traguito como parte de la atmósfera. Como una noche de fiesta común y corriente. Además, hay que pagar actores, vestuario”.

El teatro en casa requiere adaptar una obra a la sala anfitriona (que puede ser más chica o más grande, cuadrada o rectangular, con alguna columna al medio o sin ella), pensar en un costo de recuperación, depender de que alguien haga una fiesta o reunión para que el elenco sea invitado a actuar… Varios nudos a desatar.

“La adaptación al espacio es clave para poder dialogar con el espectador. Hay que entrarle a una dramaturgia distinta, en relación con el espacio. Nos dimos cuenta de que cada función era una experiencia distinta con diferentes necesidades teatrales”, cuenta Gisela Flores. Que tenían que evitar darle la espalda a un espectador, que mirarlo de costado o de frente según como fuere el lugar de la casa donde actúan, que voltearse o no voltearse.

Para hacer teatro en casa sólo llevan vestuario. Las luces que usan son las de la casa. Si es necesario hacen las adecuaciones que el espacio les pide, “pero siempre con las luces que son parte de la casa que nos invita, y con la consideración que éstas son parte de la personalidad de cada espacio”.

-¿Recuerdas alguna experiencia divertida?

-Cuando mi personaje “liga” a dos espectadores (¡10 años más jóvenes que yo!). La Mujer Madura en Hamlet García se aventaba un monólogo de cómo y por qué la felicidad es solamente una buena comida de coño… Los “muchachitos” espectadores se “prendieron” y sin pudor alguno, frente a 40 personas que veían la obra me coqueteaban, respondían al texto, hacían caras, sonidos, mandaban besos, y ¡hasta la lengua me sacaron! Respondí sin timidez, desde mi personaje, con miradas provocativas y sonrisas, hasta lograr intimidarlos y calmarlos.

A lo largo de cada representación, Los Atómicos ganaron acuerdos con diversos anfitriones: “Yo te ayudo a producir la noche con una obra de teatro para convocar a tus amigos y tú les da la plataforma para que sepan de qué se trata”. Un proceso muy interesante, prueba y error, qué funcionaba y qué no. Funcionó la obra, también el diálogo con el espectador. Lo que no funcionó es el costo. ¿Cómo sustentar esta propuesta?

“Estamos en etapa de buscar patrocinadores, que pueden ser aquellos vinculados con catas de vinos, por ese lado. El proyecto lleva tres meses en stand by hasta que cuaje esa idea”, indica Gisela Flores. Pero también hasta que preparen una nueva obra.

Recientemente se concentraron en inaugurar Casa Helena, un espacio privado, una casa ubicada “en el corazón de la gran ciudad de México, a un lado del Centro Histórico. Es un departamento que forma parte de un edificio clásico de los años cincuenta, con una arquitectura Art Decó, dentro de una de las colonias más neoartísticas de la ciudad”.

Casa Helena es una casa. Una vivienda abierta a artistas que quieran mostrar sus obras. La dirección no es pública. La intimidad es parte de esta propuesta (y la seguridad, también). “Hemos decidido apostar a un lugar fuera de los circuitos y formatos  convencionales, que inste a la tertulia y el encuentro íntimo entre los artistas y el público, como parte de un proceso  para la creación  y el diálogo artístico”, dicen los responsables en su página casahelena.wordpress.com

En ese viaje hacia un encuentro íntimo, Casa Helena “pretende el retorno al origen, el querer encontrarnos con la simplicidad y el encanto del artista y su público… Sólo porque sí, porque se nos da la gana, porque lo valoramos, y porque creemos en el encuentro personal, como parte de cualquier proceso creativo”.

No más datos. La idea es que además de teatro sea un lugar underground en el que coincidan otras disciplinas artísticas. No será abierto al público en el sentido tradicional, “pero sí queremos que la propuesta se vaya difundiendo de boca en boca, para que el objetivo no sea cuánta gente va a llegar sino que esté sucediendo allí el teatro”. Esa es una consigna. “Por el puro gusto de hacerlo, por salirnos de la oficialidad, por la necesidad de la gente”. Darle una alternativa a la gente que quiere ver teatro: ofrecerle una función en una casa.

– Eso ya vuelve a ser un foro “tradicional” porque la gente tiene que salir hasta ese lugar, aunque sea una casa, para ir a ver teatro.

-Lo único parecido con eso es que la gente tendrá que salir de su casa, pero la espacialidad será una casa.

Mientras esto ocurre en el D.F., Los Atómicos están planeando volver a Costa Rica para expandir el proyecto. “Es muy importante para nosotros encontrar lugares underground o alternativos. No es el hilo negro, pero no ha sucedido en México hasta ahora. Queremos partir de un espacio de esas características donde confluyan disciplinas artísticas y lo mismo queremos para Costa Rica”.

Los Atómicos dejan su marca en México, son parte de lo que ocurre y ocurrirá en Casa Helena. Pero los planes no terminan allí: en enero de 2013, dicen, estrenarán una obra nueva de teatro en casa.

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