Rodolfo Fogwill, el refundador de la literatura argentina, habla con muchas voces en el libro de Patricio Zunini

24/04/2014 - 12:30 am
Rodolfo Fogwill, el inigualable autor de Los pichiciegos. Foto: EFE
Rodolfo Fogwill, el inigualable autor de Los pichiciegos. Foto: EFE

Ciudad de México, 24 de abril (SinEmbargo).- Durante mucho tiempo, el escritor argentino Rodolfo Fogwill (1941-2010) fue uno de los secretos mejor guardados de la literatura de dicho país sudamericano.

Se trata del autor de la famosa novela Los Pichiciegos, un testimonio estremecedor sobre la Guerra de Malvinas, publicada en 1983 y que aún hoy constituye un portentoso artefacto cultural de referencia, como lo comprueba el tema que acaba de componer el cantautor Fito Páez, “La canción del soldado y Rosita Pazos”.

“Un trueno azul brilló en el cielo/el Exoset cayó muy lejos./Nos vomitamos entre los perros/fuimos gloriosos, los pichi ciegos”, canta Páez en un video bastante fuerte, dirigido por su ex mujer y madre de su hija Margarita, la también actriz Romina Ricci.

Más allá del gran valor de Los Pichiciegos, que podría ser considerada una de las novelas clásicas de la literatura argentina contemporánea, Fogwill fue esencialmente poeta y cuentista, con alrededor de 20 libros publicados, entre los que se destacan Mis muertos punk (1980), La buena nueva (1990), Una pálida historia de amor (1991), Muchacha punk (1992), Vivir Afuera (1998), La experiencia sensible (2001), En otro orden de cosas  (2002) y Runa (2003).

REFERENCIA OBLIGADA

El desconocimiento de su obra y su persona en la década pasada -hablamos sobre todo fuera de Argentina- se compensa con el estatus reciente del que goza hoy.

Rodolfo Fogwill es referencia obligada cuando de mejor literatura argentina se trata y su universo literario tiene todos los elementos apropiados como para que el lector se sumerja con tan sólo el boleto de ida y la cabeza y el corazón bien, muy, abiertos.

La muerte del escritor, a una edad todavía temprana, representó un duro golpe para sus múltiples admiradores en Argentina y abrió al mismo tiempo una ventana infinita a un mundo creativo que no amaina, a un sistema de reflexión y goce alrededor de su obra que no cesa.

Por el contrario, tal vez lo mejor de Rodolfo Fogwill esté por venir en toda su obra reeditada y divulgada tanto en su país de origen como en el extranjero, así como en libros biográficos que además de acrecentar el interés por su trabajo, iluminen un poco más su figura compleja y llena de matices.

Porque fue, a no dudarlo, un creador donde obra y persona se confunden, donde resulta tan grato e interesante lo escrito como lo vivido.

Es dado que no superará su existencia de cocainómano, fumador irredento, crítico de lengua de doble o triple filo, amante de todas las mujeres de la tierra y de Marte también, la sustancia de sus novelas, de su capital poético, pero conocer algunos retazos de su existencia ayudará a abarcarlo desde varios ángulos, uno de los cuales –la experiencia escritural- resulta apasionante.Rodolfo Fogwill

Así lo comprueba el libro de reciente aparición, Fogwill: una memoria coral, a cargo del joven autor Patricio Zunini, editado por Mansalva, la misma editorial independiente que publicó precisamente la primera novela de Fito Páez, La puta diabla.

El volumen tiene una estructura novedosa, como de película documental, enmarcada por una breve, brevísima, nota preliminar donde Zunini explica que “entre marzo y diciembre de dos mil trece entrevisté a amigos, escritores, editores y diferentes personas del ambiente cultural que conocieron a Fogwill, con la intención de enhebrar una narración a partir de esos testimonios de primera mano.

Cada entrevistado aportó una mirada —necesariamente parcial porque Fogwill tuvo muchas vidas y las vivió todas a la vez— que se complementa, se opone, relativiza, dialoga con la de los otros”.

Así, se suceden las voces de escritores importantísimos como Alberto Laiseca y Alan Pauls, Ana María Shua y Elsa Osorio, Luis Chitarroni y Elvio Gandolfo, la mayoría de los cuales se refiere a él como “Quique”, apodo derivado de su segundo nombre, Enrique.

De todos los testimonios, muchos de ellos imperdibles anécdotas de primera mano que construyen la personalidad fascinante de Fogwill, rescatamos el de Damián Tabarovsky, autor del ensayo Literatura de izquierda y quien nos visitara el año pasado en la Feria del Libro de Oaxaca.

Literatura de izquierda habla centralmente de tres escritores: Héctor Libertella, César Aira y Fogwill. Las tres recepciones fueron muy diferentes. Libertella se sintió profundamente conmovido. Lo vi emocionado porque no se imaginaba en ese lugar. Creo que fui de los primeros en decir que había que ponerlo en un lugar central junto a Fogwill y Aira. Con César en cambio, con quien tengo una relación de 25 años, nunca supe bien qué pasó, pero estuvo dos años sin hablarme”, cuenta.

Patricio Zunini, autor de "Rodolfo Fogwill, una memoria coral". Foto: Especial
Patricio Zunini, autor de “Rodolfo Fogwill, una memoria coral”. Foto: Especial

“Y sé que Quique le compró por lo menos veinte ejemplares a Fernando Pérez Morales en La Boutique del Libro. Agotó el stock. Se lo mandaba al mundo entero: “Este libro dice que soy el escritor central de la literatura argentina”. Había otros dos, Libertella y Aira, pero sólo se veía él”, remata Tabarovsky.

En entrevista con SinEmbargo, Patricio Zunini habla de Rodolfo Fogwill como del “refundador de la literatura argentina”. Una aseveración que puede sonar exagerada, pero que el joven nacido hace 35 años en Buenos Aires, actual encargado de la comunicación digital de la editorial Eterna Cadencia, justifica con palabras convincentes. Desde 2010, Zunini es el coordinador general del Filba (Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires).

–      ¿Quién fue Rodolfo Fogwill?

–      Qué curioso, a ninguna de las personas que entrevisté le hice esta pregunta. Sin que suene demasiado exagerado podría decir que Fogwill participó en la refundación de la literatura argentina post-Borges con cuentos y novelas excelentes, pero sobre todo, con las lecturas que puso en circulación. Fogwill era un escritor como pocos, que elegía las palabras con precisión obsesiva, pero que a la vez se movía a gusto en el registro oral, un hombre de saberes inesperados —Sergio Chejfec dice que “era como un sabio de gabinete enciclopédico echado a andar por las calles”—, un personaje público desaforado, brutal, cocainómano, siempre incómodo para la corrección política predominante, dispuesto a arrollar a cualquiera, pero también dueño de una generosidad sin igual. La novela que ubicó a Fogwill en la escena literaria fue Los pichiciegos, escrita en medio de la euforia de la Guerra de Malvinas, donde anticipaba el fracaso militar. Pero entonces, en lugar de atraer los reflectores hacia sí —algo que de todas formas iba a suceder— Fogwill empieza a darle luz a otros escritores: Leónidas y Osvaldo Lamborghini, César Aira, Néstor Perlongher, Di Paola, Copi, Alberto Laiseca, tantos otros. ¿Fue un movimiento deliberado? El crítico y periodista Maximiliano Tomas dice que Fogwill creó un canon para meterse adentro.

–      ¿Por qué desde afuera seguimos escuchando de él como un secreto muy bien guardado de la literatura argentina?

–      El “personaje” Fogwill se puede leer de dos maneras: por un lado, el malditismo que supo trabajar le da esa visibilidad que él tanto buscaba, pero por el otro también conspiraba en contra de sí. Lo cosificaba, lo desgastaba. Además, Fogwill se peleó con casi todos los editores que lo publicaron. En buena medida el circuito del libro en América latina depende de las grandes editoriales: Fogwill ya sin lugar en las grandes tiene que refugiarse en las independientes. Es sabido que son estas últimas las que producen una gran cuota de la calidad literaria de cada país, pero las grandes son las que pueblan el mercado y las que dan a conocer a los autores entre fronteras.

Refundó la literatura argentina, pero pocos lo conocen. Foto: EFE
Refundó la literatura argentina, pero pocos lo conocen. Foto: EFE

–      ¿Realmente fue, es, tan importante su obra o el personaje que también fue le dio dimensiones míticamente extraordinarias al escritor?

–      Es una de las preguntas que trata de responder el libro. Cuánto es escritor, cuánto es marketing de autor. Antes de dedicarse a la literatura, Fogwill era publicista (uno muy bueno: inventó por ejemplo “El sabor del encuentro” que usa Cerveza Quilmes, aunque en realidad él lo pensó para una marca de cigarrillos). Quiero decir que sabía moverse de manera tal que construía mitos. Decía que Los pichiciegos lo escribió en tres días con nueve gramos de cocaína. Por los testimonios en el libro no queda claro si fue así; de hecho tiendo a creer que no. Fogwill creó el personaje Fogwill y lo usaba como marca. Le servía como presentación. Pero atrás estaban los libros. Tiene cuentos geniales: en “Help a él” reescribe “El Aleph” de Borges y para mí lo mejora (no es poco decir eso), “Muchacha punk”, “Japonés”, “Cantos de marineros en La Pampa”. Novelas como Vivir afuera o En otro orden de cosas. Es un escritor imprescindible. Elsa Osorio le recomendaba que no se dejara ganar por el personaje: habrá que estudiar ahora, que pasaron casi cuatro años de su muerte, el recorrido que los libros van a encontrar sin la interferencia del autor.

 

–      Tu libro sugiere que hay mucha obra inédita de él todavía, ¿llegaste a esa conclusión también?

–      Bueno, el año pasado se publicó el libro La gran ventana de los sueños, que Fogwill terminó antes de morir. El libro estaba al cuidado del colectivo artístico Mondongo y ellos se lo entregaron a Vera, la hija de Fogwill. Parece que en la computadora de Fogwill encontraron también varios textos y están trabajando en ellos. Lo cierto es que el libro de los sueños es más bien desparejo. Soy de los que creen que hay que leer los libros que el autor publicó en vida. Aunque esta afirmación tiene un falla irrefutable: Franz Kafka.

–      Su muerte relativamente temprana ¿aconteció cuando era lo suficientemente reconocido?

–      Una vez hice una entrevista pública a (escritor) Abelardo Castillo en la librería Eterna Cadencia: el lugar desbordó y hubo gente que no pudo entrar. Tiempo después, cuando invité a Fogwill no había más de 20 personas. No tengo una teoría sobre la visibilidad de Fogwill, un escritor reverenciado u odiado por otros escritores, pero bastante transparente para el público general. El libro cierra con una frase de Luis Chitarroni (crítico, escritor y editor de Sudamericana por más de 25 años). Hay una página a modo de epílogo con un testimonio de Sergio Bizzio, pero el libro termina antes, con Chitarroni. Yo le pregunté cuándo creía que Fogwill había alcanzado el lugar de escritor reconocido. El respondió: “Yo creo que fue post mortem. Pero hoy, ¿cuánta gente sabe quién es Fogwill?”

–      ¿Cómo crees que consideraba su obra?

–      Fogwill sabía que era bueno. Sabía que era muy bueno. Sabía que era mejor que muchos otros que tienen más fama y prestigio. El se medía con los grandes: con Piglia, con Aira, con Borges. A Manuel Mendanha, integrante del colectivo artístico Mondongo, le dijo: “No cambio una línea de mi literatura por toda la obra completa de ningún autor argentino”. Estoy seguro de la sinceridad de la frase.

–      ¿Este es tu primer libro? ¿Cómo te sientes con el resultado?

–      Sí, y ojalá no sea el único. Estoy muy conforme. Más: muy contento. El trabajo de la editorial Mansalva fue bárbaro. La portada es perfecta, la edición es preciosa. Hace unos años escribí un largo perfil sobre Fogwill para el blog de la librería Eterna Cadencia. A pesar de que fue bien recibido, incluso por el propio Fogwill, yo siempre lo miré con desconfianza. Hace un tiempo, (la periodista) Leila Guerriero abrió un taller y para poder asistir cada candidato tenía que enviarle un trabajo y luego ella hacía una selección (yo le mandé dos: el perfil de Fogwill y uno sobre Victoria Ocampo). Leila leyó el texto y me hizo una devolución muy afectuosa, pero también despiadada. Entre otras cosas me dijo que estaba cansada de los periodistas que frente a Fogwill se quedaban eclipsados con su voz como la única posible y no agregaban otros puntos de vista. Creo que eso me quedó dando vueltas y tiempo después desembocó en la idea de este libro: no buscaba hacer una biografía porque ahí uno persigue el dato, la precisión; aquí, en cambio, quería estar abierto a la escucha y la ambigüedad, ver cómo esas “otras voces” construyen la memoria colectiva de Fogwill.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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