LA OPINIÓN

Matrimonio de artesanos oaxaqueños crean arte con tapetes tejidos a mano

27/04/2017 - 12:58 pm

Fidel Cruz y María Luisa Mendoza son un equipo de dos personas estilo empresarial desde 1992, desde que se casaron sin nada más que sus manos para formar un hogar con base en la elaboración de tejidos de lana.

Fidel Cruz. Foto: La Opinión.

Por Gardenia Mendonza

Ciudad de México, 27 de abril (SinEmbargo/LaOpinión).- María Luisa Mendoza toma con ambas manos el metlapil, ese pedazo de piedra con el que muele la cochinilla sobre el metate, y comienza a trabajar. Machaca una y otra vez a los pequeños bichos para obtener un polvo rojo “casi mágico” porque al combinarse con otros ingredientes puede lograr a producir decenas de matices de colores que va del morado al rosa con los que teñirá los tapetes que su esposo teje y firma igual que un pintor de cuadros.

Una letra F, una C y una M se entrelazan en el tejido inferior derecho de decenas de tapetes bordados en lana, kashmir y seda que serán exportados a Europa y Estados Unidos para adornar algunos hogares exóticos que gustan de las artesanías de Oaxaca y, en su caso, de Casa Cruz.

Fidel Cruz y María Luisa Mendoza son un equipo de dos personas estilo empresarial desde 1992, desde que se casaron sin nada más que sus manos para formar un hogar con base en la elaboración de tejidos de lana.

Aprendieron el arte de tejer de sus abuelos que a la vez aprendieron de otros abuelos desde tiempos de Juan Zárate de López, un sacerdote dominico que introdujo en 1530 el arte del telar para dar ocupación a los zapotecas indígenas conquistados por los españoles en el valle central de Oaxaca.

“De ellos aprendimos mucho, pero nosotros lo mejoramos”, afirma Mendoza mientras mezcla el polvo de la cochinilla con jugo de limón, sal de mar, bicabonato y piedra volcánica. Mezcla y mezcla hasta que obtiene un rojo intenso: justo el que buscaba.

María Luisa Mendoza. Foto: Gardenia Mendoza/La Opinión.

“En los años 90 se empezó a usar la anilina para pintar la lana, pero mi esposo y yo no teníamos dinero para comprarla y por eso empezamos a buscar cómo sacar las tintas de manera natural. Con el tiempo nos dimos cuenta que eso era muy apreciado, pero nosotros lo hicimos al principio sólo para sobrevivir”.

Así volvieron a las técnicas de sus antepasados, de sacar los rojos y rosas de la cochinilla; el café, de la cáscara de nuez; el amarillo del pericón y la flor de de zempazuchitl y el azul del añil; el resto, fue cuestión de experimentar y arriesgar hasta lograr una gama de 250 colores en su archivo.

No es fácil lograr el color deseado. Sólo un buen artesano sabe que cualquier cosa puede afectar los colores durante la cocción con los hilos porque, al final de cuentas, se trata de procesos químicos y energía de la naturaleza. “Una vez vino una embarazada y se asomó a una caldera donde cocíamos cochinilla y dijo ‘¡ah, qué hermoso color, tan rojo!’, luego se metió a ver el proceso del telar y cuando se fue la cochinilla ya no era roja sino negra”, dice Mendoza mientras ve acercarse a su marido.

Foto: Gardenia Mendoza/La Opinión.

Durante 30 años de matrimonio María Luisa Mendoza y Fidel Cruz han logrado crear un estilo único en los tapetes oaxaqueños.

Fidel Cruz se acerca a paso lento y suelta a su mujer algunas palabras en zapoteco, su lengua natal. Ella asiente y se dirige hacia una habitación que había permanecido cerrada durante la demostración del teñido en el patio de su casa, centro de producción y negocios. “Aquí no se puede tomar fotos”, advierte. “Nuestros modelos son exclusivos”.

Dentro de la habitación, los tapetes penden por todo lo largo y ancho de las paredes, algunos con su máxima finura de 52 hilos por pulgada junto a sus certificados de autenticidad y algunos diplomas y reconocimientos a la Casa Cortés de la Feria Internacional de Arte en Virginia, del Museo Exploratorio y el Colorfest de San Francisco y Nueva York, donde han dado cursos y talleres.

“A nosotros nos gusta enseñar la técnica de nuestros antepasados con colorantes naturales, pero cuidamos mucho nuestro arte porque de aquí vivimos”, dice Cruz mientras extiende baja algunos de los tejidos a ras de piso, entre ellos, un bordado que simboliza el “Diamante zapoteco de la riqueza y otro que es el “simbolo de la humanidad” . ¡Mire qué suave, toque!

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