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Adrián López Ortiz

01/10/2017 - 12:01 am

Si el narco cambia, cambiemos de opinión

“Cuando los hechos cambian, hay que cambiar de opinión”, decía Tony Judt. Si hacerlo a título personal es difícil, a nivel institucional es todavía más complicado. Uso la frase para señalar el sinsentido que significa sostener la estrategia prohibicionista en el combate a las drogas. Si hasta ahora los datos mostraban que el enfoque actual […]

Mientras el gobierno gasta miles de millones de pesos en seguridad, 2017 será el año más violento de los últimas dos décadas, el crimen organizado se ha vuelto uno de los principales corruptores del estado. Foto: Cuartoscuro

“Cuando los hechos cambian, hay que cambiar de opinión”, decía Tony Judt. Si hacerlo a título personal es difícil, a nivel institucional es todavía más complicado.

Uso la frase para señalar el sinsentido que significa sostener la estrategia prohibicionista en el combate a las drogas. Si hasta ahora los datos mostraban que el enfoque actual de “guerra contra las drogas” ha sido un fracaso; la nueva evidencia apunta no solo a reforzar esa afirmación, sino que demuestra que el negocio del narcotráfico evoluciona con mayor velocidad que la capacidad institucional existente para absorber y reaccionar ante dichos cambios.

Es decir, seguimos usando una estrategia obsoleta ante un problema complejo. El resultado: mientras el gobierno mexicano gasta miles de millones de pesos en seguridad, 2017 será el año más violento de los últimas dos décadas, el crimen organizado se ha vuelto uno de los principales corruptores del estado y nuestra imagen internacional se erosiona. Mientras tanto, el negocio del narcotráfico sigue boyante.

Hoy en Noroeste publicamos una amplio reportaje: “Narcomenudeo: la evolución de los cárteles” que permite atisbar -con lo difícil que es eso en un mercado negro- cómo los cárteles mexicanos, y en especial el de Sinaloa, han cambiado en los últimos años. Sobre todo a raíz del avance de la legalización de la mariguana en varios estados de la Unión Americana.

Los datos de decomisos de droga, detenciones y destrucción de plantíos y laboratorios clandestinos de los últimos años muestran dos hallazgos contundentes: diversificación y fortalecimiento del mercado interno.

Primero, a raíz del avance de la regulación de la mariguana legal en Estados Unidos, los carteles mexicanos y, sobre todo el de Sinaloa, se han diversificado a la producción y tráfico de heroína y metanfetaminas como productos de exportación. La razón es muy sencilla: la mariguana ilegal mexicana sufre para competir con la mariguana legal estadunidense, es menos fuerte y más riesgosa. Por otro lado, la mitad de los decomisos de crystal en México tiene origen sinaloense y el consumo de heroína en Estados Unidos es ya una emergencia nacional.

Y segundo, el eterno cuento de que en este asunto México pone los muertos mientras Estados Unidos pone los consumidores, se vuelve parcialmente cierto.

La evidencia enseña ahora que debido a la reducción del mercado de exportación para la mariguana mexicana, los cárteles mexicanos están haciendo todo lo necesario (violencia, corrupción y miedo) para introducir sus productos en el mercado local. Y dada la debilidad, corrupción y poca imaginación del estado mexicano, no es difícil imaginar que lo van a lograr.

Cómo relata el testimonio de un “puchador” sinaloense, para qué complicarse con mandarla hasta Estados Unidos si “¡aquí es un negociazo!”.

Ese cambio en la dinámica comercial de los carteles tiene otras implicaciones relevantes: pelear la “cuadra” es mucho más violento que pelear la “ruta”, implica más estructura (“halcones”, “punteros”, “patrullitas”, “puchadores”, sicarios) y empuja hábitos de consumo más tempranos, pues los viejos códigos como el no venderle a niños o mujeres se han roto, lo importante es conseguir clientes a cómo de lugar.

El resultado es que nuestras cárceles están repletas de jóvenes por delitos de “narcomenudeo”. Tenemos cada vez más asesinatos pues la guerra por el territorio es más sangrienta y el equilibrio o acuerdo entre cárteles más difícil de mantener.

Otra implicación es que la diversificación no es solo hacia otras drogas, sino que implica la incursión en otros delitos como el robo de autos, asaltos, trata de blancas o secuestro. Delitos contra la población no consumidora y que generan un alto impacto en la percepción de seguridad de la sociedad. Se acaba pues el argumento de “es solo entre ellos”

La “buena noticia” es que, al menos por un tiempo, los cárteles están ingresando menos dinero por mariguana, una de sus principales líneas de negocio. El “impacto financiero” no es menor, pues por un lado reciben menos dólares y, por el otro, tienen que sostener una estructura local más onerosa.

Allí hay una ventana de oportunidad para mejorar las cosas. La pregunta es si lo único que haremos es repetir el modelo de capturar traficantes y destruir plantíos en lugar de plantear una estrategia innovadora. Yo propongo que incluya cuatro elementos: 1. un enfoque regional; 2. discutir la regulación de la producción, comercio y consumo de la mariguana y heroína en México; 3. poner el acento en combatir la demanda (programas y sistemas de prevención) y no solo la oferta (seguridad); y 4. una estrategia de seguridad que combata las redes financieras y políticas del crimen organizado.

En México el narco se nos ha vuelto cultura y los capos leyenda. Cubrimos un negocio enorme con el halo del mito. Desde entonces, muchos capos han muerto, “El Chapo” está en la cárcel, la legalización avanza en Estados Unidos… la enseñanza está ahí: si el narco cambia, cambiemos de opinión.

Librero.

“Es la técnica de Sinaloa. Su capacidad empresarial. La velocidad para oler cualquier nuevo negocio. Sinaloa coloniza. Sinaloa avanza cada vez más allá. Sinaloa quiere mandar. Solo él. Solo ellos”. La cita es del italiano Roberto Saviano en el capítulo tres de su libro “CeroCeroCero: cómo la cocaína gobierna el mundo” (Anagrama, 2014).

Adrián López Ortiz
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.

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