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Gustavo Sosa Núñez

02/06/2019 - 12:02 am

Nuevo programa de contingencia

Es en este sentido que se tiene que considerar el trabajo previamente realizado, e involucrar al gobierno federal.

“El nuevo programa no alcanza a poner la importancia de cuidar la salud de la población en su justa dimensión”. Foto: Rogelio Morales, Cuartoscuro

El reciente episodio de mala calidad del aire y contingencia en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMVM) reiteró lo complicado que es tratar el tema, lo fácil que es politizarlo, y de que son necesarias medidas impopulares para poder manejarlo. La lentitud en la declaración de contingencia extraordinaria (por el incremento sustancial de dos contaminantes criterio: PM 2.5 y ozono) y la precariedad de impacto de soluciones, como la invitación y no prohibición a que vehículos automotores dejaran de circular, dan cuenta de ello.

¿Cuáles fueron las razones? Se señalaron diversos factores: los diversos incendios simultáneos en el centro del país (supuestamente ocasionados por la reducción del presupuesto a la CONAFOR), las actividades cotidianas de la Zona Metropolitana, el cambio en las condiciones para verificar vehículos automotores (cuya laxitud ya quedó sin efecto por magistrados de la Ciudad de México), así como las condiciones climáticas y geográficas del Valle de México.

Ya hay cambios que eran necesarios. El “nuevo programa para prevenir y responder a contingencias ambientales atmosféricas”, emitido el pasado 22 de mayo, amplía el número de vehículos automotores que deben dejar de circular, al incluir a los que tienen holograma de verificación 0 y 00 según el número de placa que aplique el día que haya contingencia, lo que equivale al 20 por ciento del parque vehicular con estos tipos de holograma, según el nuevo programa. Esto es positivo, ya que el transporte es la fuente principal de emisiones contaminantes a la atmósfera no solo en la ZMVM, sino también en el resto del país. Se entendió que aun cuando estos vehículos emiten menos contaminantes (por sus características al ser modelos recientes), su contribución es importante a modo agregado. Seguir impidiendo la circulación solo de vehículos con holograma 1 y 2 no tenía el impacto que se buscaba, además de que afectaba únicamente a la gente que no está en condiciones de renovar sus vehículos.

Sin embargo, el nuevo programa no alcanza a poner la importancia de cuidar la salud de la población en su justa dimensión. Aun cuando tiene por objetivo fortalecer la protección de la salud de la población, es hasta que haya fase 1 y fase 2 combinada que se suspenderán actividades escolares y eventos al aire libre. Esto es, solo hasta que haya 200 puntos de ozono o material particulado (PM), según el índice de calidad del aire, o una mezcla importante de estos contaminantes (como el suceso que ocasionó la creación de este nuevo programa) se podrá proteger la salud de un grupo vulnerable, que son los niños.

Aunado a esto, se hace referencia a la prevención de la contingencia, no así a la prevención de la contaminación atmosférica, lo que tendría un impacto mayor. Para ello, el nuevo programa de contingencias señala oportunamente la necesidad de desarrollar un plan de acciones inmediatas y prioritarias, y un programa de largo plazo (lo que sería el nuevo Proaire para el período 2020-2030).

Es en este sentido que se tiene que considerar el trabajo previamente realizado, e involucrar al gobierno federal. En 2017 se elaboró la Estrategia Nacional de Calidad del Aire, que, si bien tiene sus bemoles y es mejorable, debe servir de punto de partida para plantear acciones de largo plazo y alcance, como es la elaboración e implementación de un Programa Especial de Calidad del Aire que contemple la participación de distintos sectores gubernamentales y de la sociedad a lo largo y ancho del país. Dicho programa podría servir de base para revisar, ampliar, homologar o singularizar los distintos programas locales y regionales para gestionar una mejora en la calidad del aire. Acompañado de la difusión adecuada, esto permitirá crear una cultura cívica en torno a un problema que solo tiende a acrecentarse por los patrones de producción y consumo, así como por los efectos cada vez más evidentes del cambio climático.

Gustavo Sosa Núñez
Doctor en Ciencia Política por la Universidad de East Anglia, en Norwich, Reino Unido. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), Nivel 1. Sus intereses de Investigación incluyen el análisis de políticas​ públicas ambientales, sus resultados y procesos de convergencia a nivel regional. Actualmente es profesor investigador del Instituto Mora. Twitter: @gssosan / @institutomora

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