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Alejandro De la Garza

02/12/2023 - 12:03 am

Setenta años y el llano sigue en llamas

“El efecto Rulfo ya no es sólo el influjo acumulado que ha tenido sobre otras escrituras y otros autores en castellano y en otra docena de lenguas”.

La melancolía de la escritura rullfiana, la desolación y la soledad, también están en sus fotografías. Foto: Secretaría de Cultura

El sino del escorpión celebra que aún hoy continue en llamas aquel incendio que hace setenta años iniciara en el llano Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, quien, con una novela y un puñado de cuentos, llevó la literatura mexicana al trasmundo de los muertos y a la eternidad del arte, limbo desde el cual sus personajes todavía nos inquieren y nos urgen: “¡Diles que no me maten!” “¿No oyes ladrar los perros?” “Nos han dado la tierra”. “El día que lo dejaron solo”. “Es que somos muy pobres”. En 1953 se editó El llano en llamas, colección de 17 cuentos con los cuales Rulfo trastocó y llevó al lenguaje poético los ecos de un México rural único, murmullos sólo captados por su oído, reelaborados en su imaginación y convertidos por su pluma en una escritura artística de laconismo sustantivo, original y universal, “rulfiano”.

Desde luego el alacrán celebra este aniversario de la obra de Rulfo releyéndolo, pero también revisitando los siete capítulos de la serie Cien años con Juan Rulfo, dirigida por su hijo Juan Carlos y que permanece al alcance del público desde 2018 en la plataforma de Amazon Prime Video. Una visión documentada, íntima de la búsqueda del escritor Juan Rulfo a través de sus antepasados, su infancia, su vida familiar; en su actitud hacia la escritura y sus ideas literarias, en su actividad como fotógrafo, en su relación con el cine y con varios de sus amigos y otros tantos escritores que con unanimidad reconocen la grandeza artística universal de la obra rulfiana, y por cuyo autor, siempre un tanto esquivo, un tanto modesto, manifiestan su sincero afecto y absoluta admiración.

La serie contiene también varias entrevistas realizadas a Rulfo. El escorpión disfruta ver y oír hablar al maestro, con la boca un poco ladeada y sincera humildad: “Mientras más nos ‘occidentalizamos’, menos comprendemos la mentalidad y el mundo indígena, porque ellos mantienen una relación con lo sobrenatural, y nosotros ‘los occidentales’, la hemos perdido, lamentablemente”. O bien: “Si alguien quiere buscar los motivos o los lugares, los paisajes donde ocurren mis historias, no los van a encontrar, porque sólo existen en mi imaginación”. “Yo escribo sobre los muertos que nos hablan y de pronto vuelven a la vida. Por eso es difícil ubicar mis historias, porque los personajes son fantasmas”.

La vida como fotógrafo de Juan Rulfo no deja de sorprender al arácnido, así como su labor etnográfica y como editor en el Instituto Indigenista. La melancolía de la escritura rullfiana, la desolación y la soledad, también están en sus fotografías, tal como además capturó en cine el mundo indígena Mixe o las labores de la Comisión del Papaloapan, donde trabajó años. Pero en la indagación del personaje Juan Rulfo, sus detractores, que también los tiene, han buscado minimizarlo, convertirlo en una anécdota extraña de la literatura mexicana. Todo con tal de no admitirlo como el más importante escritor mexicano por al carácter universal de su obra, y con tal de mejor voltear a ver a los autores conformes con su papel un tanto ornamental en la literatura y el arte mexicano.

Sobre ello, el venenoso lee con atención el ensayo de 2017 de Heriberto Yépez, El efecto Rulfo y el sistema literario (asequible en internet), donde además de indagar en la repercusión que la obra rulfiana ha tenido en muchos y variados autores (Desde José Emilio Pacheco hasta Octavio Paz), Yépez desmenuza las actitudes adoptadas por los representantes del estatus literario en su intento por minimizar el fenómeno Rulfo como el simple epílogo a la Literatura de la Revolución o una mera recuperación del mundo de la Guerra Cristera en México. Al parecer, a muchos les incomoda la figura de Rulfo por el auténtico reto que aún significa para la literatura mexicana y ante ello buscan reducirlo a una anécdota cuando no a una caricatura.

Escribe Yépez: “Rulfo no surgió por la literatura mexicana. Rulfo le sucedió a la literatura mexicana. Por eso este campo literario se ha conflictuado con Rulfo. (…) Borges y García Márquez lo reconocieron como una cima de la cordillera de la literatura mundial. Rulfo es un extranjero en esta ‘literatura nacional’. Su efecto es más bien mortal ahí. Desde las instituciones se ha bloqueado su aprecio y desde la crítica se difunde habladuría en torno a su figura. La historia de la literatura mexicana de las últimas décadas es la historia de cómo Rulfo perturba al sistema literario y cómo éste intenta desactivar el Efecto Rulfo”.

Yépez asume que el escritor mexicano culto, de salón, de academia, surgió “contra el lenguaje del ‘populacho’, al que busca despreciar, destilar, borrar, cooptar y, en general, inferiorizar”. Pero Rulfo es otra cosa y acaso él mismo lo deja ver en sus declaraciones: “No entiendo la mentalidad de las élites mexicanas, y casi tampoco la de la clase media que es la mía, a mí me interesan los problemas y sentires del pueblo”. El escritor jaliciense fue capaz así de forjar un lenguaje literario y artístico que está atento y escucha el habla popular, pero la transforma “y como eco le inventa otro mundo”. Añade Yépez: “Al contrario de la literatura burguesa de Octavio Paz, Rulfo encontró una posición psico-histórica fuera del binomio del siervo y el amo: hablar con los muertos”.

En lo que sería la “visión Secretaría de Cultura” de nuestros escritores, estos tienen como tarea oficial, representativa de nuestra cultura, el ser cultos, espirituales, casi aristócratas listos para una embajada, una beca o un discurso de ocasión en la feria del libro de su preferencia. Pero su función verdadera, destaca Yépez, “es usurpar la voz, en concreto, sobre-estetizar, ironizar o detentar la voz popular, para aminorar su violencia contra las autoridades. Lo rulfiano agita esa mediación colonial ya somatizada por los intelectuales contemporáneos. Los vencidos en Rulfo hablan demasiado. Y los vencedores, quedan intranquilizados”.

Mientras los escritores de fama efímera se desvanecen en el aire o simplemente pasan de moda, Rulfo es una fuerza gravitacional que lo ha afectado todo en la literatura mexicana, su magnetismo impregna activamente al lector. Como toda gran literatura universal, la obra de Rulfo es radical y descolonizadora, por eso pone en crisis a la literatura nacional y, por lo mismo, se trata de minimizarlo. Pero Rulfo es nuestro verdadero artista de la literatura, aunque a él no le interesara en lo más mínimo esa idea del “artista”.

El llano sigue en llamas 70 años después y Pedro Páramo pasea por la Hacienda de la Medialuna con Eduviges y Susana San Juan, con Anacleto Morones, Lucas Lucatero y Nieves García. El efecto Rulfo ya no es sólo el influjo acumulado que ha tenido sobre otras escrituras y otros autores en castellano y en otra docena de lenguas. Su efecto principal es que nos hace leer de otro modo la historia de las literaturas mexicanas, una contralectura, como quiere Yépez, porque la escritura de Rulfo “deja que todos nuestros muertos y todos nuestros pueblos hablen”.

 

@Aladelagarza

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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