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Julieta Cardona

04/02/2018 - 8:54 am

Toma asiento, mujer, porque no llego

“Que el destino se deje caer”

“Que el destino se deje caer”. Foto: Julieta Cardona

Han pasado más de quince minutos y sigo esperando.

Crecí así: esperando milagros. Aprendo lento porque para mí la esperanza es otra cosa: una escena corta de una película donde dos se miran por siglos y nadie los detiene; mandar un beso desde el mar de Burma hasta el oeste del Pacífico –y que llegue de pronto y sin avisar, que le caiga en la frente, en la boca–; qué sé yo: tostar el pan sin quemarlo.

Treinta minutos. Salgo del lugar y camino. Me tumbo, como tantas veces, a mirar el azul profundo, sabiendo algún día estaré flotando por allá arriba sin nadie que me escuche, sola. Recuerdo mi cielo favorito –que no es este– y también mi noche favorita –que es otra–. Estábamos tiradas en una brecha de rocas rojas gigantes, teníamos una manta encima porque ella traía un vestido muy corto –muy mono, muy floreado– y además era invierno. Nos fuimos ya tarde, después de andar montadas en un cinturón de estrellas muertas y hasta que nos pegó el frío. Y no volví a verla.

Y, bueno, sí, que aunque una sepa que hay cosas que están destinadas a no ser, igual duele. Es una punzada que va más lejos del entendimiento. Crecí esperanzada. Aventándome al pantano para cachar alguna respuesta que solo me espera ahí. Creyendo que el destino se deja caer y que solo es cosa de acomodarlo. Jugando a ser dios.

Me levanto y agarro rumbo a casa. Ando sin prisa. Árboles. Veredas. Luces. Cafés. Café de grano. Molido. Tostado. Con un chorrito de leche. Americano con hielos, por favor. Cercas. Flores. Murmullos. Ancianos que no creerías cómo contemplan si te dijera. La tierra que provee en cualquier patio. Aves. Alas. Cosas infinitas.

Llego. Abro la puerta y busco el espejo grande. Me observo. Abro la boca: aaaaaaaaa, aaaaaaaah. Me enseño los dientes. Me rio. Me digo: “Ay, Julieta, pero en cuántas cosas te has metido. De cuántas has salido, según tú, inocente”. Me miro las manos y no hay sangre, pero tampoco amor, solo espera.

 

 

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