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María Rivera

04/04/2024 - 12:01 am

Dantesco

La organización humanitaria World Central Kitchen, que es una organización internacional que se encarga de llevar comida a zonas de desastre, estaba trabajando en Gaza, preparando comidas, en una zona que se consideraba segura. Hace unos días fueron atacados por fuerzas israelíes y asesinados siete de sus voluntarios provenientes de Australia, Polonia, Reino Unido, Estados Unidos y Canadá.

Palestinos inspeccionan un vehículo con el logotipo de World Central Kitchen alcanzado por un ataque aéreo israelí en Deir al Balah, Franja de Gaza, el martes 2 de abril de 2024.
“La organización humanitaria World Central Kitchen, que es una organización internacional que se encarga de llevar comida a zonas de desastre, estaba trabajando en Gaza, preparando comidas, en una zona que se consideraba segura. Hace unos días fueron atacados por fuerzas israelíes y asesinados siete de sus voluntarios provenientes de Australia, Polonia, Reino Unido, Estados Unidos y Canadá”. Foto: Ismael Abu Dayyah, AP

Dantesco, querido lector. No hay otro adjetivo para describir los hallazgos que los palestinos han hecho en el Hospital Al-Shifa, en Gaza, tras la retirada del ejército israelí. Las imágenes que han recorrido el mundo dan cuenta de un nuevo horror, sin nombre. Civiles que fueron asesinados, pacientes que aún se encontraban en el hospital y no pudieron ser evacuados, personal médico. Personas que fueron asesinadas en masa. Las autoridades palestinas aún no logran cuantificar a los muertos, pero la brutalidad con que fueron desechados los cuerpos habla con total crudeza del genocidio que lleva a cabo, sistemáticamente, el Gobierno de Netanyahu. 

El periodista palestino Hossam Shabat reportó lo siguiente en su cuenta de Twitter, hace dos días: “He trabajado sin parar los últimos seis meses cubriendo lo que ocurre en Gaza, pero lo que he visto hoy al visitar el hospital Al-Shifa no tiene parecido con algo que haya atestiguado antes: las fuerzas de ocupación israelí ejecutaron a 300 palestinos adentro y en los alrededores del hospital, y esta mañana vi cientos de cuerpos fuera del hospital. No había ni un cuerpo completo, todos los cuerpos o estaban en pedazos o mutilados severamente. Todos estaban en condiciones terroríficas: muchos fueron atados de las manos y los pies, y fueron arrollados por tanques que les pasaron por encima. Muchos fueron quemados y dejados que se consumieran hasta quedar en pedazos. Muchos otros también fueron dejados a que se descompusieran y fueron parcialmente comidos por perros callejeros. La mayoría de los cadáveres estaban irreconocibles, las familias sólo pueden identificarlos por su ropa.

Al-Shifa era considerado el más grande complejo hospitalario en Gaza, atendía muchos casos complejos. Ha sido completamente destruido, lo quemaron y destruyeron todo el equipo médico. Los israelíes sólo tienen un objetivo que es destruir hasta el último centímetro de Gaza”.

¿A alguien le cabe duda de lo que está haciendo Israel? Le pregunto, querido lector y me pregunto. Frente a los teléfonos del mundo se desarrolla un genocidio rampante, cada vez más brutal e incesante. Imágenes de niños muriendo de hambre, literalmente en los huesos, recorren la red. La hambruna a la que los israelíes han sometido a la población de Gaza, es tan terrible como lo hicieron los nazis en guetos y campos de concentración. No es exagerado; es una realidad incontrovertible con víctimas con nombre y apellido. Bebés que están muriendo de hambre y sed, además de ser asesinados masivamente ¿cómo, cómo puede seguirlo permitiendo el mundo? 

Evidencias de las atrocidades es lo que sobra: lo mismo asesinan a palestinos que buscaban comida, indiscriminadamente, en una masacre espantosa; que asesinan a voluntarios extranjeros que trataban de aliviar la hambruna, descaradamente, y no pasa nada, querido lector. Nadie los detiene.

La organización humanitaria World Central Kitchen, que es una organización internacional que se encarga de llevar comida a zonas de desastre, estaba trabajando en Gaza, preparando comidas, en una zona que se consideraba segura. Hace unos días fueron atacados por fuerzas israelíes y asesinados siete de sus voluntarios provenientes de Australia, Polonia, Reino Unido, Estados Unidos y Canadá. Los camiones en los que viajaban estaban claramente señalados con su logo y el ejército israelí estaba al tanto de sus movimientos. Aún así fueron deliberadamente bombardeados y asesinados sus miembros. Obviamente, ese ataque los obligó a anunciar que suspenden operaciones en Gaza y a dejar de prestar la ayuda humanitaria.  

Resulta evidente que el ataque, perfectamente planeado, buscaba acabar con la exigua ayuda a los palestinos, forma parte de su política genocida. Las fuerzas israelíes no sólo matan de hambre a los palestinos, también matan a quienes buscan aliviar el hambre. Están determinados a aniquilarlos, cueste lo que cueste. No les importa asesinar extranjeros, como no les importa asesinar a palestinos. Son impunes, querido lector, totalmente impunes.

Tal vez, desde la Alemania nazi, no veíamos un odio tan apabullante contra una población indefensa, como el odio israelí por los palestinos, incluidos niños y mujeres que están sometidos a la hambruna y a bombardeos indiscriminados. Una destrucción que han llevado a cabo en todos los ámbitos: en sus propiedades, en sus bienes públicos, en sus tierras, en sus familias, en sus vidas. El despojo es total. Los palestinos no tienen ya nada. Ni agua, ni alimentos, ni medicamentos, ni médicos, ni hospitales, nada. Les han quitado todo, hasta la ayuda que en cuenta gotas les llegaba del exterior. Y están presos, en campamentos y edificios sitiados, sometidos a la violencia y la destrucción israelí, al asesinato lento del hambre, la sed, la enfermedad o expedito de las balas y las bombas. Aplastados por la fuerza de Israel, un país asesino y criminal que ha logrado que la ayuda humanitaria disminuya, que la ONU sea totalmente inservible, que ha logrado imponer su imperio de la muerte y la crueldad con la complicidad de Estados Unidos, y todos y cada uno de los países que no hacen nada para detener el genocidio, incluido México, que ante este horror ha sido incapaz de manifestar su condena.

El Gobierno “humanista” de López Obrador no ha roto relaciones con los asesinos, como debiera, por sólo decencia. La pequeñez de miras del Presidente quedará allí, para la historia, junto con nuestra vergüenza. 

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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