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Sandra Lorenzano

05/11/2023 - 12:02 am

Hacer memoria: un juego para la vida

Si contar y contarnos nuestra propia historia puede ser sanador, la capacidad de mostrar un hecho doloroso, un evento trágico o traumático, a través de estos pequeños dispositivos creados por cada una de las personas que participa, logra multiplicar ese efecto que de origen a la resiliencia. 

Podemos ver casitas hechas de papel, personajes recortados de revistas, fotos, carritos de plastilina, juguetes de plástico, lámparas que alguien enciende y apaga, música, ruidos… Escenas que se repiten, y al repetirse se vuelven más profundas y a la vez más familiares.   

Es un juego. Un juego que surge de la memoria, que surge del dolor y se vuelve creación, escucha, diálogo. Es un juego para la vida. El encuentro entre la historia personal y la historia colectiva se recuerda, se piensa y se comparte a partir de pequeñas escenas, de “maquetas íntimas” en las que los objetos se vuelven cómplices y aliados del relato.

Podemos ver casitas hechas de papel, personajes recortados de revistas, fotos, carritos de plastilina, juguetes de plástico, lámparas que alguien enciende y apaga, música, ruidos… Escenas que se repiten, y al repetirse se vuelven más profundas y a la vez más familiares.
Podemos ver casitas hechas de papel, personajes recortados de revistas, fotos, carritos de plastilina, juguetes de plástico, lámparas que alguien enciende y apaga, música, ruidos… Escenas que se repiten, y al repetirse se vuelven más profundas y a la vez más familiares. Foto: Pablo Gershanik
Es un juego. Un juego que surge de la memoria, que surge del dolor y se vuelve creación, escucha, diálogo. Es un juego para la vida.
Es un juego. Un juego que surge de la memoria, que surge del dolor y se vuelve creación, escucha, diálogo. Es un juego para la vida. Foto: Pablo Gershanik
El encuentro entre la historia personal y la historia colectiva se recuerda, se piensa y se comparte a partir de pequeñas escenas, de “maquetas íntimas” en las que los objetos se vuelven cómplices y aliados del relato.
El encuentro entre la historia personal y la historia colectiva se recuerda, se piensa y se comparte a partir de pequeñas escenas, de “maquetas íntimas” en las que los objetos se vuelven cómplices y aliados del relato. Foto: Pablo Gershanik

Si contar y contarnos nuestra propia historia puede ser sanador, la capacidad de mostrar un hecho doloroso, un evento trágico o traumático, a través de estos pequeños dispositivos creados por cada una de las personas que participa, logra multiplicar ese efecto que de origen a la resiliencia. 

Estoy hablando de “Maquetas íntimas”, una propuesta del actor y director teatral, Pablo Gershanik. Pablo, argentino que pasó su exilio en México, lleva muchos años elaborando y reelaborando esta propuesta a la vez artística y terapéutica, con herramientas del teatro, de las artes visuales, de la psicología, y con un claro compromiso con los derechos humanos.

Si contar y contarnos nuestra propia historia puede ser sanador, la capacidad de mostrar un hecho doloroso, un evento trágico o traumático, a través de estos pequeños dispositivos creados por cada una de las personas que participa, logra multiplicar ese efecto que de origen a la resiliencia.
Si contar y contarnos nuestra propia historia puede ser sanador, la capacidad de mostrar un hecho doloroso, un evento trágico o traumático, a través de estos pequeños dispositivos creados por cada una de las personas que participa, logra multiplicar ese efecto que de origen a la resiliencia. Foto: Pablo Gershanik
Estoy hablando de “Maquetas íntimas”, una propuesta del actor y director teatral, Pablo Gershanik.
Estoy hablando de “Maquetas íntimas”, una propuesta del actor y director teatral, Pablo Gershanik. Foto: Pablo Gershanik

“Las maquetas -dice- nos permiten explorar nuestro propio pasado y dejar que se exprese ese evento traumático, emblemático, que ha marcado nuestra vida, y revertir así su efecto doloroso”.

La idea surge de su propia experiencia: su padre fue asesinado por la dictadura argentina, a plena luz del día, en la ciudad de La Plata, cuando él tenía once meses de nacido. La madrugada del 10 de abril de 1975, quince hombres vestidos de civil, armados de hachas y escopetas Itaca irrumpen en la casa del Dr. Mario Gershanik, médico pediatra y además jugador de rugby donde ocupaba la posición de “ala”. “Él, en pijama, acompañado por su esposa y su bebé, es golpeado para forzarlo a dejar su casa e ir, secuestrado a bordo de un Falcon Verde (el coche emblemático usado por los militares en sus “operaciones”), rumbo a una muerte segura. La resistencia de este hombre desarmado lleva al grupo a la determinación de desfigurar allí mismo su cuerpo, en la sala de su casa y frente a su familia, con ochenta balazos” [1].

“Las maquetas -dice- nos permiten explorar nuestro propio pasado y dejar que se exprese ese evento traumático, emblemático, que ha marcado nuestra vida, y revertir así su efecto doloroso”.
“Las maquetas -dice- nos permiten explorar nuestro propio pasado y dejar que se exprese ese evento traumático, emblemático, que ha marcado nuestra vida, y revertir así su efecto doloroso”. Foto: Pablo Gershanik
La idea surge de su propia experiencia: su padre fue asesinado por la dictadura argentina, a plena luz del día, en la ciudad de La Plata, cuando él tenía once meses de nacido.
La idea surge de su propia experiencia: su padre fue asesinado por la dictadura argentina, a plena luz del día, en la ciudad de La Plata, cuando él tenía once meses de nacido. Foto: Pablo Gershanik

Cuarenta años después, y partiendo de ese evento fundacional, el artista comenzó a indagar en aquellos elementos que conformaron aquel suceso; tanto la parte real, como la parte “mítica”. 

“Me pregunto ¿qué significa reconstruir una tragedia? ¿Será volver al fragmento cero de la pesadilla para organizar las esquirlas de aquel dolor? ¿O será volver a contar(se) la historia, amasarla, reinventarla y compartirla hasta disolver el veneno?”, escribe Pablo.

La madrugada del 10 de abril de 1975, quince hombres vestidos de civil, armados de hachas y escopetas Itaca irrumpen en la casa del Dr. Mario Gershanik, médico pediatra y además jugador de rugby donde ocupaba la posición de “ala”.
La madrugada del 10 de abril de 1975, quince hombres vestidos de civil, armados de hachas y escopetas Itaca irrumpen en la casa del Dr. Mario Gershanik, médico pediatra y además jugador de rugby donde ocupaba la posición de “ala”. Foto: Pablo Gershanik
Cuarenta años después, y partiendo de ese evento fundacional, el artista comenzó a indagar en aquellos elementos que conformaron aquel suceso; tanto la parte real, como la parte “mítica”.
Cuarenta años después, y partiendo de ese evento fundacional, el artista comenzó a indagar en aquellos elementos que conformaron aquel suceso; tanto la parte real, como la parte “mítica”. Foto: Pablo Gershanik

Éste es el punto de partida de su propia obra “80 balas sobre el Ala”, y a la vez de la propuesta de creación estético-política “Maquetas íntimas”, una herramienta de memoria y resiliencia. Quienes participan en los talleres a los que Gershanik convoca, han sufrido una experiencia dolorosa -ya sea individual, familiar o como parte de una comunidad- y el proceso de “maquetización”, de reconstruir su historia, volviéndola pequeña y por lo tanto manejable, les permite elaborar el dolor a través de mecanismos de intermediación con esa experiencia. 

“Solemos pensar que somos la muerte de nuestros seres queridos, que algo nuestro se queda allí. Yo creo que sí, pero que también somos la vida de nuestros seres queridos”. 

Éste es el punto de partida de su propia obra “80 balas sobre el Ala”, y a la vez de la propuesta de creación estético-política “Maquetas íntimas”, una herramienta de memoria y resiliencia.
Éste es el punto de partida de su propia obra “80 balas sobre el Ala”, y a la vez de la propuesta de creación estético-política “Maquetas íntimas”, una herramienta de memoria y resiliencia. Foto: Pablo Gershanik
Quienes participan en los talleres a los que Gershanik convoca, han sufrido una experiencia dolorosa -ya sea individual, familiar o como parte de una comunidad- y el proceso de “maquetización”, de reconstruir su historia, volviéndola pequeña y por lo tanto manejable, les permite elaborar el dolor a través de mecanismos de intermediación con esa experiencia.
Quienes participan en los talleres a los que Gershanik convoca, han sufrido una experiencia dolorosa -ya sea individual, familiar o como parte de una comunidad- y el proceso de “maquetización”, de reconstruir su historia, volviéndola pequeña y por lo tanto manejable, les permite elaborar el dolor a través de mecanismos de intermediación con esa experiencia. Foto: Pablo Gershanik

Las imágenes que vemos muestran maletas, árboles, hilos, piedras, muñecos, todo en miniatura. Es un juego, decíamos, en el cada participante repite el relato de ese momento que le cambió la existencia. En México, en Berlín, en París, en Buenos Aires, las maquetas hablan de violencias, de secuestros, de atentados, de guerras, de migración, de pérdidas. En la repetición de lo sucedido, en su objetivación, en la posibilidad que surge así de que el pasado se exprese, está justamente la vida: la nuestra y  la de nuestros seres queridos, como dice la frase anterior, que habita en nuestro interior.

Vale la pena asomarse a ver este breve video:

Hace pocas semanas, se estrenó, dentro del festival de documentales DOCSMx, Maquetas íntimas. La luz de la herida, dirigido por Sebastián Kohan Esquenazi, donde pueden verse algunas de estas conmovedoras experiencias. 

La pregunta que atraviesa esta suerte de biodrama de objetos es ¿de qué modo el arte puede ayudar a curar las heridas individuales y sociales? 

Hace pocas semanas, se estrenó, dentro del festival de documentales DOCSMx, <em>Maquetas íntimas. La luz de la herida</em>, dirigido por Sebastián Kohan Esquenazi, donde pueden verse algunas de estas conmovedoras experiencias.
Hace pocas semanas, se estrenó, dentro del festival de documentales DOCSMx, Maquetas íntimas. La luz de la herida, dirigido por Sebastián Kohan Esquenazi, donde pueden verse algunas de estas conmovedoras experiencias. Foto: Pablo Gershanik
Las imágenes que vemos muestran maletas, árboles, hilos, piedras, muñecos, todo en miniatura.
Las imágenes que vemos muestran maletas, árboles, hilos, piedras, muñecos, todo en miniatura. Foto: Pablo Gershanik
Es un juego, decíamos, en el cada participante repite el relato de ese momento que le cambió la existencia.
Es un juego, decíamos, en el cada participante repite el relato de ese momento que le cambió la existencia. Foto: Pablo Gershanik

“Somos nuestras historias impresas en nuestros cuerpos… A veces lo vivido nos da alas, a veces es un peso que nos abate. Encontrar una manera de contar nuestra historia creando metáforas es una herramienta importante para reconstruirnos, para sanar”.

Por la memoria, siempre. Por los que están y por los que ya no están.

En México, en Berlín, en París, en Buenos Aires, las maquetas hablan de violencias, de secuestros, de atentados, de guerras, de migración, de pérdidas.
En México, en Berlín, en París, en Buenos Aires, las maquetas hablan de violencias, de secuestros, de atentados, de guerras, de migración, de pérdidas. Foto: Pablo Gershanik
En la repetición de lo sucedido, en su objetivación, en la posibilidad que surge así de que el pasado se exprese, está justamente la vida: la nuestra y  la de nuestros seres queridos, como dice la frase anterior, que habita en nuestro interior.
En la repetición de lo sucedido, en su objetivación, en la posibilidad que surge así de que el pasado se exprese, está justamente la vida: la nuestra y  la de nuestros seres queridos, como dice la frase anterior, que habita en nuestro interior. Foto: Pablo Gershanik
La pregunta que atraviesa esta suerte de biodrama de objetos es ¿de qué modo el arte puede ayudar a curar las heridas individuales y sociales?
La pregunta que atraviesa esta suerte de biodrama de objetos es ¿de qué modo el arte puede ayudar a curar las heridas individuales y sociales? Foto: Pablo Gershanik
[1] En el sitio web www.estudiogershanik.com

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, sus libros más recientes son "Herida fecunda" (Premio Málaga de Ensayo, 2023), "Abismos, quise decir" (Premio Clemencia Isaura de Poesía, 2023), y la novela "El día que no fue" (Alfaguara). Académica de la UNAM, se desempeña como Directora del Centro de Estudios Mexicanos UNAM-Cuba. Es además, desde 2022, presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación). sandralorenzano.net

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