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Jorge Alberto Gudiño Hernández

07/03/2020 - 12:05 am

Definir palabras

Me he quedado mudo frente a la solicitud por definir diferentes términos, tan variados como cotidianos.

“Papá, ¿qué significa Gobierno?” La respuesta, de por sí, no es sencilla. Foto: Graciela López, Cuartoscuro

Supongo que a todos los padres nos ha pasado alguna vez: llega uno de los pequeños de la familia y nos pregunta qué significa tal o cual palabra. Si somos afortunados, conocemos el significado y, aún más importante, somos capaces de transmitirlo. Esto último suena pueril pero no lo es. Partamos de la idea de que el pequeño cuenta con pocos referentes que permitan dialogar con un concepto abstracto. Entonces se debe definir a la palabra a partir de otras que entienda. A veces hay suerte.

Recuerdo preguntas que me hicieron respirar profundo. Algunas, porque venían en medio de una andanada, pues mi hijo mayor estaba leyendo un libro y, a cada rato, se le atravesaba algo que no entendía. Otras, porque el menor las escuchó en una conversación ajena, en un programa de radio, en un noticiero y, curiosos como son, preguntaron. Antes que quejarme, aclaro: me parece un privilegio inmerecido enfrentarme a estas preguntas, por mucho que, a veces, me quede a mitad de las respuestas.

Me he quedado mudo frente a la solicitud por definir diferentes términos, tan variados como cotidianos. Algunos ejemplos, sólo para comenzar: cuyo (y no se referían al animalito), circunstancia, socialista, prostituto, símbolo y vida. Como se puede constatar, la dificultad para definir los conceptos anteriores depende de diferentes limitaciones. Algunas son propias, otras tantas de mis hijos. Las primeras tienen que ver con mi incapacidad para explicar algo simple mientras que las segundas con la falta de referentes, contexto o conocimientos. Incluso las hay las que no pasan la criba de mi propia censura porque, seamos serios, cómo se le explica la prostitución a un niño de seis años sin que esto genere una andanada de preguntas que serían cada vez más complejas.

También me ha sucedido que la incapacidad se relaciona con los conocimientos necesarios para acceder a un concepto mayor. Piénsese en la escena: “Papá, ¿qué significa Gobierno?” La respuesta, de por sí, no es sencilla. Tiene muchos matices que implicarían hablar de la sociedad como construcción, del Estado y de cómo éste se diferencia del gobierno (lo mismo cuando preguntan qué es un diputado: la respuesta fácil es alguien que trabaja en el gobierno pero hacer esto es hacer trampa). El problema viene cuando uno pretende ahondar o el crío sigue lanzando preguntas encadenadas. Entonces llega el momento en el que uno debe elegir entre la definición conceptual, la idealizada o la real. Intenten, si no, definir gobierno justo ahora. ¿Ya? La siguiente pregunta es por qué el sujeto del noticiero dijo que el gobierno está traicionando al pueblo, es cómplice de criminales u oculta información. Al sumarle intencionalidad a una entidad abstracta, todo se complica demasiado.

¿Lo que está afuera del sistema solar es parte de la naturaleza? Esta pregunta es tramposa. Es un puente hacia otras que se alejan de las definiciones para comenzar a preguntar en torno al funcionamiento del mundo, del universo, de las cosas. Y hasta ahí no quiero llegar hoy. Me quedo, entonces, con las simples definiciones de palabras o conceptos. El ejercicio es interesante pues nos confronta con ciertas concepciones de lo que nos sucede. A fin de cuentas, habitamos el lenguaje y comprendemos lo que es externo a nosotros a través de él (también lo interno pero de otra forma, quizá). Así que más allá de un ejercicio de diccionario que nos enfrente con el montón de términos que no conocemos, estas preguntas resultan útiles en tanto nos obliga a explicar lo que, presuntamente, sí sabemos. Y esa explicación, a la larga, nos dará una comprensión diferente de las cosas.

Venga, pues, niños, sigan preguntando.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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