¿Idea loca o solución?

07/09/2015 - 12:00 am
Naguib Sawiris aseguró que si le venden una isla va a “declarar su independencia y a recibir a los migrantes, proporcionarles trabajo para que ellos construyan su nuevo país”. Foto: Twitter
Naguib Sawiris aseguró que si le venden una isla va a “declarar su independencia y a recibir a los migrantes, proporcionarles trabajo para que ellos construyan su nuevo país”. Foto: Twitter

En su versión de informe a la nación, hace una semana, Enrique Peña Nieto se adueñó de los más urgentes reclamos de la sociedad mexicana. Afirmó que cada vez hay más desconfianza en las instituciones gubernamentales y agregó, en su descargo, que también en las privadas y hasta entre los ciudadanos comunes. Sobre las casas de Palmas y de Malinalco recordó las respectivas exoneraciones que concedió la Secretaría de la Función Pública, con su cuate Virgilio Andrade al timón.

Como discurso le funciona, pero hay un detalle: los discursos son un acto de creatividad que busca informar y, sobre todo, generar sentimientos que sean favorables al orador. No son reportes con metodología que reflejen con rigor científico una realidad determinada.

Existe una relación biunívoca entre democracia e igualdad. Igualdad implica “todos coludos o todos rabones”, o lo que es lo mismo, la ausencia de brechas abismales en lo económico y en lo social. Democracia, por su parte, es la libre participación de todos y cada uno de los individuos del corpus en las decisiones sobre el manejo de la sociedad. Pero no es así en nuestra realidad.

Refiriéndose a los pobres, Adolfo Miranda Sáenz escribió en su blog: “…la pobreza hace vulnerable su voluntad; sus necesidades apremiantes y urgentes no les permiten –al menos no siempre y no a todos- tomar decisiones sin diferentes influencias que condicionan su libertad.” Así, sin democracia siempre habrá un sector del grupo que poco a poco se vaya ganando una posición de poder y comodidad que le permita decidir por el resto, lo que sería inviable de haber una libre participación de todos, incluidos los pobres.

¿Solución? Los discursos. En la opinión pública nacional está clara la idea que la democracia consiste en ir a votar, y luego aguantarse lo que venga. “Sí, la cosa está para llorar, pero es que ‘el mexicano’ vota por el que le dé una torta” es la convicción endorracista que ha quedado sembrada en la consciencia colectiva para, precisamente, anular nuestra incluyente y libre participación ciudadana para resolver los problemas. Pero esta solución de forma no llega al fondo. El millón de mexicanos que cruza cada año la frontera norte lo demuestra.

Surge otra opción: El magnate egipcio de telecomunicaciones Nagib Sawiris ofreció por Twitter comprarle una isla completa a Grecia o a Italia, para albergar a los migrantes indocumentados provenientes del norte de África o del Oriente Medio. Si logra hacer esta compra les construirá una ciudad completa con escuelas, universidades, hospitales y clubes, y les dará trabajo, declaró al diario egipcio The Cairo Post. Acepta que puede ser una idea loca, “pero al menos sería temporal hasta que puedan regresar a sus países” (y uno se pregunta: ¿regresar a qué?). Acepta que la implementación de su idea tendría algunos retos en cuanto a jurisdicción y reglas aduanales. Otro reto será lograr que la economía de esta isla sea interna y sustentable, al margen de los embates de la globalización. Aún así, se lleva las palmas por su solidaridad.

Ya antes construyó la ciudad egipcia de Hurghada al-Gouna en la costa oeste del Mar Rojo, que hoy tiene 32,000 habitantes y cuatro hoteles de 5 estrellas. La fortuna de Sawiris en 2006, según la revista Forbes, era de 2,600 millones de dólares. Ocupaba el lugar 278 entre los más ricos del mundo. Ya no aparece en la de los 500 billonarios (en dólares), pero eso no le impide impulsar su nuevo proyecto. Ojalá alguno de los mexicanos enlistados en 2015 pensara en algo similar.

Cuando una persona tiene que buscar en qué más gastar su dinero, generalmente compra estupideces. Las excepciones, como Sawiris, debieran ser la norma.

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