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Óscar de la Borbolla

07/10/2024 - 12:03 am

Cuatro apuntes para entender el mundo

“La coexistencia de estos cuatro estadios, con personas que son y que creen ser, con personas que tienen y aparentan tener, ha terminado por confundirme y solo puedo decir con seguridad: qué raro está el mundo”.

“Él también se convierte en una simulación y así como en el estadio anterior no se daba cuenta de que vivía en una simulación, en este no se da cuenta de que es una simulación, realmente se la cree: para él es lo que cree ser”. Foto: Especial

Cada vez entiendo menos a la gente. El mundo me parece un sitio raro. Reconozco que todos estamos en una transición que no termina de pasar, que vamos a la mitad de un puente sin alejarnos del todo de una de sus orillas y sin llegar plenamente a la otra. La “normalidad” que conocí ya no está vigente y las nuevas “normalidades” (porque hay muchas) no terminan por experimentarse con naturalidad. Esta vivencia me tiene, lo confieso, muy confundido y quisiera proponer un modelo —sinceramente: unos apuntes— para intentar comprender lo que nos está ocurriendo como individuos y como sociedad. Será, no aspiro a más, un esquema que presentaré en cuatro estadios. Mi protagonista es, literalmente, “a lo que se ha dado importancia”.

1 El estadio del ser: en esta etapa lo importante es el ser. Me refiero a ese enfoque que lo privilegia y que se hace patente cuando llamamos a un alfarero alfarero porque domina el arte de hacer objetos de barro cocido, o lo llamamos cazador porque se dedica con cierta destreza a la caza: es un alfarero, es un cazador, decimos. También se percibe la importancia que damos al ser en la pregunta que se les hace a los niños cuando se les dice: ¿qué quieres ser de grande?, o en la que se formulan algunos jóvenes cuando encaran su futuro: ¿qué quiero ser? O, en general, lo que todos nos preguntamos cuando tenemos un primer contacto con una persona que despierta nuestro interés: ¿quién es? Nótese que en estos casos por lo que se inquiere es por el ser de alguien. Nos interesa lo que es: sus características propias, lo que lo constituye, lo que es.

2 El estadio del tener. En este caso las preguntas cambian, se pregunta por lo que compone el haber de alguien: sus pertenencias. Ya no importa tanto lo que se sea, sino lo que se tenga; es decir, no importan las características inherentes a la persona sino el número y valor de sus pertenencias. Desde este ángulo, lo que uno sea o haga consigo mismo pasa a un plano secundario y lo que resalta es con lo que el individuo cuenta: “cuánto tienes, cuánto vales” es la frase más representativa de este estadio: no las propiedades que nos hacen ser, sino las propiedades, en el sentido de las pertenencias, lo mismo las reales que las simbólicas: casas, autos, dinero y también títulos: en una sociedad que pone la mirada en el tener y encima es credencialicia no importa lo que sepa un doctor, sino el título de doctor. Lo importante es la acumulación de propiedades y no el ser. En este estadio, me he llevado mis peores descalabros y también mis peores chascos, pues me han despreciado por no tener bastante, y he sufrido en mi salud y mis bolsillos la distancia que hay entre consultar a alguien que es un buen curador y a alguien que solo tiene una pared llena de títulos.

3 El estadio del parecer. En este nivel, el ser, el referente, ya prácticamente no existe y entramos —como lo llama Jean Baudrillard— en la simulación pura. Aquí lo importante es lo que parece, lo que se aparenta con la mera representación que ya no remite a ninguna realidad. Lo importante es que los demás lo admitan, la fuerza de la imagen con la que nos imponemos y con la que hacemos creer a los demás que eso es lo que somos y que eso es lo que tenemos, aunque ni lo seamos y ni siquiera lo tengamos. Entramos en un mundo de imágenes, en lo que también Guy Debord llamó la sociedad del espectáculo. Las puras apariencias, las cifras maquilladas, las imágenes que me dan la impresión de vivir en el mundo que esas imágenes me muestran y ante las que reacciono como si fueran, pues provocan en mí experiencias, y mueven mis sentimientos a favor o en contra. La gran simulación construida por los medios, la internet, los algoritmos que nos encierran en cómodas burbujas, donde las redes sociales sólo conectan a cada persona con sus “amigos”, la machacona propaganda que persuade a la derecha o a la izquierda; la manipulación científica de la mercadotecnia basada en el conocimiento de los sesgos cognitivos, y que nos tienen a todos metidos en alguna tribu de Matrix, la que en el fondo no es otra cosa que la ilustración fílmica de la milenaria alegoría de la caverna platónica. Aquí lo importante es lo que la gente da por bueno. Y por si esto fuera poco:

4 El estadio del creer en uno mismo. Si lo importante no es ser ni tener, sino lo que parece, el que los demás lo admitan, entonces todavía se puede dar un último paso: este paso final se da cuando el individuo que vive en un mundo simulado cree que ya no hace falta que los demás lo crean, sino que basta con que lo crea él. En esta fase, auspiciada por la insistencia de la peregrina idea de que uno puede todo, de que cualquier cosa uno puede hacerla, de que todo depende de la fuerza de la voluntad del yo, de la decisión personal, se da el paso y el individuo se funde con su ilusión, con su avatar. Él también se convierte en una simulación y así como en el estadio anterior no se daba cuenta de que vivía en una simulación, en este no se da cuenta de que es una simulación, realmente se la cree: para él es lo que cree ser.

La coexistencia de estos cuatro estadios, con personas que son y que creen ser, con personas que tienen y aparentan tener, ha terminado por confundirme y solo puedo decir con seguridad: qué raro está el mundo.

 

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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