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Ernesto Hernández Norzagaray

08/02/2019 - 12:04 am

Volver a León Trotsky

A Trotsky se le presenta como un intelectual revolucionario con voz propia, pero para una causa imposible; como un político duro pero visionario hasta el delirio; decidido y audaz, pero como un asesino por la causa del bolchevismo.

“Está de estreno en el portal Netflix, y digo desconcertantes, porque la imagen que presentan del creador en jefe del Ejército Rojo dista algo de lo que fue o mejor del mito creado luego del pioletazo de Ramón Mercader durante una visita al bunker de Coyoacán”. Foto: Tomada de Netflix.

En mi época de estudiante en la UNAM, como muchos de mi generación, simpaticé con el ideario político de León Trotsky así que leí mucho sobre este personaje legendario de la revolución rusa o mejor todavía de la revolución mundial.

Desde la infaltable y monumental trilogía del polaco Isaac Deutscher (Trotsky el profeta armado, el profeta desarmado y el profeta desterrado y autor de la mejor biografía sobre José Stalin), hasta la extraordinaria novela del cubano Leonardo Padura: El hombre que amaba los perros, pasando por los relatos de su secretario particular Jean Van Heijenoor que escribió un libro testimonial bajo el título: De Prinkipo a Coyoacán.

Claro, pasando por la propia obra de Trotsky que lo mismo escribía temas militares que teoría literaria; incluida aquella polémica entre él y Stalin sobre el dilema entre la Revolución en un solo país o la Revolución permanente, que dividió al movimiento comunista internacional creando los primeros ismos (leninismo, trotskismo, estalinismo) No menos importante fueron mis viajes a los lugares de culto sea la casa Trotsky en Coyoacán, donde reposan sus restos bajo una sólida lápida con la hoz y el martillo, o la bella residencia en la isla de Prinkipo con vista al Mar Mármara en el lejano y misterioso Estambul.

Y ahora, he visto por fin, los desconcertantes ocho capítulos de la serie que ha producido la televisión rusa sobre la vida de este político excepcional.  Está de estreno en el portal Netflix, y digo desconcertantes, porque la imagen que presentan del creador en jefe del Ejército Rojo dista algo de lo que fue o mejor del mito creado luego del pioletazo de Ramón Mercader durante una visita al bunker de Coyoacán y que me recuerda aquella tarde de 1982 que estuve en el lugar exacto donde ocurrió ese crimen que estremeció al mundo gracias a la invitación de mi amigo Gabriel Mateu, un trotskista argentino exiliado que tenía bajo su responsabilidad esa casona histórica.

Ahora bien, siendo Trotsky un desconocido en su propio país, gracias a qué la historia oficial del estalinismo lo borró por apátrida y traidor a la revolución, como a toda una generación de comunistas organizados en la llamada Oposición de Izquierda del partido bolchevique, era de esperar una relectura de aquellos acontecimientos sucedidos hace más de 100 años. Con el salto ruso al capitalismo y la democracia viene la revisión y sobre todo la reescritura de la historia de la Revolución de Octubre.

La llegada de los nuevos tiempos, la fragmentación y desaparición de la antigua URSS y la creación de la Federación de Rusia apareció una nueva generación de políticos más occidentalizados que van desde Mijail Gorbachov a Vladimir a Putin; de Boris Yeltsin a Dimitri Medvedev, y en medio de las nuevas libertades se recupera algo de la memoria que el estalinismo había llenado con propaganda anti trotskista.

Se dice frecuentemente que la historia la escriben siempre los vencedores y si la versión que se expresa en esta serie es la oficial, es un ajuste de cuentas con el pasado soviético, se busca dar una versión oficiosa. Lo mismo pega a Trotsky que a Lenin y Stalin. Quizá, lo único que le sobrevive de aquellos “10 días que estremecieron al mundo” es el espíritu imperial ruso, el de gran potencia, que lo mismo está en el mundo árabe que en América latina. En definitiva, los rusos están de vuelta en la lucha por la hegemonía mundial y esto pasa también por el cine de consumo masivo.

Así, si la televisión rusa trataba de hacer una versión para el consumo popular, reescribir la historia y sus personajes, terminó exaltando sin mencionar el liderazgo “cuerdo” de Vladimir Putin y en menor grado del propio Trotsky.

A Trotsky se le presenta como un intelectual revolucionario con voz propia, pero para una causa imposible; como un político duro pero visionario hasta el delirio; decidido y audaz, pero como un asesino por la causa del bolchevismo. Lo mejor de la serie son varios de sus diálogos filosóficos sobre el poder, donde vemos un dirigente político con ideas claras e inclaudicables aun con sus costos políticos, incluso familiares. Recordemos que sus cuatro hijos murieron o fueron asesinados cuando sus vidas frisaban los treinta años. La brillantez política de Trotsky hace que en la serie se le ponga por encima del propio Lenin, al que en la serie se le ve opaco y hasta por momentos inseguro, dependiente, en algunos momentos de las razones del mismo jefe del Ejército Rojo.

No obstante, la narrativa cinematográfica se sitúa en las antípodas, tanto en la producción, como en la historia, parecería que la escribió un joven cineasta que nunca leyó más que lo que se ha dicho después del fracaso de la Perestroika y el Glasnost, la reforma económica y política, en el final de la poca soviética, o qué simplemente se le haya dado el libreto oficial para hacer está historia que marcó el siglo XX. Hay presumiblemente datos falsos.

Finalmente, la serie no podía ser heroica de buenos contra malos, tenía que ser de carne y hueso, como fueron las purgas y un ejercicio de poder para tiempos en que las decisiones están marcadas por la hegemonía mundial, o sea, la historia actual que todavía despierta emociones entre aquellos que todavía sueñan con la utopía de la revolución.

Trotsky en Netflix a través de ocho capítulos dirigida por Alexander Kott y Kontantin Statsky y personificando al personaje principal Konstantin Khabensky.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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