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Hilda García

10/12/2013 - 12:02 am

Nuestra mala educación

Pareciera que ni los numeritos ni las letras nos entran. Según los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos 2012 (PISA, por sus siglas en inglés), consideran que a México le tomará más de 25 años alcanzar el nivel promedio de los 34 países de la OCDE en matemáticas y más de 65 años […]

Pareciera que ni los numeritos ni las letras nos entran.

Según los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos 2012 (PISA, por sus siglas en inglés), consideran que a México le tomará más de 25 años alcanzar el nivel promedio de los 34 países de la OCDE en matemáticas y más de 65 años en lectura.

De acuerdo con el reporte, un estudiante mexicano con el más alto rendimiento apenas logra obtener el mismo puntaje que un alumno promedio en Japón, ubicado entres los diez países con mejores resultados.

El 55% de los alumnos mexicanos no alcanza un nivel de competencia básico en matemáticas, lo mismo ocurre con el 41% en lectura y el 47% en ciencias, de acuerdo con PISA, lo que implica un retroceso en comparación con los resultados de 2009, último año en el que se aplicó la prueba.

Que alguien diga que no le gustan las matemáticas es muy válido. Otros más podrían decir que no les gusta leer. Sin embargo, los datos no son nada alentadores si consideramos que las matemáticas, más allá de ayudar a sumar y restar, son los que ayudan a tener un pensamiento abstracto que ayuda a resolver situaciones, distancias, proyecciones.

Y qué decir de la lectura, que es básica para la memoria, obtener información, reflexionar, mejorar la capacidad de observación y análisis, a la vez que nos obliga a concentrarnos.

La lectura no es para demostrar quién ha leído más o quién sabe más. Mucho menos ahora con la posibilidad que tenemos de encontrar respuestas con buscadores como Google. Lo cierto es que con la lectura, además de ampliar nuestro vocabulario y mejorar la ortografía, aprendemos estructuras sintácticas, con lo cual tanto la expresión oral y como la escrita, que nos permiten  organizar conceptos, pensamientos, ideas, sensaciones y sentimientos y, por supuesto, transmitirlos.

En este sentido vale la pena ver que la importancia de la lectura radica en poder establecer enlaces entre tiempo y espacio, con lo cual desarrollamos la lógica y la agilidad de nuestra mente para establecer conexiones.

Por lo anterior es que preocupa que el puntaje para México en matemáticas fuera de 413 puntos, cuando el promedio general de la OCDE es de 494. Es decir, apenas el 0.6% de los alumnos lograron llegar a los niveles 5 y 6, que significa que tienen la posibilidades de realizar actividades de alta complejidad cognitiva.

Si estos son los estándares está claro que cuando el país necesita que transformemos nuestra economía, nos volvamos más competitivos y entremos en la modernidad con una reingeniería de prácticamente todas las industrias, México se va rezagando.

No solamente hemos sufrido en la calidad de la competitividad, sino que con la irrupción de Internet los retos son otros y pareciera que nuestro sistema educativo aún pelea cuestiones del siglo pasado.  Los maestros aún, incluso enseñan como cuando hace cuarenta años lo hacían.

Quizá los niños no tengan déficit de atención. Digamos que aprenden de otra manera, y al aprender de otra manera se aburren con viejas prácticas donde tanto las matemáticas como la historia se enseñan todavía en muchas escuelas de memoria, sin entender que hay que educar para que la gente pueda relacionar tiempos, espacios.  Pueda relacionar hechos, investigar y sacar soluciones prácticas en la vida cotidiana. Para eso nos sirven las matemáticas y la lectura.

Tenemos una oportunidad más de atender a la serie de reformas. Son tantas y con tantas cosas a la vez que prácticamente ya ni las revisamos, las cuestionamos o las debatimos. Quizá sea también parte de la falta de cultura por leer los documentos, las letras chiquitas de todos los acuerdos. Por eso es que debemos poner atención especial a la serie de reformas que se han ido dando, y en este sentido a la reforma educativa.

No bastan acuerdos, firmas y una líder en la cárcel. Se requiere de buenos salarios a los maestros, buena alimentación en los niños, buenas condiciones en los salones de clase sin goteras, con asientos cómodos. Con un librero al menos. No niños sentados en ladrillos y sin materiales mínimos como un lápiz o cuadernos que les permitan trabajar.

Si los maestros siguen partiendo de la idea de que no hay que reprobar a los estudiantes para que la escuela no baje en su promedio de niños o jóvenes egresados, si los maestros e incluso los padres de familia se olvidan de fomentar la lectura (no importa el formato digital o impreso, pero leer) y de hacer cálculos mentales con los números, no hay manera de avanzar en otros rubros económicos que van más allá del meramente educativo.

No de manera gratuita un 75% de los alumnos mexicanos dijo estar de acuerdo o muy de acuerdo con que“frecuentemente me preocupa que tendré dificultades en clases de matemáticas” y la mitad dijo sentir ansiedad cuando intentaba resolver problemas de esa materia.

Según la OCDE, el índice de ansiedad hacia las matemáticas en México es el más alto entre todos los países miembro e indica que “los alumnos que sienten ansiedad hacia las matemáticas tienden a evitarlas, privándose así de la posibilidad de emprender carreras profesionales relacionadas con esta materia”.  Lo cual nos aleja de las tecnologías, las ingenierías, la arquitectura, la robótica y la aplicación de las matemáticas mismas en la solución de problemas diarios.

Es cierto que si nos comparamos en el marco universal, México estaría en una media muy media. Digamos que en una medianía cercana a la mediocridad.

Sin embargo, con los países que competimos en los mercados internacionales, el nivel es muy bajo. Se ubica en último lugar entre los países de la OCDE y en el sitio 53 de entre los 65 países que participan en la prueba, superando a Montenegro, Uruguay, Costa Rica, Albania, Brasil, Argentina, Túnez, Jordania, Colombia, Qatar, Indonesia y Perú.

Las reformas, ya con varios ajustes se han ido aprobando, pero no hemos logrado dimensionar su operatividad, sus objetivos reales.  Los debates se han perdido.  Más que entender hacia donde van solo nos colocamos de un bando o del otro olvidando que para poder transformar una sociedad se deben debatir los puntos. Estar todos de acuerdo y entender hacia donde nos queremos mover. ¿Estamos realmente respondiendo con la nueva reforma educativa a las necesidades que el mundo moderno nos está imponiendo?  Si queremos terminar con la desigualdad económica o al menos que no sea tan grosera y enojosa esa diferencia entre clases, tendremos que entender hacia donde apunta cada reforma y en este caso, la educativa, tendrá que responder y demostrar en la próxima prueba y, sobre todo en los índices económicos y sociales, que está respondiendo a los intereses reales de los mexicanos.  No de un acto político más.

Hilda García
Estudio Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México, obtuvo el grado de Maestría en la Univ. de Miami con el tema de los “Weblogs y la mediamorfosis periodística”.

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