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Alejandro Calvillo

11/01/2023 - 12:05 am

Biden, Glifosato & Co. vs la vida del suelo

La regeneración del suelo es fundamental para enfrentar el cambio climático, ya que la mayor reserva de bióxido de carbono terrestre se encuentra en los suelos.

“El suelo es el mayor ecosistema del planeta y muy poca gente sabe algo de él. Una cucharadita de suelo sano, probablemente, contiene más microbios que personas hay en el planeta”, explica Jane Goodall.

La enorme y diversa población microbiana en el suelo es la base de la vida, una vida microbiana que se da en una franja delgada de tierra que debe restaurarse a escala planetaria. Y esto debe empezar con detener su destrucción a manos del actual sistema agrícola sustentado en agroquímicos que son un veneno para esos microbios que le dan vida. En este sentido el decreto presidencial para el retiro paulatino del glifosato, el herbicida más usado, y la iniciativa para prohibir el uso, a través de un retiro paulatino, de plaguicidas altamente peligrosos, se encaminan a esa restauración de la vida en el suelo. De igual manera, la prohibición de la siembra de maíz transgénico en México y su importación para consumo, son medidas fundamentales para proteger este cultivo en nuestro país que es centro de origen y diversidad del maíz.

La regeneración del suelo es fundamental para enfrentar el cambio climático, ya que la mayor reserva de bióxido de carbono terrestre se encuentra en los suelos. En la Cumbre de París sobre Cambio Climático se firmó, de manera paralela, la iniciativa 4 por 1000 en la que se: “Pretende demostrar que la agricultura puede aportar soluciones concretas al reto que plantea el cambio climático y, al mismo tiempo, responder al desafío de la seguridad alimentaria mediante la aplicación de prácticas agrícolas adaptadas a las condiciones locales: agroecología, agrosilvicultura, agricultura de conservación, gestión del paisaje, etc.”

El Comité de Seguridad Alimentaria, que se creó en 1974, como la mayor plataforma internacional, intergubernamental e incluyente, con amplia representación de productores, con el fin de trabajar contra el hambre y garantizar la seguridad alimentaria, ha llamado a la necesidad urgente de reformar los sistemas alimentarios basados en la regeneración de la tierra, con base en métodos agroecológicos.

Recientemente, en diciembre pasado se celebró en Montreal, la decimoquinta Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica y acordaron el Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal, que entre sus objetivos destaca el compromiso por: “Garantizar que las áreas dedicadas a la agricultura, la acuicultura, la pesca y la silvicultura se gestionen de forma sostenible, en particular mediante el uso sostenible de la biodiversidad, incluso mediante un aumento sustancial de la aplicación de prácticas respetuosas con la biodiversidad, como la intensificación sostenible, la agroecología y otros enfoques innovadores que contribuyan a la resiliencia y la eficiencia y productividad a largo plazo de estos sistemas de producción y la seguridad alimentaria, conservando y restaurando la biodiversidad y manteniendo las contribuciones de la naturaleza a las personas, incluidas las funciones y los servicios de los ecosistemas” (Objetivo 10).

En todos los foros internacionales que se aborda la crisis global civilizatoria se llama a una transformación de los sistemas alimentarios basados en recuperar la vida de los suelos. La lógica del capitalismo salvaje, de producir al menor costo y en el menor tiempo posible, en el ámbito de la producción agrícola ha sido la principal causa de que más de la mitad de las tierras agrícolas del planeta sean infértiles. El uso de agroquímicos para obtener la mayor producción del campo, pero también, y principalmente, para desarrollar un modelo que somete a los campesinos a depender de las grandes corporaciones globales, ha ido acabando la vida en los suelos hasta convertirlos en páramos estériles. Estas tierras antes fértiles se han convertido en arenas sin vida.

Lo que queda, por ejemplo, en las más grandes extensiones de tierras de cultivo de maíz y soya en los Estados Unidos, en la zona del Medio Oeste de los Estados Unidos, es un sustrato sin vida. La producción de estos cultivos se logra gracias a inmensas cantidades de insumos agroquímicos, desde fertilizantes hasta herbicidas y plaguicidas, empleando una gran maquinaria con alto consumo de combustibles fósiles. Este sistema sólo es funcional gracias a los enormes subsidios que le destina el Gobierno de los Estados Unidos. Gran parte de esa producción se dirige a la alimentación de animales y a la producción de una larga lista de ingredientes para los productos ultraprocesados, como el jarabe de maíz de alta fructuosa, entre muchos otros.

En muy diversas culturas se desarrollaron diferentes estrategias de cultivo para mantener la vida del suelo, desde la rotación de siembra hasta el descanso de las tierras, desde los cultivos bajo sombra y los policultivos, y sus combinaciones, así como el desarrollo y uso de abonos e insecticidas orgánicos, etc.

El abandono paulatino del glifosato y los agroquímicos altamente peligrosos, así como la prohibición de la importación de maíz transgénico para consumo humano, establecidos por decreto presidencial en México, coincide con las recomendaciones establecidos en diversos acuerdos internacionales para apoyar y fortalecer los sistemas alimentarios sostenibles que permitan enfrentar el cambio climático, proteger la biodiversidad y combatir el hambre.

Sin embargo, estas políticas han desatado un poderoso embate por parte de las poderosas corporaciones globales de agroquímicos, apoyadas por los gobiernos de sus países de origen. El ataque y las presiones alcanzan su máxima expresión en las reuniones del T-MEC y, seguramente, son tema en la Cumbre de Norteamérica. Como es ya normal, las políticas ambientales y de salud que afectan los intereses de las grandes corporaciones globales son combatidas por estas, a través de los acuerdos comerciales internacionales. Lo que buscan y han logrado, en muchos casos, es que sus intereses económicos estén por encima de la protección de la salud y del planeta. Las consecuencias de esta lógica están a nuestro alrededor.

Se requiere ir adelante con las políticas encaminadas a apoyar el desarrollo de los bioinsumos, la agroecología, la agricultura regenerativa. La recuperación de la vida de los suelos es la única alternativa para enfrentar la demanda de alimentos de una población creciente. Parte de la política agrícola de la actual administración en nuestro país ha reconocido e impulsado esta transformación, sin embargo, se ha hecho a contra corriente, ya que se mantienen fuertes intereses ligados a las grandes corporaciones en los ámbitos más altos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural.

Veamos que sale de esta Cumbre de Norteamérica, cuáles son los intereses que prevalecen.

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.

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