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María Rivera

14/09/2022 - 12:03 am

Los débiles

El virus es el mismo, y sigue matando a personas vulnerables.

Tal vez, si las personas pudieran pensar que el covid es una comorbilidad adquirida, harían todo lo posible por no contagiarse y contagiar a otros. Foto: Cuartoscuro.

Sí, ya nadie habla de ello. La pandemia “ya acabó” en el mundo, incluso. Sí, he estado escribiendo de ello, mucho. A quienes usan cubrebocas rigurosamente, no han dejado de usarlo, cada vez más les dicen que están locos, o son “adictos” a la pandemia. Mucha gente ya no se cuida en absoluto cuando socializa, o cuando va a lugares cerrados como salones de belleza, gimnasios, bares, congresos.

A nadie o muy pocas personas parece importarles ya, lo cual no significa que el virus se haya ido de entre nosotros, ni que sea benigno, ni que sea deseable. El virus es el mismo, y sigue matando a personas vulnerables. Según diarios españoles, el escritor Javier Marías murió de neumonía bilateral producida por covid hace unos días, pero en general la prensa no lo dice ¿por qué? Las vacunas, está visto, no protegen de la muerte a algunas personas, pero las personas están convencidas de que esto no es posible.

Un tío lejano mío acaba de morir, hace unas semanas, por covid. La historia se repite: personas mayores que habían podido sobreponerse a enfermedades mortales como el cáncer terminan por morir porque se contagiaron por el virus. Claro, a mi prima, por ejemplo, le dio apenas una tos y escurrimiento nasal; a mi hermana una gripa horrible, lo sobrevivieron sin mayores consecuencias, afortunadamente. Aunque hay que decir que no se han hecho pruebas y análisis, para ver si el virus no causó desórdenes silenciosos. Aun no llegamos a ese nivel de sofisticación y seguramente en los años venideros se desarrollarán protocolos de revisión post-covid muy especializados, centrados en el corazón y el cerebro. Por ahora, las personas se contagian y dan por sentado que si sobrevivieron su salud quedará indemne, aunque haya muchas evidencias médicas de que el coronavirus afecta los sistemas del cuerpo a largo plazo.

La verdad, querido lector, es que sabemos que no sabemos cómo será la evolución personal: la gente saludable y en forma también enferma severamente, aun estando vacunada. La ciencia aún no logra saber por qué, salvo en aquellos que tienen comorbilidades. Ajá. Medio mundo tiene comorbilidades en este planeta y en México, más. Obesidad, diabetes, hipertensión son los flagelos que azotan la salud de los mexicanos. “Personas de alto riesgo” les llaman ahora, para sacudirse el miedo y tratar de alejar desenlaces fatales. En realidad, deberían decir, países de alto riesgo, sin fueran honestos, y no hubieran utilizado la condición de salud para crear una idea falsa de excepcionalidad, culpar a la gente de su propia negligencia.

Como escribía hace unas semanas, hemos normalizado la peor de las formas del egoísmo sin darnos cuenta. Al grado de que una persona enferma, con síntomas, puede no tener la menor consciencia de su responsabilidad en el contagio de otros “será un enfriamiento”, “será una gripita”, piensan “mejor sí voy a comer”. Claro, en la comida nadie usará un cubrebocas, ni ventilará, ni nada “la pandemia ya acabó” y si les cae el veinte que no ha acabado, piensan “si me dá, será muy leve”.

Ante este escenario yo me pregunto con desasosiego ¿qué le pasa a la gente? ¿por qué no puede tener consciencia y empatía? Tal vez, he sopesado, las personas no entienden. He llegado a esta conclusión después de años de sobrevivir a estos años pandémicos. O no entienden o no les importa. Tanta gente dejó de morir por las vacunas, que unos miles ya no importan, que los débiles ya no importan. Alguien tiene que estar sopesando esto, en su fuero interno, aunque sea como una nebulosa. O no lo hacen. Pero todo el mundo sabe que la gente sigue muriendo y enfermándose gravemente. La despersonalización que sufren las personas “débiles” es terrible. De pronto, dejan de ser personas y se convierten en sus enfermedades y su vulnerabilidad en una justificación para una muerte que era evitable. Este fenómeno, que es todo un fenómeno social, es realmente llamativo. Insistir en ello, en estos tiempos parecería no solo obvio sino necesario, pero no lo es. “Ay, ya” ha de estar pensando más de uno, me imagino, como sucede en las charlas de familia y amigos. Total, ya nos acostumbramos a la muerte, qué más da, que se mueran los que tengan que morirse.

Seguramente, usted que me lee, no piensa así, pero todos aquellos que se exponen al virus voluntariamente, lo hacen, aunque no lo reconozcan. Empezando por los políticos que ponen el ejemplo, mandan mensajes con su comportamiento. Ya estará en las manos de la suerte la vida y la salud de uno mismo y de los otros. Claro, estar pensando en esta responsabilidad no es ni cómodo ni tranquilizador, mejor vivir en la fantasía de que se puede recuperar la vieja normalidad, que la pandemia ya acabó.

La parte irónica y fatídica de todo esto, querido lector, es que la gente que vive en esta fantasía seguirá contagiándose y recontagiándose, y si logra sobrevivir al virus, muy probablemente terminará dañando su salud gravemente lo que la convertirá en población “vulnerable” por las secuelas. Si no tenía diabetes, la desarrollará; si no tenía enfermedad cardíaca, la desarrollará; si no tenía daños cerebrales y nerviosos, los desarrollará; si no tenía hipertensión, la desarrollará ¿cuál será el punto de inflexión para que esto suceda? Nadie lo sabe, solo se sabe que las reinfecciones aumentan la probabilidad de presentar estos daños.

Al final, probablemente, la otra parte del mundo, que está sana, pasará a formar parte de la otra parte del mundo que tiene comorbilidades, en un giro realmente sarcástico y cruel. Tal vez, si las personas pudieran pensar que el covid es una comorbilidad adquirida, harían todo lo posible por no contagiarse y contagiar a otros. Ojalá pudieran pensarlo siquiera, querido lector.

 

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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