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Susan Crowley

16/09/2023 - 12:04 am

Una bomba como obra de arte

“Si la definición de arte para los griegos es un objeto bien hecho, la bomba atómica es una verdadera obra de arte, funcionó y mató a la perfección”.

“Lo que ha pasado (en el atentado del WTC) es la mayor obra de arte de todos los tiempos” fue la desafortunada frase del compositor alemán Karlheinz Stockhausen.  ¿Uno de los más influyentes autores del cambio en la música se expresaba incorrectamente? De inmediato, la ira de intelectuales, políticos y muchos miembros de la comunidad artística se dejó sentir. Le costó ser condenado al ostracismo poco antes de morir. Pero la frase del gran compositor, además de citarse fuera de contexto, tenía una carga de verdad que terminó pesando más que las moralinas de sus detractores.

El ser humano ha hecho de matar un arte, es capaz de imaginar y elaborar artefactos perfectos para destrozar cientos de miles de vidas. Si el arte, como lo apuntó el filósofo Guy Debord, es un espectáculo, la poderosa escena ocurrida en Manhattan resulta un triunfo artístico. Era “la mayor obra de arte de Lucifer, el ángel caído que encarna en la destrucción”.  Pero esta no era la primera pieza del gran museo del horror y la desesperanza. La bomba atómica, una obra de arte cuya perfección pulverizó a dos ciudades, humillando a una nación delante del soberbio poder que se consideraba mejor y por eso se atribuía a sí misma el derecho de matar primero. La obra de la vergüenza humana se ha convertido en una fábrica de explotación del consumo y el morbo. Documentales, series, exposiciones, películas, en su mayoría maniqueas y sensibleras, al servicio de la manipulación. Pero existe una obra que merece la pena ser vista y sobre todo escuchada. Se trata de la ópera Doctor Atomic.

A primera vista la música de John Adams (Massachusetts, 1947), tiene como referente el minimalismo. Sin embargo, no puede dejarse de lado su vocación ecléctica que suma una enorme variedad de estilos, desde la serialidad, cierta economía de medios, la reiteración de temas, pasando por Bach, Stravinski, jazz, pop, rock, hasta el cromatismo evocador de Wagner. Ajeno a la especulación intelectual por simple pedantería, agradece que este movimiento, el minimalismo alejara a la música de la experimentación dodecafónica cuyas disonancias y complejidad la volvieron incomprensible, incluso para los mismos músicos. La inclusión en sus obras de pulsos básicos, repeticiones, racionalidad en contraste con pulsiones y emociones, permitieron encontrar un nuevo inicio. La música de Adams busca ser empática y crear hilos conductores. Tal vez por eso se le puede considerar un rescatista de grandes audiencias de teatros de ópera y salas de concierto.

Amante de Mozart desde pequeño, hijo de un aficionado al jazz de Duke Ellington, Benny Goodman y Miles Davis. Su inspiración fue la musicalidad de Leonard Bernstein gracias a quien pudo sumergirse en la ópera, género que, por sus características decimonónicas, parecía haberse agotado a principios del XX. Gracias a compositores de la talla de Adams, revive con una fuerza y esplendor inesperados. Alejándose de los mitos, leyendas románticas y trágicas historias de amor, la ópera se robustece ofreciendo nuevas y distintas posibilidades con temas históricos, políticos y sociales que nos atañen a todos, constituyéndose como una experiencia no solo de reflexión y consciencia sino de verdadera transfiguración.

Considerada por Wagner el Gesamtkunstwerk, obra de arte total (música, danza, poesía, pintura, escultura y arquitectura), en manos de compositores como Adams la ópera brinda la oportunidad de transitar por entramados que tejen el arte de la música y la voz con la intrincada realidad de los años en los que el mundo cambió. Y este cambio para Adams se da con la visita de Nixon a China o cuando un puñado de científicos, manipulados por militares, cruzaron el umbral de la destrucción: “para sobrevivir, la ópera debe abordar temas que nos incumben. Para la música, es el equivalente a una película o una novela. Debe apelar a la conciencia colectiva, desde la política hasta la preocupación por las armas nucleares o el terrorismo”.

Asociado con Peter Sellars, uno de los más destacados directores de arte y creativos del teatro y ópera, aquilataron el término Docu ópera. Nixon en China, asombró por su temática salida de las primeras páginas de los diarios. Mao y Nixon encarnan personajes que cantan más allá de los héroes mitológicos. Son hombres de carne y hueso, figuras que infieren en la historia reciente. Poco tiempo después vino La muerte de Klingohffer, una obra controvertida, por la espeluznante narración del ataque terrorista y asesinato de un pasajero, en el crucero Achille Lauro en 1985. La crítica fue implacable acusando a sus autores de ser apologistas del mal.

“Me interesa mucho expresar mi vida como norteamericano y la ópera es un vehículo extraño. Combina texto, música, gesto, escenografía, todos los elementos de las artes y de la danza, crea una experiencia mágica y mitológica que ninguna otra forma de arte, ni el cine ni el teatro, puede alcanzar”.

En medio de sonidos ambientales que colocan imaginariamente al público dentro de los reactores nucleares, el primer acto se ubica en Los Álamos, Nuevo México, es diciembre de 1945. Alemania se ha rendido pero la guerra con Japón toma proporciones jamás pensadas. Un grupo de científicos apartados del mundo, sometidos a un claustro de experimentación que derivará en una de las más devastadoras tragedias de la humanidad. Sin saber que viene, ni que les depara esta experimentación, empiezan a entrar en estados latentes de vacío y angustia existencial.  De pronto se conciben como los conejillos de indias de este enorme experimento en ese campo de creación nuclear. Ignorantes de la verdad, pero suponiéndola, imaginan a esa poderosa energía expansiva que destrozará todo a su paso. No se atreven a gritar su impotencia, solo murmullan acerca de la sobrecogedora onda de luz cegadora. Una especie de apocalipsis se cierne sobre ellos. Poco a poco la intervención del insensible militar, el General Leslie Groves, pone los pelos de punta por su obsesión de detonar la bomba. Solo recibe, da órdenes y lleva la situación a una tensión que ahoga al espectador.

Robert Oppenheimer es el artista, el líder del conocido Manhattan Project, su equipo de científicos, el gremio que atesora la obra de arte. También es el ser dividido, incierto en sus creencias, lo mismo el poeta romántico que lee a Baudelaire y a la poeta Muriel Rukeyser, o que recita los sonetos sagrados de John Done y que cita con insistencia al Bhagavad Gita. Kitti su mujer lamenta el abandono del hombre que se ha consagrado a una tarea totémica en la que ella no tiene lugar, sola, ahogada en alcohol y tedio vital asume el fin de su historia y tal vez de la historia del mundo. La voz de una nativa, Pasqualita, la madre tierra, la sabiduría, que se ha resignado a su destrucción, canta con melancólica voz a la naturaleza. El ansia y desesperación se pierden entre las demandas, el artefacto debe activarse, como si en ello se fuera el sentido de la vida que ya es una muerte tácita. Una búsqueda del Santo Grial del horror atómico. La incertidumbre ante el minuto siguiente lleva a la ópera a convertirse en una verdadera cantata de paz y de reflexión sobre la miseria humana.  La escenografía minimalista evoca le paisaje distópico en el que los habitantes de La Trinidad han vivido. En condiciones precarias, han decidido entregarse a esperar el momento en el que lo invisible aparezca. Ese estallido es un silencio, es la sensación de muerte en vida, de abandono. Los dioses callan, los hombres los han hecho palidecer, Los Alamos es ocaso; un Valhala de la mezquindad.

¿Puede haber algo más fastuoso que un hongo blanco extendido en el horizonte? ¿Alguien hubiera imaginado esa belleza inconmensurable? El gran espectáculo de un arte para matar. Si la definición de arte para los griegos es un objeto bien hecho, la bomba atómica es una verdadera obra de arte, funcionó y mató a la perfección.

@Suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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