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María Rivera

18/01/2023 - 12:02 am

Shakira

“Responsabilizar a las mujeres de la imagen de los hombres, ni falta hace decirlo, es machismo puro”.

“Señalar de manera realista y precisa la naturaleza de su herida, sin ocultarla, le confiere al acto de Shakira un valor especial”. Foto: YouTube.

Vaya escándalo que causó la canción que la cantante colombiana le dedicó a su exmarido, tras su separación. Las redes ardieron con el tema porque la cantante, en una sesión musical, exhibió al futbolista con el que estuvo casada. La decisión de exhibirlo a él y a la mujer por la que se separó, resultó altamente explosiva porque contrario a las maneras en uso, los aludió directamente, mientras los hechos mismos estaban sucediendo. No es que no hubiese canciones de desamor o “ardor” de mujeres, obviamente. Ahí está la famosísima composición de Paquita la del Barrio “Rata de dos patas” como ejemplo brutal y llano, sino que la colombiana decidió responder a los hechos de su vida refiriendo a su expareja y su amante, con sus nombres y a que también decidió no presentarse como víctima pasiva del engaño, sino de manera reivindicativa. No solo la afrenta, sino la “cura”.

Muchas cosas le han criticado, como que la letra cosifica a las mujeres al hacer comparaciones de mujeres con objetos baratos y caros, el famoso casio y el rolex, por ejemplo. Metáforas desafortunadas, quizás, pero consecuentes con la naturaleza de la canción y del producto mismo: un producto que se comercializa, es decir, un producto inmerso en su mecánica mercantil. El lenguaje pues es consistente en toda su semántica. No se trata del alma pura y adolorida, sino del cuerpo y los objetos, el dinero que asedia la vida pedestre (llena de deudas). De pronto, la famosa cantante eliminó la brecha que la separa en el imaginario, para convertirse en una mujer más con deudas de hacienda y una suegra en la puerta. Es muy claro que la cantante decidió trasgredir las formas y el mismo espacio de enunciación desde el que se espera que los famosos se expresen, cuantimás si son mujeres. Señalar de manera realista y precisa la naturaleza de su herida, sin ocultarla, le confiere al acto de Shakira un valor especial porque ya de suyo enfrentaba la deshonra social, muy machista, de ser dejada por otra. Me da gusto que ella haya podido revertir esa imagen pública, convirtiéndose en “loba”: seguramente el auditorio no le tendrá lástima, sino empatía o rencor.

Los reproches, sin embargo, no se hicieron esperar, sobre todo, por la falta de decoro en hablar tan desparpajada y públicamente sobre su vida privada. Por supuesto, este reproche es un reproche machista donde las mujeres no deben expresar su rabia, ni mostrarse descompuestas por el dolor, ni mostrarse como individuos heridos, pero tampoco enojadas reivindicando su autonomía, sobre todo si son madres.

Leí este último argumento, más sofisticado, en algunas mujeres que se consideran feministas. Me pareció realmente interesante porque ilustra muy bien la idea conservadora y machista de que las mujeres, si son madres, dejan de ser individuos para convertirse en seres rebasados por una identidad conferida por otros. “Por el bien de los hijos” escribieron algunas. No encuentro, en todo este sainete, una exigencia más machista sobre la cantante que esa, deslizada como razón irrebatible y sensata. Como si ser madre implicase la superposición de otra identidad sobre la propia: una identidad que el propio cuerpo social usa para controlar a las mujeres desde el embarazo mismo cuando expropia su cuerpo e identidad para convertirlo en huésped.

Claro, hay un sin fin de ejemplos en la cultura sobre la abnegación materna, empezando por la religiosa, la virgen María. A este mundo se viene a sufrir y las madres no tienen derecho a definir su identidad más que en función de los hijos, mucho menos a anteponer su bienestar personal. Sin embargo, si uno desmenuza el argumento puede entender que, en realidad, la exigencia de que Shakira no exhiba al hombre que la lastimó no tiene nada que ver con un supuesto daño a sus hijos, sino con un daño (supuestamente causado por ella) a la imagen del padre que, además, es el hombre que la lastimó y no la priorizó ni a ella ni a sus hijos, decidió destruir a su familia.

Responsabilizar a las mujeres de la imagen de los hombres, ni falta hace decirlo, es machismo puro ¿cuántas mujeres no se ven socialmente obligadas a guardarle la imagen a padres irresponsables o violentos como si ellas fueran las responsables de sus actos “por el bien de sus hijos”? La exigencia revela cómo a las mujeres se les obliga a sostener las columnas mismas del patriarcado para perpetuar el poder masculino y peor; para educar a los hijos en una mentira, con padres idealizados por las propias mujeres a pesar de ser víctimas de ellos. La canción de Shakira y sus implicaciones es en este sentido una suspensión temporal de la introyección del orden misógino.

Por supuesto, callar las faltas del padre no le ahorrará ningún dolor a los hijos que inevitablemente lidiarán con la cruel realidad de los padres que tienen. Al menos, los hijos de Shakira no tendrán el trabajo doble de destruir la mentira y lidiar con una verdad que les fue ocultada.

Tampoco debe ser fácil, ciertamente, enfrentar la naturaleza pública de los famosos que no pueden retirarse a su vida privada, ante una fractura pública. Debe ser espantoso tener a cuestas ese fantasma de la imagen propia devorándolo todo. Por ello, a la cantante, en realidad, no le quedaban muchas opciones, como bien escribió después, sino hacer limonada con los limones amargos que le dio la vida o, querido lector ¿usted qué opina?

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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