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Violeta Vázquez-Rojas Maldonado

18/12/2023 - 12:04 am

Diálogos y «polarización»

“El hecho de que la política sea un tema de conversación generalizado y cotidiano implicaría, de manera natural, que las opiniones se vayan diversificando y complejizando, de modo que un escenario así iría en contra de la imagen de que las posturas políticas son simples, inamovibles y únicamente dos”.

“Una sociedad que describimos como «polarizada» se concibe como una sociedad enfrentada y enojada. El término, sin embargo, al menos en nuestro país, es más una profecía autocumplida que una descripción de la realidad”. Foto: Mario Jasso, Cuartoscuro

Es un lugar común decir que la opinión pública en México está polarizada. Se usa el término “polarización” para significar muchas cosas. Si alguien defiende su postura política y muestra cerrazón para escuchar una opinión contraria, es muestra de que el debate está “polarizado”.

También se habla de “polarización” cuando se percibe que la opinión pública está dividida en dos posturas inamovibles entre las que no hay traslape: se está de un lado o del otro, pero jamás en medio ni tampoco en otro lugar. En este caso, el término “polarización” describe la ausencia de una “tercera vía”.

Se dice también que una sociedad está polarizada cuando dos opiniones opuestas están repartidas en proporciones casi iguales: la mitad está de acuerdo con una y la otra mitad con la otra, y no se define una mayoría que permita decidir a favor de una de las dos.

Y una manera más en que se usa el término es para describir -a menudo también con un dejo de lamento- que las posturas irreconciliables de la opinión pública, ya sea dividida cincuenta-cincuenta o con una clara mayoría de un lado y una minoría del otro, son posturas “extremas”, “radicales”, como si más allá de una no hubiera más izquierda y más allá de la otra no hubiera más derecha.

Otra situación para la que se usa el término “sociedad polarizada” es para describir una en la que, por usar una imagen coloquial, se desayuna política, se come política y se cena política. El tema nos acompaña desde el primer café de la mañana, en la plática con los compañeros del trabajo, en los minutos que deberían ser de descanso y que pasamos en las redes sociales -porque se descansa hablando de política-, y regresa con nosotros a la casa cuando comentamos el día al anochecer con la familia.

En este caso poco importa si las opiniones son abiertas o cerradas, extremas o moderadas, el hecho de ver el mundo a través de la opinión sobre lo público, sobre lo que es justo e injusto, sobre cómo debería ser el futuro y cómo nos responsabilizamos del presente, el hecho de hacer nuestro interés colectivo una visión cotidiana se le llama -injustamente, creo-, también polarización. Y digo que injustamente porque en este caso lo contrario de la «polarización» no sería encontrar los matices de nuestras posturas, o hacer romas las puntas de nuestras opiniones, sino, simple y llanamente, callarlas, dejar opinar a los expertos en ello y regresar a nuestro papel de espectadores de la política, sin derecho a involucrarnos.

Creo que por esta razón es que el Presidente López Obrador dice que prefiere llamar a este fenómeno particular «politización».

Como con el mismo término describimos situaciones tan distintas, no nos damos cuenta de que algunas pueden ser entre ellas mutuamente excluyentes. Por ejemplo, el hecho de que la política sea un tema de conversación generalizado y cotidiano implicaría, de manera natural, que las opiniones se vayan diversificando y complejizando, de modo que un escenario así iría en contra de la imagen de que las posturas políticas son simples, inamovibles y únicamente dos.

También parece que la palabra «polarización» (quizá como un derivado de la acepción según la cual la sociedad mantiene posturas extremas y encontradas) implica confrontación, y ésta a su vez, un buen grado de encono, cuando no hasta odio al prójimo. Una sociedad que describimos como «polarizada» se concibe como una sociedad enfrentada y enojada. El término, sin embargo, al menos en nuestro país, es más una profecía autocumplida que una descripción de la realidad. En la vida presencial se puede tener opiniones y externarlas, y en ese proceso encontramos que otros comparten algo de esas opiniones pero no se identifican con ellas por completo, del mismo modo que podemos conceder razón a otros aunque no estemos de acuerdo del todo. Así es el pan diario de la construcción de ideas en las conversaciones cercanas -esas en las que se pueden compartir, con calma y con afecto, puntos de vista distintos y matizar y hasta cambiar los propios-.

En los tiempos que corren, la -supuesta o real- «polarización» se traduce en caricatura del debate público que nos impone tomar una postura de dos: o se está a favor, totalmente y sin reparos, del proyecto gobernante, o se está en contra, también totalmente y sin matices. La comunicación masiva e inmediata, la que se da a través de redes sociales y medios de comunicación, se alimenta de ese conflicto. Las redes sociales capitalizan el enojo y hacen imposible el intercambio detallado de opiniones. Uno va a esos sitios a ver “quién está a favor” y “quién está en contra”. Las razones pasan a un plano tan secundario que no forma parte de los contenidos de la red.

Cuando al debate político cotidiano le sumamos el ambiente de inminencia electoral, la situación se agudiza. En ese contexto «polarizado» y tenso de las precampañas, Claudia Sheinbaum lanzó un ofrecimiento inédito: escuchar. El propósito de los Diálogos por la Transformación, que coordina el Dr. Juan Ramón de la Fuente, es eso mismo: sentarse en una mesa con quienes no necesariamente militan en el obradorismo, ni formal ni informalmente, aquellos que tal vez no acuden a los llamados que interpelan a los más convencidos.

En ningún momento se ha tratado, como por ahí llegaron a decir algunos comentaristas, de «abrirle espacios a la derecha». Por el contrario: se trata de encontrar lo que hay de izquierda más allá de las posturas pro-4T más arraigadas, en el entendido de que la izquierda en este país no es y nunca ha sido una sola. Retomo la definición de “izquierda” que ofrece Rodríguez Kuri en su Historia Mínima de las Izquierdas en México (así, con su reveladora marca de plural): “Aquellos grupos, partidos, gobiernos, corrientes ideológicas y formas de pensamiento que postulan derechos y luchan para que más personas los tengan, con el fin de que el mayor número posible acceda a la riqueza material y cultural de la sociedad y la usufructúe”.

En ese tenor, las mesas, foros, reuniones cerradas y abiertas que organiza el equipo de Diálogos por la Transformación buscan tejer y construir ideas con sectores y personas que, por alguna razón u otra, -muy seguramente alentados (o desalentados) por el clima de reduccionismo político que se ha promovido artificiosamente en el debate público- se han alejado de todo lo que les suene a obradorismo. La convicción es que en esos sectores y personas hay propuestas e ideas innovadoras que hace falta integrar y muy seguramente también hay convicciones compartidas que se han opacado en el ruido del debate público «polarizado». A todos y todas ellas vale la pena escucharlos, sin pedir credenciales, sin reprochar desacuerdos. La única restricción explícitamente dada por Juan Ramón de La Fuente al equipo que coordina es: “ni un paso atrás en el proceso de transformación”.

Violeta Vázquez-Rojas Maldonado
Doctora en lingüística por la Universidad de Nueva York y profesora-investigadora en El Colegio de México. Se especializa en el estudio del significado en lenguas naturales como el español y el purépecha. Además de su investigación académica, ha publicado en diversos medios textos de divulgación y de opinión sobre lenguaje, ideología y política.

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